Literautas - Tu escuela de escritura

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La ofensa - por OtiliaR.+18

Las lágrimas de los adultos dejan a la persona agotada, no son como las de juventud, esas se asemejan a un chaparrón en verano.

Notó el olor de su loción al empujar la puerta y el corazón latió desbocado. Con los cinco sentidos alerta inspeccionó la habitación, casi un almacén, no tenía ventanas solo dos puertas, la de entrada y otra enfrente que daba a una especie de patio por la que, a esa hora, se filtraba un rayo de luz. El hombre al verla entrar se levantó y su sombra de gorila oscureció la estancia. Lo que tanto temía Teresa se había hecho realidad. De pie y con actitud desafiante estaba su marido.

Aquellas paredes con la pintura deslucida habían sido mudos testigos de su ultraje. El sofá azul, con la tapicería vieja, era el lugar donde engendraron al pequeño. Para entonces las cosas ya iban mal. Ella se había negado, pero él lloraba mientras la abrazaba y repetía que no podía vivir sin tenerla.

Luego con violencia la boca ávida se adueñó de la suya, de sus pechos firmes hasta hacerla daño. Las manos agarraron con fuerza las redondas nalgas y los dedos buscaron entre los muslos hasta que la penetró una y otra vez. Como siempre, después de violarla, la dejó tirada sin una palabra y tuvo suerte, aquel día no hubo ni insultos ni golpes.

A pesar del sufrimiento, guardó las apariencias. Cuando ya no pudo más se lo contó a su madre, pero solo encontró palabras de resignación:
—Sé valiente, hija. Él es tu marido, no huyas. No te vayan a denunciar por abandono de hogar. Aguanta por los niños.

Teresa sonrió a sus hijos mientras encendía la bombilla, y ellos le dieron fuerza para encarar sin miedo la mirada vacía del hombre. El rostro enjuto reflejaba una expresión anodina. Vestía vaqueros y una gruesa cazadora de algodón, todo él tenía un desastrado aspecto.

Le había amado mucho. Ahora sentimientos de odio, preguntas, resentimientos y recuerdos se mezclaban en su mente. Los niños sentados eran testigos de la escena. Sin moverse, casi sin parpadear. Al sentir la mirada del padre volvían la vista hacia el otro lado, asustados.
—Hola, Teresa, ¿cómo estás? —dijo sin moverse—. He dicho a la vecina que ya cuidaba de los niños hasta que vinieras.
—¿Qué quieres?
—Después de estos años en la cárcel, solo quiero veros.
—Tienes que marcharte o llamaré a la policía.

Tuvo mala suerte, pero con el tiempo pensó que de nada servían las lágrimas, ya era demasiado tarde. Siempre había estado sola, los últimos meses de embarazo, los partos, la crianza y tomó la decisión.

Cuando Teresa le dijo que había llegado el momento de separarse, él la miró sin decir nada. Entonces ella supo que el silencio puede ser el aviso más cruel. Los golpes la habrían matado si no hubiera sido por su hijo mayor que llamó a los vecinos. El juez condenó al maltratador a dos años de prisión y le impuso una orden de alejamiento de su familia.

—Te has saltado la orden de alejamiento si te denuncio irás de nuevo a la cárcel.
—No lo harás, yo te quiero. Perdóname, aquel día había bebido —lamentó y dio unos pasos hacia ella.
Teresa no retrocedió.
—Márchate, estás asustando a los niños —habló con sequedad.
—¿Qué pasa? ¿Estás con otros? —dijo con rabia—. Si no me dejas vivir aquí con vosotros, me suicidaré —gritó y cogió a la niña en brazos.

Esta empezó a llorar. El llanto de la pequeña resucitó en Teresa un temor conocido que nacía en las entrañas y que dio fuerzas a la madre para arrancarle a la niña. La nena se agarró a su cuello entretanto que los otros pequeños lo hacían a las piernas.

El corazón se la salía por la boca, pero tuvo el arrojo de decir:
—¡Basta! Ven mañana y hablaremos con mi abogada delante. Ahora, ¡vete! No hagas llorar más a los niños.

La cogió del brazo y dijo con violencia:
—No quiero hablar, le dirás a la leguleya que me quieres y que viviremos juntos porque somos una familia.
El calor de la estancia era amenazante y él seguía estrujándole el brazo con rabia:
—¡No me engañes! Mañana vendré para quedarme.

Las piernas le temblaban y no creía que la hubiera hecho caso. Solo estuvo segura cuando cerró la puerta con llave.
Sacaría fuerzas porque la niebla pasajera que es la vida era lo que estaba delante de ella, no detrás.

Comentarios (14):

Galia

16/02/2019 a las 21:41

Hola Otilia: muy dramático tu relato, la tensión aumenta a medida que se va leyendo. Desgraciadamente refleja una situación vivida por tantas mujeres a diario.Bien realizada la ambientación.
Saludos.
Galia.

Laura

17/02/2019 a las 12:22

Hola Otilia.
Tu relato es una denuncia de una situaciòn màs que frecuente, lamentablemente.
Muy bueno el ir y venir en la historia.
Mis saludos.
Hasta la pròxima propuesta.

M.L.Plaza

18/02/2019 a las 02:09

Hola Otilia.
Gracias por leer mi relato.
Muy buena descripción de una hitoria triste y demasiado frecuente.
La descripción de los personajes me ha parecido excelente.
Entretanto que lo sustituiría por mientras que. Me ha llamado la atención lo de agarrarse al cuello y a las piernas. Yo hubiera puesto de, debe de ser un modismo.
El último párrafo me parece demasiado explicativo. “Sacaría fuerzas porque la niebla pasajera que es la vida era lo que estaba delante de ella, no detrás.”, lo pondría: Sacaría fuerzas. La niebla pasajera que es la vida estaba delante de ella, no detrás.
Muy valiente tu protagonista.
Saludos

El Apuntador Mudo

18/02/2019 a las 21:01

Hola Otilia, por aquí estoy para disfrutar de tu relato.

Cumples sobradamente con el reto. Transmite bien la tensión, la violencia y opresión que padece la protagonista, que según avanza el relato se va incrementando.

Buena descripción en la escena, y protagonista muy creíble y convincente.

Saludos.

PaulaC_99

18/02/2019 a las 21:48

Hola Otilia.
Tu relato es muy duro, pero lamentablemente es la realidad, algo que ocurre cada día en una casa.
Esta muy bien escrito y me ha gustado
Enhorabuena 🙂

Otilia

19/02/2019 a las 10:34

Gracias, Galia, Laura, M.L.Plaza, El apuntador Mudo y PaulaC99, por leer y por vuestros amables comentarios.
Nos leemos. Saludos.

Patricia Redondo

19/02/2019 a las 12:03

Hola Otilia

Pues real como la vida misma , lamentablemente. Me gusta la descripción de los personajes , da miedo ese marido , simplemente levantandose del sofá. me ha encantado especialmente como describes la escena en la que ella entra en el cuarto y descubre la inesperada visita de su maltratador. Y el miedo de los crios. Muy bien. El resto ya es historia conocida y resulta un poco más trillado.

Buen relato

Nos seguimos leyendo

Saludos!

marazul

19/02/2019 a las 19:02

Hola Galia:
Tu relato tiene mucha fuerza y es muy dramático.Está bien escrito y has logrado la tensión que se espera en estos casos.
El final abierto es bastante inquietante y nos da qué pensar.
Encantada de leerte, Otilia
Saludos

marazul

19/02/2019 a las 19:03

Perdona Otilia, que me he confundido de nombre
Un beso

Dante Tenet

20/02/2019 a las 04:07

Hola
Muy bien ambientada la historia.
Describe una escena que por frecuente no deja de doler.
El final abierto le otorga un gran dramatismo.
Nos seguimos leyendo.

Otilia

20/02/2019 a las 10:05

Gracias marazul por tu visita.
Un abrazo.

Ane

20/02/2019 a las 10:55

Hola Otilia, duro relato el elegido y por desgracia muy actual. Bajo mi punto de vista está bien descrito. Buena historia.

Saludos.

Otilia

20/02/2019 a las 13:38

Hola Dante Tenet y Ane, gracias por vuestros comentarios.
Mañana me pasaré por vuestras historias a devolveros la visita.
Saludos.

Ulises Vidal

22/02/2019 a las 17:26

¡Hola Otilia!
Excelente relato y de mucha actualidad.
Muy valiente la mujer. Y muy bien logrado la caracterización del marido. Por violento terminó en la cárcel y cuando salió de ella seguía tan brutal como siempre.
¡Hasta la próxima! ¡Nos seguimos leyendo!

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