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Caín y Abel - por Cecilia Kleiman
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Esta podría ser una escena más entre tantas otras. Una casa perdida en algún lugar de la provincia de Buenos Aires, aunque también podría ser Santa fe o quizás Entre Ríos. Podrían ser dos hermanos cualquiera amparados bajo la sombra de un toldo a la hora de la siesta, rodeados nada más que por el calor aplastante y por interminables hectáreas de campo.
Bajo el toldo junto a la casa, única construcción que se yergue en la inmensa finca que acaban de heredar, se encuentran estos dos hermanos sentados junto a una mesa. Ambos nacieron en el año del dragón, Damián doce años después que Roberto, luego de que su padre dejara a la madre del último por la madre del primero.
Y así es como el pesado aire de enero se ha quedado quieto para observar esta escena aparentemente ordinaria. Nada pareciera haber de especial en el rebotar del mate de una mano a otra, de Damián a Roberto y de Roberto a Damián, en el chupar indiferente, casi instintivo, de la bombilla y en el sonido sordo que ésta les da en respuesta, en el sabor amargo que les deja en la garganta.
Nada extraordinario pareciera haber en la baraja ahora olvidada sobre la mesa luego de varias manos de truco, de numerosos quiero vale cuatro resonando junto a las chicharras sobre la atmósfera candente en derredor.
Esta podría ser una escena más entre tantas otras pero no lo es, porque Roberto ha vertido veneno en el jugo de su hermano hace tan solo unas horas.
Porque Damián lo ha bebido sin notar nada fuera de lo normal salvo un ligero sabor a almendras.
Porque mientras Damián lo había tenido todo, Roberto no había tenido nada. Un padre que lo acompañó en cada recital de guitarra, popularidad entre sus pares y entre las mujeres, una exitosa carrera y una familia ideal.
Porque Roberto nunca había podido superar el abandono de su padre y se había criado bajo la sombra de un exitoso y carismático medio hermano, incapaz de desarrollarse plenamente en ningún aspecto de la vida.
Porque Roberto había decidido vengarse de aquel, quien consideraba ser el culpable de todas sus desgracias.
Ésta podría haber sido una escena más entre tantas otras, sino fuera porque pronto Damián comenzará a sentir mareo y náuseas. Tomará una pastilla pero ésta no le ayudará porque sus células están siendo privadas de oxígeno, como resultado de una reacción en cadena que ya nada ni nadie podrá detener.
Si no fuera porque pronto Damián caerá al piso agonizante de dolor y se preguntará, en el último pensamiento lúcido de su cerebro antes de empezar a convulsionar, por qué será que su hermano lo mira con ojos tan fríos, desde una inmovilidad casi espectral.
Y morirá sin saberse víctima de viejos rencores y envidias, del dolor jamás sanado de un niño a quién nunca nadie amó. De un niño solitario y atormentado cuya herida abierta nunca ha dejado de sangrar, y que, ahora más que nunca, seguirá sangrando, cada vez más dolorosa, hasta el fin de sus días.
Comentarios (11):
JUANA MEDINA
17/01/2019 a las 16:58
Salud Cecilia Kleiman:
Primera vez que leo algo tuyo. Me ha gustado mucho. El clima de siesta de la pampa argentina, el silencio entre paisanos (hermanos o no) mate por medio, Las repeticiones de comienzo de párrafo que marcan algo que determina el ritmo especial de la historia. Y el comentario final.
Si me permites, tengo una sola sugerencia para el párrafo que comienza “Porque mientras Damián había tenido todo…” creo que quedaría mejor lo que detallas del padre y la guitarra antes de “Roberto no había tenido nada”.
Te felicito de corazón.
Galia
18/01/2019 a las 17:44
Juana, muy bien ambientado el relato,casi se puede decir que vamos siguiendo paso a paso la escena. La eterna rivalidad entre hermanos en un ambiente pampeano.
Si quierespasar por el mío, estoy en el 65.
Saludos.
Clara
IreneR
18/01/2019 a las 18:49
Buenas, Cecilia Kleiman.
Me ha gustado la escena y la ambientación. La motivación de venganza de Roberto está clara y es entendible. Las palabras est´n bien integradas al texto y ninguna de ellas desentonan.
Me lié un poco con esta frase: “luego de que su padre dejara a la madre del último por la madre del primero.”.
Nos leemos.
UN saludo.
beba
19/01/2019 a las 03:27
Hola, Cecilia:
Hemos coincidido en la historia motivadora: Caín y Abel. Muy bueno tu relato; claro y bien tramado. Hay una conjunción muy fuerte entre el ambiente de la siesta pampeana y el tono tenso del cuento, que produce un ritmo lento y ominoso.
Sólo me pareció mejorable la construcción del párrafo siguiente: “Porque mientras Damián lo había tenido todo, Roberto no había tenido nada. Un padre que lo acompañó en cada recital de guitarra, popularidad entre sus pares y entre las mujeres, una exitosa carrera y una familia ideal.”Creo que es más claro citar las ventajas de Damián como un todo, y luego mostrar al desprovisto Roberto.
Un saludo.
V. Arenas
19/01/2019 a las 16:04
¡Buenas, Cecilia Kleiman!
Tu relato me ha resultado muy bien narrado. Me gusta la manera en que vas, paso a paso, desvelando lo que hay tras esa escena, que tan bien describes, de dos hermanos bebiendo mate en un ambiente que parece habitual y relajada.
Con la forma de iniciar cada párrafo, haces que se desarrolle con buen ritmo. Y, personalmente, el toque dramático, incluso un poco turbio, que genera la idea de un fratricidio me ha enganchado.
Como corrección, únicamente la tilde en ‘ésta’, que según la RAE, no está recomendada (reconozco que yo a veces la sigo poniendo en ‘sólo’).
Me ha gustado tu trabajo, espero leerte en las ocasiones.
¡Un saludo!
Patricia Redondo
20/01/2019 a las 12:15
Poco que añadír a lo que ya te han dicho , y con muy buenas palabras, Beba y Juana. Muy buen relato Cecilia. La frase “y así es como el pesado aire de enero se ha quedado quieto para observar etc” me parece magistral. Ese aire de enero único testigo mudo del drama que se anticipa…
Vaya , que me ha gustado mucho. Nada más puedo decir 🙂
Nos leemos , aunque este mes no me busques porque no participé
Enhorabuena por el relato y saludos!
Selene
21/01/2019 a las 10:35
¡Hola!
Primero de todo decir que la ambientación que tiene todo el relato esta muy bien descrita, te felicito por ello. Creas imágenes claras, los intenciones de los personajes se transmiten perfectamente, y ayudan a darles una dimensión que se transmite alrededor de todo el relato.
Lo único a mejorar desde mi punto de vista quizás es la construcción del clímax final, es un relato corto y es difícil, pero creó que se desvela muy pronto lo que va “mal” en la escena. Sería mejor alargar un poquitín más la tensión, quizá un párrafo o dos más.
¡Un saludo!
ortzaize
21/01/2019 a las 10:44
hola casi un relato de la biblia,
interesante hay detalles muy bonitos que describes con soltura,
me imagino que esos compañeros espertos te habran dicho mucho mejor que yo que les ha gustado.
saludos.
María Esther
22/01/2019 a las 02:28
Hola Cecilia Kleiman, tu relato me ha gustado mucho, desde el comienzo, con esa vaguedad aparente, con imágenes que no se concretan, que están como dudando presentarse.
De pronto, con mucha nitidez se los ve a los protagonistas, en una atmósfera muy especial, sentados alrededor de una mesa, compartiendo un mate con una partida de truco en medio de la pampa.
La presentación, la descripción con ese ritmo lento, sintiendo el calor del mes de enero, en un silencio inquietante, crea tensión. Tensión que que no debió cortarse todavía.(Aquí opino como Selene). Pienso que el relato debió seguir transcurriendo con el mismo estilo y tiempo verbal, sin cambiar al futuro, y volviendo al pretérito. Es como dice Beba reordenar esa parte.
Es una pena que ahí la tensión bajó de golpe y no lograste seguir manteniéndola,según mi modesta opinión.
De todos modos te repito que me gustó mucho leerte.
Saludos, espero encontrarte en la próxima.
Josè maría
25/01/2019 a las 17:00
Hola Cecilia,me gusto tu relato ,busque la palabra yergue en el diccionario ,no es muy usada por aqui ,un saludo y mi relato es el 85 por si quieres pasarte
Cecilia Kleiman
27/01/2019 a las 12:33
Hola a todos, muchas gracias por sus comentarios,me son muy útiles. Trataré de devolverles la visita a cada uno.
Un abrazo.