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Cazar Horizontes - por Martín
El autor/a de este texto es menor de edad
La tensión se sentía en el aire. El delicado rostro del niño estaba salpicado por lágrimas. En el rojizo color de sus ojos se advertía lo humillado que se sentía. También su nariz había enrojecido. El niño simplemente se encontraba parado en el medio de la habitación, buscando fuerzas para no caer a causa de la angustia.
Su boca estaba sellada, pero su mirada lo decía todo:
«No te vayas, papá».
La mujer se aferró a su niño gimoteando y vio como la puerta se cerraba. El hombre alzó su valija. La familia se desarmaba, y la criatura no tenía edad para entender el porqué. Solo podía oír pasos alejándose hasta perderse entre los bocinazos de los autos. El niño se volteó, entre sollozos y lamentos.
Cada amanecer era desgarrador. La puesta de sol incendiaba la tierra. El canto del gallo hacía que sangraran los oídos. Si no estaba su padre, cada mañana era un infierno. El muchacho recordaba cada momento vivido con su padre. Cada viaje, cada cena, cada broma, cada sonrisa, y lamentablemente, cada pelea. La disputa de aquel lejano día había sido la definitiva. El hombre había empacado su ropa, guardado sus libros, tomado el documento y el pasaporte, tomado las llaves del auto, y se había lanzado al mundo.
Pero el niño era ahora muchacho y tenía la edad suficiente para razonar. El muchacho encaró a la madre y escupió la verdad. Su padre se había ido por culpa de la mujer que tenía enfrente. Luego de mostrar su ropa empacada en una mochila abrió la puerta y salió. Atravesaba un simple umbral, pero que cambiaba su vida.
Cuando el administrador respondió afirmativamente al nombre de su padre, el muchacho se paralizó. De pronto se trataba de un niño otra vez. Las correas de la mochila se volvieron de gelatina y resbalaron de los hombros. El hijo fue direccionado por su instinto al departamento indicado. Luego de sortear un laberinto de numerosos e interminables pasillos, halló la puerta correcta.
No le fue necesario tocar. Él niño sentía la presencia. La puerta fue abierta inmediatamente, pues la persona del otro lado también sentía la presencia. El medio metro que recorrieron ambos fue infinito. Las extensiones superiores se extendieron, las piernas corrieron, las comisuras se estiraron, las retinas se humedecieron, y padre e hijo se abrazaron. No importaba lo que pasaría después. Solo les importaba ese momento, juntos, abrazados. Podrían hacer lo que sea si estaban juntos. Podrían vencer a cualquier enemigo. Juntos, podrían cazar horizontes.
Comentarios (8):
eris
18/08/2018 a las 11:50
Hola. Me ha gustado tu relato, lo veo bien escrito y correcto. Me ha gustado ver la evolución del personaje (eso de juzgar en un principio lo que ve y luego darse cuenta de que el culpable es alguien diferente). Enhorabuena por tu relato. Saludos.
Carlos J. Noreña
20/08/2018 a las 02:43
Analizo el tercero posterior al mío: Cazar Horizontes – por Martín
Una tierna, aunque dura, manera de describir esas traumáticas separaciones familiares que siempre son un enigma para los chicos. Un final que podría ser más intrincado en un relato escrito por un mayor, pero que es justo lo que se puede esperar de la descomplicada narrativa de un menor de edad.
Hay un par de detalles que no son tan “descomplicados”: Uno, lo de ‘extensiones superiores’, ‘comisuras’ y ‘retinas’, innecesario, pues se pueden nombrar tranquilamente las partes del cuerpo aludidas; dos, la mención de un crepúsculo queda fuera de lugar insertada entre sendas menciones al amanecer.
Le doy ánimos a este muchacho que hace gala de buena inspiración.
Kein V. Raad
20/08/2018 a las 04:40
Hola, Martín
Me gustó mucho la forma en que detallaste las descripciones de la historia. Lo único que me sonó raro fue: “Atravesaba un simple umbral, pero que cambiaba su vida”.
El final, muy emotivo, lo adecuado para el relato. Bien hecho!
Saludos.
De vuelto
20/08/2018 a las 08:38
La narración es entretenida, con carga emocional y desarrollo del personaje y la situación. Siento que culpar a la madre no queda bien justificado por lo que se podría mejorar, aunque pienso que este tipo de situaciones no tienen una única causa. Hay construcciones que me agradan e imagino que tienen un sentido profundo como “cazar horizontes”.
De vuelto
20/08/2018 a las 08:38
Mi relato es el #45
María Jesús
25/08/2018 a las 08:47
Hola Martín: Tu relato me ha parecido muy hermoso, lleno de poesía. Habla de pérdidas desgarradoras y reencuentros emocionantes. La visión del niño sobre la ruptura de la pareja de sus padres me parece un poco egoísta pero los críos son así, aunque en este caso, ni de mayor perdona a la madre, pero bueno.
En definitiva, es un texto que se lee con facilidad y resulta entretenido.
Un saludo.
Agustín
27/08/2018 a las 21:28
Hola Martín:
Me ha parecido un relato muy bonito y sentimental. Me gusta como evoluciona el personaje.
Solo diré que me hubiera gustado saber qué significa para el chico “cazar horizontes”.
Un saludo y enhorabuena.
Ratopin Johnson
27/08/2018 a las 23:19
Hola Martín,
creo que la idea es buena, pero para mí has empleado demasiadas palabras en ocasiones en algunos párrafos. Queda todo un poco recargado. Por ejemplo el primero:
“El delicado rostro del niño estaba salpicado por lágrimas. En el rojizo color de sus ojos se advertía lo humillado que se sentía. También su nariz había enrojecido”, te extiendes demasiado y es mejor siempre ser más sencillo.
O en: “Cada amanecer era desgarrador. La puesta de sol incendiaba la tierra. El canto del gallo hacía que sangraran los oídos. Si no estaba su padre, cada mañana era un infierno” quieres darle más dramatismo, pero creo que no lo consigues.
O en “…Las extensiones superiores se extendieron, las piernas corrieron, las comisuras se estiraron,…” tengo la misma sensación, además que la palabra debería ser “extremidades” no “extensiones”.
Saludos, nos leemos