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Vergüenza rota - por Helena SaurasR.

Web: http://rodoreda.wordpress.com

No recuerdo nada más vergonzoso en mi familia. Y cómo se descubrió y todo lo que vino después. La formábamos siete personas con los abuelos incluidos. Llevábamos tres años ahorrando para algo que cambiara nuestras vidas. No recuerdo sacrificarme tanto. Nuestras pagas semanales estaban requisadas desde hacía meses. Todo era para ese supuesto viaje que vivíamos con ilusión antes de realizarse.

Todo el mundo era feliz hasta que mi hermano Nico rompió la hucha.

—¿Pero que haces, animal? —le reprendí—. Ya puedes recoger todo el dinero y dármelo.

Nico se agachó y me dio unas monedas. No llegaban a tres euros.

—¿Y los billetes?

—No había nada más —contestó encogiéndose de hombros.

Mi hermano vio mi cara tan desencajada que se quedó con los hombros encogidos, sin posibilidad de volverlos a su estado natural.

—¿Cómo que no había nada más? ¡Ya verás cuando hable con papá esta noche! ¡Te vas a enterar!

Lo peor de todo es que dudé de él y le pegué un bofetón. Se quedó con una mejilla encendida y las lágrimas rebosaron de sus ojos.

***

Durante la cena intenté contar lo que había pasado.

—No vamos a ir a ningún lugar. ¿No lo entendéis? —dije al fin al borde de las lágrimas—. La hucha estaba vacía.

Mi padre gritaba. Mis abuelos estaban muy decepcionados. Mi hermana Marisa no me dirigía la palabra desde hacía días, pero esta noche hizo una excepción para amenazarme por haber pegado al pequeño de la casa si lo volvía a hacer. Y Nico continuaba sorbiendo mocos, derramando lágrimas y, solo hacía que repetir que había roto la hucha por accidente al tropezar con ella.

El pequeño se abrazó a mi madre. Me fijé en ella. No había abierto la boca en ningún momento y tenía la mirada ausente.

Al sentir los brazos de Nico, volvió a la realidad.

—Mamá, ¿dónde está el dinero? —preguntó Nico.

Mi madre, que había sido la última en llegar, que hacía días que siempre se retrasaba a la hora de la cena, contestó:

—Pronto lo recuperaré. Te lo prometo, hijo.

Y aquí fue cuando mi padre estalló:

—¿Ya has vuelto a la casa de apuestas, Merche? ¿Con eso te gastas nuestro futuro?

—Tranquilo, va a volver a terapia —dijo mi abuelo intentando calmar a su yerno.

—¡Para lo que le sirve! —Contratacó mi padre cargando la frase de ironía—. ¡Para juegos estamos!

***

Nadie pegó ojo aquella noche en nuestro hogar. ¿Desde cuándo mi madre era una ludópata? Y recordé discusiones pasadas, gritos, llantos ahogados y, luego la ilusión en la que caímos todos de hacer un viaje prometedor que nos alejara de la ruina.

Claro, era obvio, pensé. El viaje era parte de la terapia. Como aquel que quiere dejar de fumar y, le dicen que todo lo que gasta en tabaco lo destine a una hucha para comprar algo importante, después de un largo tiempo de abstinencia.

Mi madre se había pulido la mayoría de nuestros ahorros en poco tiempo como acabé averiguando. Lo único que el silencio nos acabó rodeando a todos y convertimos el juego en un tema tabú en nuestra casa. No hablamos más del tema entre nosotros.

Seguro que la idea de hacer un viaje todos juntos había salido de mi padre, pero ella necesitaba ayuda profesional. Fui a decírselo, pero había salido. Tampoco encontré a mi madre, aunque oí cómo se cerraba la puerta principal. Me dirigí hacia la salida y la seguí.

***

Anduve varias calles tras ella. Mi madre se dirigía hacia algún lugar que no tardaría en descubrir.

Miró a ambos lados de la calzada y entró en un salón de juego. Todo lo demás había perdido valor para ella.

Luminosa, la tragaperras reclamó su atención con música fascinante. Si ganaba, la máquina aplaudiría y, si no lo hacía, no tardaría en incrementar su ansiedad. Traté de impedirlo, llamándola por su nombre, esperando que sintiera la misma vergüenza que sentía yo.

Pero mi madre, totalmente hipnotizada, insertó una moneda, cruzó los dedos y esperó a que saliera el premio.

Me acerqué. Sonrió de manera bobalicona al verme frente a ella como si yo fuera una salvación. Enmudecí y la abracé.

Mi madre llevaba años rota y como un autómata depositó otra moneda. Fue rápida al deshacerse de mis brazos y no pude impedírselo. Después me miró reclamando complicidad.

De repente, la tragaperras enmudeció breves segundos y acabamos oyendo aplausos.

Comentarios (9):

Lavanda

18/10/2018 a las 13:48

Hola Helena:
Me pareció muy bueno tu texto. Trabajas muy bien los sentimientos de impotencia, frustración y vergüenza. Al leerlo uno sufre con el personaje.
Te sugiero fijarte en algunas repeticiones, por ejemplo: “…y solo hacía que repetir que había roto…” Pondría, (…Y solo repetía que había roto…).
Encuentro también algunas oraciones muy largas. “… Mi madre, que había sido la última en llegar, que hacía días que siempre se retrasaba a la hora de la cena, contestó…” Pondría, (… Mi madre que había llegado última y hacía días se retrasaba para la cena, contestó…).
Fue un gusto leerte.
Saludos
Lavanda

Carmen Esteva

18/10/2018 a las 19:38

Hola Helena! Tienes facilidad para describir lugares y sentimientos.

Con los dos primeros párrafos de la historia logras crear mucha expectativa y describes muy bien el alboroto que se armó luego de que se rompiera la hucha y llegara la madre. Siento, sin embargo, que todo se aclara demasiado pronto, el niño pequeño que rompe la hucha revela sin más que fue la madre quien tomó el dinero. Pienso que la tensión y el ritmo decaen con las explicaciones que vienen en los párrafos siguientes. Creo que reordenando las escenas podrías mantener la expectativa y la tensión hasta el final.

Fue un gusto leerte!

De vuelto

19/10/2018 a las 13:32

Hola Helena.
La situación es compleja y se sale de los clichés. El desarrollo me parece cortado. Es algo que me sucede cuando tengo varios momentos en un relato tan breve.

Mi texto es el #83.

Piquillín

20/10/2018 a las 17:41

Hola Helena: Me gustó tu relato. Coincido con los anteriores comentarios en que se crea muy bien la expectativa y logra tensión; pero que luego se explica demasiado. Nos leemos en la próxima. Estoy en el 96.

Verso suelto

20/10/2018 a las 18:01

Hola Helena.
Lo primero agradecer tu visita a mi relato. El tuyo me parece un buen relato. Por poner un pero quizá se podría reducir el número de personajes, los abuelos por ejemplo, su existencia crea una expectativa que no se cumple.
Me ha gustado la estructura en escenas.
Enhorabuena.

Cecilia Kleiman

21/10/2018 a las 10:52

Hola Helena
Muy buen relato que habla sobre un tema muy profundo.
En lo personal, no tengo mucho más para decir. Buen trabajo!
Si tienes ganas de devolver la visita estoy en el 113.
Un abrazo!

IreneR

21/10/2018 a las 15:58

Buenas, Helena.

Me ha gustado tu relato. Un tema complicado el de las adicciones, pero creo que lo has sabido llevar muy bien y nos has conseguido transmitir los sentimientos de los personajes.

Hay dos frases que me han sonado muy raras:
– “Mi hermana Marisa no me dirigía la palabra desde hacía días, pero esta noche hizo una excepción para amenazarme por haber pegado al pequeño de la casa si lo volvía a hacer.” Creo que falta alguna coma, pues se me hace liosa.

– “Lo único que el silencio nos acabó rodeando a todos y convertimos el juego en un tema tabú en nuestra casa.”. ¿Lo único que el silencio? En general, esta frase no la he entendido.

Aun así, buen trabajo. Nos leemos.

Un saludo.

Francisco Ebeling

26/10/2018 a las 01:55

Buen relato, es de los que más me ha gustado, muy ágil y el tema… uff complicado y bien llevado. No sé mucho de escribir y no creo poder dar sugerencias… (es que no le veo ningún problema) sólo los aplausos del final los “sentí” un tanto forzados, aunque puede ser que tales máquinas traigan aplausos: “… y caían monedas que se escuchaban como aplausos” como una alternativa.

Felicitaciones.
Francisco E.

Laura

28/10/2018 a las 15:19

Hola Helena.
Relatas una situación real, actual.
Considero que hay muchos personajes, y la escritura algo a los saltos.
No entiendo la frase: Mi madre llevaba años rota.¿tiene que ver la adicción al juego y la doble vida a la que la lleva esta situación?
Mis saludos.

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