Literautas - Tu escuela de escritura

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Renacer - por Alétheia

Diferentes longitudes de onda irradiaban el espacio cuando reinicié la conexión con el exterior. Distinguía cientos de tonos: metálicos, apagados, azules galácticos, violáceos…
Podía ver incluso mi propia esencia, flotando tan relajada. ¿Qué eran todas aquellas sensaciones?
Estaba asombrado mirando hacia todas direcciones cuando una fuerza comenzó a tirar de mí aumentando la velocidad exponencialmente. En ese momento empecé a visualizar un flujo de imágenes que transcurrían a un ritmo alienado. Imágenes que evocaban los recuerdos de mis múltiples vidas. Después de todo, era capaz de conservar todas aquellas experiencias en el horizonte de sucesos de la memoria, impidiendo que cayeran al agujero negro del olvido.

Mientras tanto mi presencia seguía interfiriendo con las ondas, y viajando me enredaba entre brazos de galaxias que formaban un verdadero laberinto cósmico.
Las partículas se me pegaban por el camino, y se amontonaban formando un cuerpo que sólo adquiriría su forma al frenar.
Luz. Luz cada vez más cegadora. Finalmente todo se volvió oscuro. Y al no poder ver nada fue cuando me dí cuenta de algo maravilloso: también escuchaba.

• • •

Dos viejos amigos van a encontrarse en la cafetería matutina. Nicolás se sienta en la mesa más próxima a la ventana, y espera.
¡Corre! si no quieres llegar tarde, porque tú eres ese amigo al que espera. ¿De verdad te has vuelto a quedar pegado en las sábanas? Vaya desastre.

—Siento haberte hecho esperar. Buenos días —dices tú en tono avergonzado.

El jazz inunda toda la habitación, comportándose como un fluido sonoro que se expande en todas direcciones adaptándose a la forma del recipiente. También oyes cucharillas metálicas y el murmullo de fondo de los clientes, pero Nicolás sigue inmutable leyendo el periódico.
De modo que decides ir pidiendo los dos cafés más espumosos y un par de tostadas. Cuando vuelves lo observas, pero no le dices nada porque parece tan concentrado que no quieres interrumpirlo.

—Buenos días. Discúlpame por la tardanza —articula al fin Nicolás, abriendo pronunciadamente sus ojos.

Te quedas desconcertado, “¿pero no era yo el que había llegado tarde?” piensas.
Sin embargo él parece tan parsimonioso, que da la impresión de que no sabe dónde está ni le inquieta nada. Te sonríe.

—Hoy querido amigo, vengo a contarte algo diferente.
—Vaya, ya me estabas preocupando. ¿Qué has encontrado en el periódico?, ¿otra de tus creativas reflexiones en base a las noticias? No sabes cuánto las echaba de menos —le comentas aliviado a la par que con curiosidad.

—No estaba leyendo el periódico.

Este Nicolás no deja de desconcertarte, ¿será posible? Como no sabes qué responder, permaneces callado.

—Verás… desde hace unas semanas estoy sintiendo las cosas de un modo muy distinto. A veces me siento muy indefenso, porque es como si viviera todo por primera vez. Y hoy estoy lo suficientemente convencido de que he vuelto a nacer.

—Pero, ¿qué quieres decir con eso, que dispones de un pasaporte para viajar a tu primera concepción del mundo? —insistes incrédulo.

Parece tan serio y convencido con lo que dice, que optas por seguir escuchándolo hasta que acabe.

—Cuando abro los ojos por la mañana, ¿sabes lo que veo? Colores, cientos de colores nuevos. Después oigo, y cada vibración me parece única. Siento el tacto del aire, mi peso sobre la silla, tu respiración. Creo que ya no puedo acostumbrarme al mundo, porque es imposible acostumbrarse a algo tan extraordinariamente cambiante.

• • •

Lo que escuchaba cuando aterricé en algún remoto lugar de aquel cuerpo celeste era una canción de Miles Davis y el sonido de las cucharillas metálicas al chocar contra las tazas de café.

Comentarios (6):

Luis Ponce

17/08/2018 a las 23:49

Hola Alétheia:
Muy interesante el juego de los tiempos y los espacios relativos. Me ha gustado la manera en que has desarrollado y fundido al mismo tiempo dos escenas en tiempos y espacios diferentes. Bien escrito con el toque del café y Miles Davis que te ponen con los pies sobre la tierra.
Te felicito. Nos leemos.

Amadeo

19/08/2018 a las 01:14

Alétheia:
Primero agradecer tus comentarios a mi texto.
Demasiados todo, todas, todo… muy cercanos. Igual por la cantidad de gerundios.

Noto que hay un (o varios) cambios de narrador. Buen efecto el cambio de tiempos y escenarios: uno concreto real y el otro galáctico.
Saludos
Amadeo, Aragentina.

Sophie

19/08/2018 a las 17:16

Hola, Alétheia:
Para empezar, te diré que la primera parte me parece fantástica. He disfrutado al leerla. Muy original.
El adjetivo que has utilizado para la cafetería no lo encuentro apropiado “la cafetería matutina”, pero solo es mi parecer.
También los signos de admiración e interrogación los cambiaría un poco, pero no soy una experta y prefiero que los revises tú.
¡Enhorabuena!
Nos seguiremos leyendo.
Saludos

Alétheia

19/08/2018 a las 19:38

Muchas gracias por dejar vuestros comentarios.
Amadeo, es totalmente cierto que repito esa palabra, y no me había dado cuenta. Normalmente tengo cuidado con esas cosas, pero menos mal que tú me lo has dicho.

Sophie, con la cafetería matutina dudé, porque la idea se entiende pero si más personas me dicen que suena raro puede ser otro fallo a mejorar.

Laura

20/08/2018 a las 12:04

Hoa Alétheia.
Tu relato es muy interesante, atrapa desde el comienzo y luego cuando pasas a la segunda persona nos vuelves a tierra.
Dejas un interesante mensaje de volver a mirar la belleza de nuestro mundo.
Hasta la pròxima.

Lujabal

21/08/2018 a las 17:10

Hola Alétheia :

Tu relato me ha gustado mucho. Lo que más destacaría sería la increíble y detallada descripción que haces del espacio. Lo que creo que es mejorable es el diálogo.

Felicidades.

Un saludo.

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