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Las venas aún están abiertas en América latina - por Pato Menudencio

Web: https://menudencio.wordpress.com/

Miró su pasaporte inmaculado. Era la primera vez que salía de su tierra. Podría ser Chile, Colombia o Bolivia. La pobreza y la necesidad desesperada es un rasgo arraigado del Latinoamericano que nace en el lado incorrecto de la vida. Para Miguel lo suyo fue trabajar desde pequeño, apenas supo leer y sumar, sus padres lo sacaron del colegio. No necesitaba más para la vida que le habían escogido. Desde pequeño fue bueno para las labores más pesadas, y a sus veinte años, era respetado por todos sus compañeros en la construcción por poder cargar sacos durante todo el día sin siquiera reclamar. Era una vida humilde, pero se las apañaba bien, en el fondo estaba tranquilo consigo mismo. Tenía un trabajo duro, sin embargo, estaba mejor que casi todos los de su villa que ni siquiera eso podían tener. Para Miguel, mientras pudiera tener un lugar para dormir y los partidos de futbol del fin de semana se consideraba una persona afortunada.

Cuando cruzó el control de policía internacional, aquellos recuerdos de una vida que parecía lejana y ya no era suya, se desvanecieron al igual que su tranquilidad. Repasaba una y otra vez las instrucciones que “el tumbao” y “el chico terry” le repitieron días antes. “Si tomas agua te vas a la mierda”. Eso mantra lo acompañó durante todo el vuelo, si todo marchaba bien, no tendría que hacerlo de nuevo y tal vez podría darse unos días de relajo en el sudeste asiático. Ni siquiera tragó saliva cuando el avión llegó a destino.

—Miguelito, nada puede salir mal, esto lo hemos hecho un montón de veces—la voz del “Tumbao” trataba de seducirlo.
—¿Por qué no van ustedes? — se defendía Miguel.
—Porque estamos fichaos hermanito— el chico Terry se unió a la conversación— además usted está todo cagado, nadie lo va a contratar después del accidente y eso lo sabe. ¿Qué más puede hacer?

Era verdad, sólo hace dos semanas que había salido del hospital. Una caída de altura le fracturó y deformó la pierna derecha, la décima vértebra torácica estaba convertida en una papilla que sólo podía mantenerlo en pie de milagro. Trató de cobrar indemnización en la obra donde estaba, pero en el mundo es imposible luchar contra los poderosos, ahí se llevó otra derrota. Con seis años de escolaridad era poco lo que podía hacer, sumado a su nueva discapacidad el horizonte no se veía para nada alentador.

—¿Qué más puedo hacer? — se dijo resignado…

El sudor que le corría por su rostro se confundía con sus lágrimas de angustia, de un golpe sus recuerdos se desvanecieron y lo hicieron chocar con la realidad. Sabía que la soga que apretaba su cuello acabaría por su aventura desesperada en el Sudeste Asiático. Por un momento creyó que todo saldría bien cuando estuvo a dos metros de la puerta de salida del aeropuerto, pero todo fue un laberinto sin salida.
Los oficiales apuntando con sus armas, la eliminación de los ovoides, la cárcel en condiciones infrahumanas. Estar en un lugar que no es el suyo con un idioma desconocido.

Toda su vida aguantó lo mejor que pudo su destino y para la única vez que se desviaba tan solo un poco, todo caía de forma implacable sobre él.

El no era una mala persona, y por más que lo gritaba, nadie lo escuchaba. Para las Autoridades era un delincuente, una cifra más. Sólo la pena de muerte sería un disuasivo para que otros no hicieran lo mismo.

Miguel sólo quería el dinero para poner un negocio en su barrio. Ningún banco le prestaba la plata y su situación le cerraba todas las puertas. ¿Qué dirá su familia de todo eso? Su mamita no alcanzó el vuelo para verlo por última vez y de seguro en las redes sociales muchos escribirán que se lo merece por ser un delincuente.

¿Acaso de tener mejores oportunidades su vida habría sido distinta? De seguro que sí. Muchas veces, mientras trabajaba en construcción, veía al arquitecto pasearse con autoridad en la obra. Miguel lo envidiaba. Ese pudo ser su destino de haber nacido en otro lado, sólo sabía trabajar. ¿Qué pasa cuando pierdes hasta eso?

Miguel en un acto desesperado busca alguna mirada que muestre un poco de clemencia, lo único que encuentra es la frialdad a miles de kilómetros de casa. Aún maldice a los que lo metieron en eso, lo pillaron volando bajo y todo se arruinó.

En cualquier momento todo habrá terminado.

Comentarios (12):

IreneR

17/08/2018 a las 21:52

Buenas, Pato Menudencio.

Una historia triste, dura y, desgraciadamente, muy real. Es una pena que haya personas que, al igual que Miguel, se vean obligadas a correr esos riesgos para poder salir adelante.

Sobre el texto, hay algunas las rayas de diálogo no están bien puestas. Estas siempre van pegadas a las palabras del narrador.

Un saludo.

Miguel Rojas

17/08/2018 a las 21:57

Hola Menudencio.

Este es un relato bastante crítico, me gusta. Lo único que no me gusta es que me hayas tomado a mí para hacerlo jajaja.

Es espectacular la forma en que lo narras; y no dices nada, lo muestras. En su desesperación, el tocayo cayó en los bajos mundos del narcotráfico. Si no existiese una desigualdad tan arraigada sobre estas tierras (y la verdad es que no solo aquí, sino en todos lados), casos como los de Miguel no ocurrirían. La apatía de otros crea el esfuerzo excesivo de los demás, y cuando algo les ocurre prefieren mirar para otro lado. Lamentablemente así es el latinoamericano promedio: «quítate tú pa’ ponerme yo», «si él/ella ya lo hizo, ¿para qué lo voy a hacer?», «si ganaste dinero, algo malo tuviste que hacer para conseguirlo». Vivimos tan enfrascados en el clasismo y en ideas absurdas que preferimos «crecer» por nuestra cuenta antes que ayudarnos entre todos. Yo espero (y aspiro) a que esa mentalidad cambie pronto.

¡Saludos!

Yoli

18/08/2018 a las 10:49

Hola, Menudencio.
Un relato duro y triste. Por desgracia hay muchos Miguel en el mundo que hacen cosas ilegales para poder sobrevivir o vivir lo más dignamente que se pueda. Y es una pena que los demás solo vean a un delincuente, si se esforzaran en verlo tal y como son, no habría tanto odio en la gente. Me ha gustado mucho.

Saludos

Olivia

18/08/2018 a las 18:28

Hola, Pato Menudencio:
Opino igual que los demás, este es un triste pero muy bien contado relato.
En el texto, quizás sería bueno que revisaras el tema de los diálogos y también he encontrado algunas mayúsculas de más (Latinoamericano, Sudeste Asiático, aunque en otro lugar aparece en minúscula) , pero la historia en sí vale mucho la pena. Un saludo!

beba

18/08/2018 a las 19:53

Hola, Pato Menudencio: Realmente, como anticipaste, es una experiencia de escritura muy diferente de tus textos habituales.Aquí no hay espacio para las bromas, las irreverencias; la realidad es muy dura y dolorosa. Buen personaje.

De vuelto

19/08/2018 a las 20:13

El tono de la historia es anecdótico, más tipo crónica que relato. No me agradan los cuestionamientos que plantea porque siento que el narrador se quiere poner en posición de juzgarnos. Prefiero tus otros trabajos, sin duda.

Mi relato es el #45

María Jesús

20/08/2018 a las 08:30

Hola Pato: me ha gustado ese relato crudo que has escrito. Describes bastante bien lo que sucede cuando a una persona se le priva de oportunidades y cuando le sucede un infortunio debe tomar decisiones desesperadas con dramático resultado. Buen trabajo.
Un saludo.

Carlos Alma

20/08/2018 a las 08:37

Hola Menudencio.
Me ha gustado el realismo de tu texto, es intenso. También lo bien que fluctúa entre ubicaciones tanto en el tiempo como de lugar. Aparte de alguna errata en deletreo y lo mencionado de los guiones del diálogo No hay nada que encuentre errado.
Un saludo y yo estoy en el 104 por si te apetece leerme.

Osvaldo Vela

21/08/2018 a las 04:33

Hola Pato, yo estoy de acuerdo con beba, en este escrito eres alguien totalmente diferente al de otros talleres pero es grandioso ver esa nueva faceta de tu personalidad como escritor.

El tema que tocas lo he vivido muy de cerca en Medico en los últimos años. Mi negocio de restauran estaba a solo dos cuadras del Consulado Norteamericano .

He visto pasar miles de trabajadores del campo con rumbo a la recolección de verduras en Estados Unidos y he conocido de las irregularidades por la, que tienen que pasar y, ellos son los que emigran con visa de trabajo.

Los que viajan enganchados o de mojados sus vivencias son peores muchos no regresan. El campo mexicano abandonado. Padece de la mano de obra capacitada.

Por esa necesidad los coyotes y enganchadores hacen uso y abuso de la gente de trabajo.

Te felicito por resaltar lo que pasa en américa latina con aquellos que buscan una vida mejor.

sigue escribiendo.

Wolfdux

21/08/2018 a las 07:35

Cuanto tiempo sin saber de ti. Un texto, que como ya han dicho los compañeros, muestra un tema serio y duro. Un abrazo.

Matilda Bookworm

21/08/2018 a las 09:56

Hola Pato Menudencio,

Describes una situación desgraciadamente real de manera muy elegante. El hecho de que todo esté implícito en las descripciones y en las emociones del protagonista no hace sino agravar el sentimiento de pena, rabia e impotencia que destila el relato.

Hace poco he descubierto estos retos, así que no he tenido la oportunidad de leerte en tus otras facetas (como más arriba comentan), pero estoy deseando hacerlo.

Mi relato es el 18, por si te apetece pasarte.

Saludos,
Matilda

Patricia Redondo

01/09/2018 a las 08:11

Hola Pato

Me ha gustado. Muy buena historia y bien contada. No me busques por que no escribí, la musa lleva meses sin pasar por casa.

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