<< Volver a la lista de textos
La ofensa - por Romina Eleonora Mc CormackR.
Le decíamos Leo porque se llamaba Leocadio, pero además porque sabíamos que el nombre significaba blanco y brillante y Leo era oscuro, de pelo bien negro e hirsuto. Tenía los brazos largos y unas manos descomunales. Sus ojitos estaban demasiado juntos y nos miraba desvaído y triste. Era como un orangután y, aunque aparentaba ser mayor que nosotros porque era alto y corpulento, tenía nuestra edad; sin embargo, como era algo inocentón y distraído, parecía más chico. Nos juntábamos con él para burlarnos. Inventábamos cosas que él tomaba como ciertas y se las contaba a todo el mundo hasta que aparecía Benigno y lo agarraba fuerte de la oreja y lo mandaba a patadas a ayudar en el único almacén del pueblo. No sabíamos si era el padre o si lo había recogido porque no se parecía en nada ni a Benigno ni a Nélida, su mujer. Benigno lo zurraba delante de todos, gritándole que era un idiota por dejarse burlar así. Pero Leo volvía impertérrito todos los días a sentarse con nosotros en la plaza después del colegio. Él no iba a la escuela porque era en vano. Ya tenía trabajo y el almacén sería suyo cuando Benigno muriese. Pero era lento hasta para los mandados así que Benigno lo tenía todo el día zumbando.
Una vez, como sabíamos que Marta, la más linda del pueblo, iba todos los días al almacén de Benigno a comprar y Leocadio le llevaba las compras hasta su casa, descubrimos una nueva oportunidad para burlarnos. Le preguntamos si estaba enamorado de ella. Nos contestó que no, entre risas algo estúpidas. Entonces inventamos que Marta había dicho que gustaba de él y que solamente estaba esperando que le hablara.
Envalentonado por nuestra mentira, Leo se acercó a Marta y le dijo algo que no logramos escuchar pero sí pudimos ver cómo Marta le imprimía los dedos en la cara. Leo nos miró y nosotros, que en ese momento estábamos muertos de risa, sentimos algo de culpa.
Después de aquello, todo siguió igual, pero Leo ya no se juntó con nosotros en la plaza. Marta continuó yendo al almacén y no nos sorprendió ver que Leo llevara sus compras a la casa. Hasta para el rencor era algo estúpido.
Al cumplir los 21, Marta se casó con Esteban. Él trabajaba en el campo de su familia, tenían dinero, y ella era la más linda, así que estaba escrito. Al poco andar, Marta se embarazó y todo parecía cumplirse de acuerdo a lo pactado por el destino.
Sin embargo, la historia no concluye acá porque la pareja predestinada de Esteban y Marta vio ensombrecida su felicidad por una niebla de sospechas cuando el hijo de ambos nació. Aunque nadie dijo nada a viva voz y se guardaron las apariencias para evitar cualquier escándalo, era indudable que el bebé tenía los oscuros ojitos muy juntos y una abundante cabellera enmarañada y renegrida.
Comentarios (5):
Auxi Morata Alegre
18/02/2019 a las 12:06
Hola Romina,
un relato curioso, en la simplicidad de la historia se haya su encanto.
Me ha gustado mucho las descripciones tan detalladas, hacen que enseguida te venga a la cabeza una imagen clara de los personajes, me hubiera gustado separación entre los párrafos, hubiera ayudado a que el texto se leyera de forma más clara.
Soy tu vecina del número 81 por si te quieres pasar 🙂
Buen trabajo! Nos leemos!
dopidop
19/02/2019 a las 17:27
Buenas Romina,
Lo primero gracias por tu visita y comentario, vengo a devolvertelos con muchas ganas 🙂
La verdad es que me ha parecido un relato interesante, relatas la anécdota de una forma natural, una escena que ha pasado y sigue pasando en muchos pueblos o barrios donde la vida es mas sencilla y todo el mundo se conoce.
Personalmente no soy de descripciones, me cuesta escribirlas y leerlas, y tengo que reconocer que las del principio me han supuesto un gran trabajo el meterme dentro del relato… si bien es cierto que son muy detalladas y visuales, no les encontraba sentido, me preguntaba por qué estaban ahí, hasta que he leído el final y me he sentido muy tonta por pensar así. Me ha encantado el detalle de los “oscuros ojitos muy juntos”.
Creo que deberías estudiar el acortar algo los párrafos, son demasiado largos (el primero es mas de la mitad de todo el texto), para no agobiar demasiado al lector. También ayudaría como comenta Auxi, el separarlos visualmente para ayudar a la lectura. Piensa que mucha gente se puede echar atrás al ver semejante “mazacote” de letras.
Por lo demás la verdad es que me he entretenido leyéndote, tienes mucha habilidad para mostrar imágenes y momentos. Un trabajo bien hecho.
Nos seguimos leyendo por estos lares ¡Un saludete!
Sophie
19/02/2019 a las 21:53
Buenas tardes, Romina.
Me parece una historia curiosa y bien narrada.
Seguramente tienen razón los compañeros, pero, personalmente, cuando algo me gusta o entretiene no me tiran para atrás los párrafos extensos y si el contenido no me gusta, me cuesta leerlo por muy cortos que sean los párrafos. En tu caso te felicito.
Nos seguiremos leyendo.
HUGO
20/02/2019 a las 04:07
Hola Romina:
Antes de analizar tu texto, vuelvo a darte las gracias por tu comentario.
Me gustó mucho tu relato sobre el “bullying” que le hacían a Leo y el giro del final está muy bueno.
Van algunas sugerencias con el mejor ánimo de colaborar en este aprendizaje colectivo, que es el taller:
• La descripción del comienzo es muy clara y está bien narrada, pero los primeros seis renglones los pondría más adelante. Creo que sería mejor comenzar el cuento con la frase que sigue a esa descripción: “Nos juntábamos con él para burlarnos.” Sería un buen comienzo, para enganchar al lector, empezar con una acción.
• En la siguiente frase creo que falta una coma entre “recogido y porque”:
“No sabíamos si era el padre o si lo había recogido[,] porque no se parecía en nada (ni) a Benigno ni a Nélida,…”
Sin la coma, el hecho de no parecerse a ellos es el motivo por el cual lo recogió. Con la coma, explica el motivo de la duda sobre si era el padre.
Por otra parte si sacamos el primer (ni) no altera la frase y no habría repetición.
• “Al cumplir los 21, Marta se casó con Esteban. Él trabajaba en el campo de su familia,…”. En este caso no tiene importancia, pero así redactado, ese “su” no nos dice si el campo era de la familia de Marta o de la de Esteban.
• Finalmente está el tema de los párrafos, al que ya se han referido en otros comentarios. Yo creo que en relatos cortos el párrafo es la unidad jerárquica por excelencia, ya que no hay otras superiores como, por ejemplo, los capítulos. Y como tal debería ser una unidad significativa compuesta por frases relacionadas que desarrollan un único tema. Por ejemplo:
“Le decíamos Leo porque se llamaba Leocadio…” es el comienzo perfecto para el párrafo que describe a Leo.
“Nos juntábamos con él para burlarnos.” También es el comienzo perfecto para contar el “bullying”
“No sabíamos si era el padre o si lo había recogido..” Sería el párrafo de la relación con Benigno.
Y hasta acá llego porque confieso que también me embrollo con el tema de los párrafos. No sé si hay una entrada específica en el blog donde poder consultar.
No creas que por hacer estos comentarios, no me gusta tu texto. Todo lo contrario, es un placer leerte, por eso te los hago.
Saludos.
Rosanna Samara
21/02/2019 a las 10:45
Hola Romina,
Me ha gustado tu relato. La lectura es muy amena y al final te llevas una buena sorpresa!
Comparto lo que te dicen los otros compañeros: la separación de los párrafos y acortar cuando son tan largos, y profundizar con los signos de puntuación.
A parte de eso, está bien narrado. Felicidades y nos seguimos leyendo.
Saludos.
Rosanna