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“Colonia de humanos, o la trágica molestia de existir” - por Luciano Sívori
Web: http://www.viajarleyendo451.blogspot.com.ar
“Colonia de humanos, o la trágica molestia de existir”
—¿Por qué hay algo y no más bien nada? —había dicho Paula, la nueva profe de Filosofía. Estaba buena. Tendría apenas unos treinta años, chiquitita, de lentes, morocha, recién salida de la facultad—. O, como dijo ese científico “rockstar” de nuestra era (ese en silla de ruedas, con voz de robot, que apareció en algunos capítulos de Los Simpsons): “¿Por qué el universo se toma la molestia de existir?”. Esta es la pregunta fundamental que se hace la Filosofía. Al contrario de lo que algunos pseudo-terapeutas profesan: no busca dar respuestas edificantes ni tranquilizar angustias diversas. Todo lo contrario: ¡se propone crearlas!
Estaba clarísimo todo lo que ella quería mostrar con su introducción: (1) Se había criado en los noventa (ningún pibe de diecisiete años hoy ve Los Simpson) (2) Era canchera, como Merlí, pero en versión mujer. (3) En su horizonte de planificación proyectaba martillarnos todo el cuatrimestre con ideas heideggerianas (4) Es preferible regalar zapatos de goma que un libro de Coelho.
—La pregunta de la filosofía para Heidegger siempre va a ser la pregunta por el Ser —seguía diciendo ella. Malabareaba con las palabras. Que si podíamos separar las ideas de Heidegger de su relación con el partido Nazi. Que a los filósofos iba a enfrentarlos unos con otros, retroalimentarnos, ponerlos en tela de juicio. Que a lo mejor veríamos alguna película. El séptimo sello o Sueños de Libertad, dijo.
Me alegró su propuesta cinematográfica. Al menos no era tan cliché. El año pasamos habíamos visto Matrix (la segunda) con un profesor que sabía tanto de filosofía como yo de sexo. Nos hizo hacer un trabajo que todos copiaron de Internet y no se dio cuenta.
No se dio cuenta o no le importó.
Creo que no le importó.
Miré por la ventana. Cientos de hormigas se movían ordenadamente en dos filas. Unas iban hacia el árbol, otras volvían al hormiguero con un trozo de hoja encima. Ellas sí que la tenían fácil. Las hormigas no se preguntan por el ser, ni por la muerte, ni por Dios. Las hormigas no se preguntan por nada, en realidad.
—Es que la filosofía viene a incomodar más que a calmar. Por ejemplo, se cuestiona cosas que los animales no se preguntan. En este sentido, ¿no les parece que el hombre es la más patética creación? No sólo sabe que muere, sino que a eso le agrega la consciencia de la muerte.
Me acordé de que, a mis seis o siete años, tenía dos paneles de vidrio con tierra en medio y pequeños túneles que iban de una celda a otra. Ahí mantenía mi colonia. A los trece años decidí deshacerme de aquel juguete opresor, liberar a los pobres bichos, devolverlos a su naturaleza. Ya era grande para estar jugando con hormigas o cuestionarme por qué trasportaban ramitas de un lado a otro.
—¿No somos, al fin y al cabo, finitos en medio de la infinitud, imperfectos en medio de la perfección?
Cuando entré a la escuela dejé de peguntarme ciertas cosas. Olvidé el tema de las hormigas. En el laberinto resonante de mi mente sólo cabía espacio para moverme en la colonia de humanos, memorizando respuestas en modo automático. Porque quiénes respondían de manera correcta sacaban buenas notas. Porque me daba miedo no tener afirmaciones ante las preguntas que me hicieran. Porque levantar la mano era signo de debilidad, era poner en evidencia que no sabía nada.
Seguí mirando a las hormigas por aquel cristal de vidrio que representaba mi propio confinamiento. Tenía mi pasaporte actualizado y ciudadanía española. Al terminar la secundaria podría tranquilamente estudiar allá, dejar Argentina.
—Utilizan esas hojas para alimentar a un hongo que cultivan en lo profundo de sus hormigueros… —escuché decir a la profesora y yo levanté la mirada, extrañado—. Ese hongo es su alimento. Y van en fila gracias debido a que, previamente, hormigas exploradoras dejaron una especie de “rastro químico” que guía el camino de ida y de vuelta.
¿Cómo era posible? ¿La filósofa-bruja había leído mi mente?
—Esas exploradoras son, para nosotros, aquellos grandes héroes del pensamiento. Allanaron el camino. Instrumentaron la práctica de vivir sabiendo que vamos a morir.
Entonces lo entendí. Yo no era el único. Toda la clase observaba a las hormigas a través de la ventana. ¿En qué momento mi divague existencial se había convertido en una actividad colectiva? No llegué a descubrirlo. Sonó el timbre. Todos salimos apurados del aula.
Comentarios (8):
De vuelto
17/08/2018 a las 23:45
Pese a que le da originalidad y personalidad al cuento, la poética creo que le quita ritmo. Lo que sucede es poco y creo que es el interés del autor de hacernos partícipes de su divagación propia.
Mi relato es el #45
beba
18/08/2018 a las 01:31
Hola, Luciano: Un relato elegante y rico en figuras; también original, como siempre. A mí me resulta floja la trama, porque divaga en la nebulosa de la mente adolescente, sin acciones resolutivas.
Un saludo.
Doralú
20/08/2018 a las 21:04
¡Hola Luciano Sivori!
Todo un placer leer tu relato del mes. Es un relato bien estructurado y coherente. Mantuviste mi atención en el tema existencial que presentas de manera sencilla, fluida y hasta irreverente diría yo.
Un abrazo
Luciano Sívori
21/08/2018 a las 16:49
¡Gracias por los comentarios! Como siempre digo, aprovecho este espacio para experimentar con las palabras y los cuentos. A veces sale mejor, a veces no tanto.
Estel Vórima
24/08/2018 a las 08:04
Me ha parecido uno al reflexión interesante sobre lo que sucede en muchas aulas. Cuando has hablado de Matrix y el trabajo copiado de internet. Como has reflejado el miedo que muchos hemos sentido al levantar la mano y confirmar que no sabemos, se toma como signo de debilidad pero en realidad es valor y curiosidad. Sí, he tenido ocasión de trabajar como profesora, además de ser alumna muchos años y has has Plasmado bastante bien el mundo de la educación, plagado de desgana y destinado a crear autómatas que respondan “correctamente” Ena lugar de hacer preguntas y buscar por ellos mismos la respuesta.
Tu vecina, Sueños Escritos.
Chus Galego
25/08/2018 a las 07:14
Hola, Luciano.
Me ha gustado mucho tu relato por muchas razones. La primera es porque está bien escrito y se deja leer con fluidez. Lentamente, eso sí, pero con fluidez. La segunda, porque es de lo más original que he leído por aquí en cuanto al contenido.
La voz narrativa de un adolescente inteligente pero tímido me resulta creíble. La metáfora de las hormigas/personas es un logro que resuelves de forma magistral al final. Ese “Todos salimos apurados del aula” creo que es más importante de lo que puede parecer. Esas hormigas exploradoras que guían… Creo que dices mucho y que lo que dices se presta a interpretaciones. Eso es lo que me gusta de un relato. Enhorabuena.
Que pases un feliz sábado.
Cecilia Kleiman
26/08/2018 a las 21:37
Luciano, aplausos para vos!!!!
Coincido con Chus Galego en que esta historia difiere de las que habitualmente se encuentran en esta plataforma.
Tu relato es inteligente, hace alusión a Stephen Hawking y a Heidegger, y toca temas muy profundos.
Mi relato(n° 57) hace alusión a una ciudad muy famosa pero sin nombrarla. Te animo a darle una mirada y descubrir qué ciudad es 😉
Tu relato también me recuerda a uno mío que publiqué en mi blog, el cual tiene lugar en una clase de música. Te agradecería mucho que lo leyeras y me dieras tu opinión. Creo que tenemos estilos un poco parecidos y sería bueno compartir lo que hacemos.
Aquí está el link:
http://depoetasydelocos.com/2018/06/03/en-la-clase-de-musica/
Sigue así!!!
Saludos
Patricia Redondo
01/09/2018 a las 08:18
Curioso el relato, y original , tanto en su planteamiento como en su forma. Me ha gustado , aunque ese final , en el que efectivamente nada se resuelve, hace que decaiga un poco , al menos para mí.
No me busques que no envié nada.
Saludos!