La caída había sido tremenda. El suelo del primer piso se había desplomado sin previo aviso. Traté de agarrarme al tronco de la enredadera que atravesaba el edificio durante el descenso, pero todos mis esfuerzos habían sido inútiles. Igual de inútil que intentar desbloquear la puerta principal del establecimiento.

Me levanté con precaución, intentando averiguar si me había roto algún hueso, pero todos parecían intactos. No eran más que magulladuras de las que ya me preocuparía más tarde. Era la recta final y en eso debía concentrarme.

Todos los indicios apuntaban a que la clave se escondía en la tienda de sombreros. Sólo a El Profesor se le ocurriría esconderla allí. Debía localizarla, introducir los número en el Artefacto… ¡Oh, el Artefacto!

Me eché la mano al bolsillo y lo saqué con cuidado. Debía comprobar que no se había roto al caer. Por suerte el led seguía parpadeando y el temporizador continuaba su cuenta atrás… ¡¿2 minutos 59?! Lo guardé otra vez en mi bolsillo y comencé a rebuscar desesperadamente entre todos los sombreros. Tenía que estar en uno de ellos, pero había miles. Todos apilados en el suelo. No tenía tiempo para revisarlos uno a uno. Necesitaba pensar algo y rápido.

Me volví hacia la enredadera. Si trepaba por ella tendría una mejor visión del establecimiento y por tanto, más posibilidades de localizarla.

En apenas unos segundos me había encaramado en una rama que me proporcionaba una visión cenital de la sombrerería. Intenté localizar desde allí la prenda de fieltro que cambiaría mi destino, pero todos parecían iguales. Nunca había llegado tan lejos en la prueba, pero me imaginaba que cuando estuviera frente a la clave la reconocería sin dudar. Solía imaginarla desprendiendo un halo luminoso. Pero al parecer, El Profesor era mucho más retorcido. Le encantaban los juegos.

Un juego. ¡Eso era! Entorné los ojos y lo vi. Los sombreros se amontonaban en hileras que parecían formar un laberinto. Tenía que estar allí, al final del recorrido. Si lo resolvía la encontraría.

No perdí demasiado tiempo en averiguar el trazado. Lo recorrí todo lo rápido que mis piernas y mi memoria me lo permitieron. Izquierda, derecha y otra vez a la izquierda. Si mis cálculos no me fallaban sólo tenía que torcer una vez más a babor y la encontraría. Giré ansiosa, pero todas mis esperanzas se desvanecieron tras darme de bruces contra una pared de ladrillo.

¡No, no y no y otra vez no!

Caí de rodillas decepcionada. Mis sueños se esfumaban. Me tocaría empezar una nueva vida y renunciar a mi sueño.

Desde la evacuación soñaba cada noche con volver a casa, con volver a La Tierra. Volver a convertirlo en el planeta habitable que era antes de El Incidente. Y para eso necesitaba encontrar la maldita clave y aprobar el examen.

El Examen Lógico era la última de las cinco pruebas. Sólo te permitían fallar dos veces en total. Si fallabas una tercera estabas fuera. Por supuesto yo estaba ya en el tercer intento.

Me incorporé una vez más. Mientras quedase tiempo tenía que intentarlo. Y de pronto lo vi. Un poster de Casablanca adornando aquel muro de ladrillo. A El Profesor le encantaba la película. De hecho, mi primera prueba fallida había sido una simulación en la ciudad marroquí.

Observé atentamente la lámina y la descolgué con cuidado. Miré en la parte de atrás, pero ni rastro. Lo colgué de nuevo y decidí observarla desde otra perspectiva. De un lado, de otro. Un leve pitido procedente del Artefacto me indicó que había entrado en los últimos 30 segundos. Me froté lo ojos con cuidado y entonces la vi. Cuatro dígitos en la banda del sombrero de Bogart. 3246. ¡Cómo no! Mi número de identificación. Lógico.

Metí la clave a toda prisa y pulsé el botón.

Oscuridad.

El examen había terminado.

¿A tiempo?

Una luz brillante comenzó a aproximarse a toda prisa desde el oscuro horizonte y acto seguido un fuerte flash. Parpadeé varias veces hasta encontrarme con la mirada indescifrable de El Profesor.

Cadete – hizo una pausa – Espero que tenga listo su pasaporte. Deberá tomar una nave esta tarde hacia la Estación Satélite. Allí le informarán de su primera misión. Enhorabuena.