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More than this - por Pato Menudencio

Si pudiera contar con lujo de detalles mi vida en la escuela, en ella habría un espacio de sombras, como un rollo fotográfico que no fue capaz de soportar el paso del tiempo y la humedad. De aquella época, sólo de Gabriela tengo una imagen perfecta en mi memoria.

Aún no puedo creer que treinta años después, estaríamos desnudos en la misma habitación.

Mientras escribo estas palabras, ella aún duerme entre las sábanas. Desde que éramos jóvenes soñaba con esta escena. A quién engaño, las hormonas de la adolescencia, y la inmadurez de la edad sólo imaginaban una atmósfera más prosaica.

Ella siempre fue la reina del curso, por mi parte, yo era todo lo contrario. No crean que esta es la típica historia del joven no popular al que nunca vieron su maravilloso mundo interior. Cuando somos jóvenes, el cristal en el que vemos la realidad está empañado, y sólo nos permite ver nuestro propio lado del panorama. Si pudiera poner al frente mío al joven que alguna vez fui, el análisis crítico no sería halagador.

Tampoco para Gabriela. Eso es lo bueno que tiene el tiempo, si lo usamos a nuestro favor podemos cambiar los panoramas, como si de nuestra baraja de naipes nos despojáramos de las cartas superfluas y nos quedáramos con la mejor mano.

Fue extraño, hace dos meses la volví a ver luego de una reunión de ex compañeros de clase. Estaba cambiada, su belleza había mermado, pero en cambio poseía una distinción nueva, un aire similar a los palacios ocultos de la selva, que una vez descubiertos, pese al paso del tiempo, adquieren una nueva majestuosidad.

No recuerdo si fui yo el que me acerqué, o simplemente chocamos, detrás de sus arrugas vi a la misma joven de hace treinta años, incluso más allá. Mis palabras no salían con fluidez, como el chiquillo que fui hace treinta años. Poco a poco, la charla trivial, remojada en pisco sour, ayudó a que descubriéramos nuestras vidas más allá del colegio.

Conversamos, aunque en el fondo, nuestras miradas decían todo lo que el pudor ocultaba, al mismo tiempo, “Roxy music” resonaba por todo el salón, lo que propiciaba que estuviéramos cada vez más cerca, como si me fuera a comerme ese aro que colgaba de su oreja.

Supe de su divorcio, y los achaques de su salud, al mismo tiempo le contaba los míos. Vaya que la vida nos fue aporreando, pero sin eso, tal vez no hubiésemos estado nunca como lo estuvimos esa noche.

¿Pudimos haber terminado la velada de la forma en que estamos ahora? Es probable que sí, el sexo iba a fluir de forma natural, pero supimos que nos debíamos algo. Un poco de tiempo no nos hacía daño.

Desde ese día, los encuentros se hicieron más frecuentes. Facebook y los milagros de la informática nos hacían prolongar la conversación durante el día.

Hasta que llegó el momento. La pasé a buscar y ella se había esmerado en producirse. Durante un breve chispazo un resabio de su antigua belleza había resucitado, durante ese lapso, volví a ser el nerd que babeaba en silencio y ella nuevamente era la reina de la clase. La besé antes que se esfumara ese espejismo y el beso borró toda sombra del ayer. Ahora éramos dos personas entrando en la madurez, más ajados, pero al mismo tiempo, sustancialmente mejores. Pese a mi barriga, consecuencia de la buena mesa, mi cabello ralo; sus arrugas en la frente y los kilos de más, por fin habíamos logrado la sincronía. Como los músicos de una buena banda de jazz interpretando a Coltrane. Esos éramos nosotros, matando nuestros dragones. Despojados del miedo y de cualquier atadura posible.

Nos desnudamos sin prisa. Tus pechos cayendo un poco más de lo normal, mi cuerpo cubierto de pelos en zonas en las que antes no existía. Nos buscamos a tientas y nuestras manos exploraron cada centímetro de piel, deteniéndose para apreciar cualquier imperfección, pero aún así ninguno se avergonzó, en nuestro tacto no había deseos de juzgar, era más bien el deseo de adivinar nuestras vidas a través de nuestras cicatrices.
Lo hicimos más lento que cuando fantaseaba con ella siendo adolescente. Cada sabor, cada aroma, cada gemido y cada gota de sudor la disfrutamos en calma, con todo el tiempo por delante, sin apuros, porque todo trascendía mucho más allá de la fantasía sexual.

Simplemente todo fue honesto esta noche.

Comentarios (11):

José Torma

16/01/2019 a las 16:20

Muy bien, Pato. Sereno y mesurado. Solo un pequeñito error se te fue una T en vez de una S en “Tus pechos cayendo…”

Saludos.

Ulises

16/01/2019 a las 17:18

Hola Pato,

¡Un relato espectacular! Al comenzar a leerlo creo que cualquiera espera un gran trabajo y, sin duda, este cumple con las expectativas. Empleas unas frases muy cuidadas y acertadas, ajustando su longitud a las necesidades del argumento. Ahí reside la comodidad de su lectura. Por otra parte, en los párrafos finales me faltó una mayor delicadeza descriptiva, y cuando dices 《hace dos meses la volví a ver luego de una reunión》me parece que hubiese quedado mejor si hubieras puesto: hace dos meses la volví a ver después de una reunión. Pero, en cualquier caso, no me deja de parecer una obra excelente ¡Enhorabuena!

Felipe Sanchez

16/01/2019 a las 17:37

Que intimo es esto. ¡Excelente Pato! muy buena narración proporcionas buenas imágenes a la imaginación. Me gustó.

Isabel Caballero

17/01/2019 a las 16:20

Hola Pato Mendencio, soy tu vecina de arriba. Vamos a por tu More tan this.
El epicentro de tu relato es Gabriela en tiempo pasado y presente con un largo intervalo de 30 años. En la vida real suele pasar que idealizamos nuestros primeros amores y el tiempo se encarga de hacer trizas lo que hemos sublimado, (la imagen perfecta de aquella época, tal como cuentas). No ocurre esta devaluación en “More…”, todo lo contrario.
Un reencuentro pausado y consensuado culminando en la cama, y probablemente, con continuación feliz despojada la madura pareja del miedo al desencanto.

Un cordial saludo compañero.

Osvaldo Vela

19/01/2019 a las 06:29

Hola Pato, cuantos recuerdos gratos trae tu texto a mi memoria. Días en que la belleza era una virtud reservada a a las diosas de las aulas. Sueños de juventud cincelados en la memoria para nunca olvidar.

Hasta que un día te la encuentras en el Mall, de compras con su mejor amiga, y entre broma y broma ella externa:”él es el enamorado que te conté y de quien me quedé esperando una declaración de amor, nunca se aventó. empezaba yo a saborear lo dicho cuando a mis espaldas llegó mi mujer y ambas se abrazaron por el gozo de volverse a ver y yo relegado.

Con tu narración, ante la inoportuna llegada de mi esposa, hoy continuo con imaginar lo que sucede después de un encuentro tan lejano.
Vivo en carne ajena un ensueño de la juventud. Gracias.

Magnifica trama. sin tropiezos de índole alguna. Te felicito.

Happy and Bountiful 2019.

IreneR

19/01/2019 a las 09:01

Buenas, Pato Menudencio.

Tu relato me ha parecido increíble, me ha gustado mucho, tanto la historia como la forma en la que lo has contado.

Engancha desde el principio, es fácil de leer y sin que uno se de cuenta, llegas al final de la historia. Espero que esos antiguos compañeros de clase tengan una larga vida juntos.

Solo me sacó un poco de la historia ese, “tus pechos”, como si de pronto, el chico estuviese hablándole a Gabriela.

Buen trabajo.

Nos leemos.

Un saludo.

El chaval

20/01/2019 a las 19:13

Hola Paco Menudencio
Una historia real que pasa con mucha frecuencia. Creo haber leído que ella era divorciada, y él? lo pregunto quizá para entender mejor la última frase.
Para dar mayor énfasis a la historia, hay en varias ocasiones la falta de punto y coma
fue la reina del curso;
simplemente chocamos;
A quién engañó,mejor coma después
Ella se había esmerado en producirse. No entiendo en este contexto la palabra producirse.
Un cordial saludo (106)

beba

22/01/2019 a las 03:56

Hola, Pato Menudencio: Me gustó tu historia, tan realista, tan posible, tan poética. Frases muy bellas y profundas como “Cuando… somos jóvenes,… no sería halagador.”
“Eso es lo bueno que tiene el tiempo … con la mejor mano.”
Noté un cierto descuido de tu gramática; tal vez, poco tiempo para la re lectura.
Un saludo.

Pato Menudencio

23/01/2019 a las 19:31

Gracias a todos por sus comentarios. Disculpen por escribir este texto a última hora

Pilar

24/01/2019 a las 12:11

Hola Pato,
Aunque me eres muy familiar, creo que nunca había leído nada tuyo. Y no veas como lo he disfrutado!!! Pero primero te digo lo que yo cambiaría y lo mejor, para el postre:

1.”El cristal en el que vemos la realidad está empañado”: mejor el cristal a través del que vemos la realidad.

2.”No recuerdo si fui yo el que me acerqué, o simplemente chocamos,”: mejor un después de chocamos, para forzar la pausa y hacer reaccionar al cerebro ante la visión de la deseada Gabriela, en plan: ¡no me lo creo, eres tú! Y luego, sigues con lo demás.

3.Respecto a las palabras que no le salen al protagonista, podrías haber expresado que fue ella la que rompió el hielo y enlazar con “poco a poco, la charla trivial…”

4.Me ha resultado curioso lo de “ella se esmeró en producirse”. Choque de culturas, supongo. En España utilizamos “arreglarnos”, porque ya estamos “producidos” y solo necesitamos un mantenimiento, jajaja. Esto no te lo tomes como algo a modificar, es que me ha llamado la atención la diferencia en el lenguaje.

Lo cierto, Pato, es que lo he leído varias veces para recrerame en él. Lo has escrito fenomenal, has utilizado las palabras correctas para describir los sentimientos presentes que se sobreponen a la nostalgia. Me ha gustado la descripción de los cuerpos en decadencia y la imagen que representa: son solo el recipiente del inalterable amor y deseo sexual. Me alegro de que estos dos se hallan reencontrado y no se hayan dejado vencer por la decepción que a veces acarrea el paso de los años.

Un placer, de verdad, ¡mi enhorabuena!

Saludos desde el 24.

Pilar

24/01/2019 a las 12:13

Hola otra vez,

En el apartado 2, quería decir que mejor utilizases un punto en vez de una coma. (Me lo comí al corregir…)

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