Literautas - Tu escuela de escritura

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Una fotografía color sepia - por OtiliaR.

¿Encontrará el trozo de la vieja fotografía?
Cambiada la locomotora, comprobados los grandes bogíes y bombeado el agua fresca necesaria, el ferrocarril emprende el último tramo del recorrido. Saliendo de un letargo y con cadencia lenta empiezan a moverse quinientos metros de vagones llenos de pasajeros, todos ellos con sus vivencias pasadas, los sueños futuros y con un presente común: el viaje en el Transiberiano con destino Vladivostok.

Petra mira por la ventanilla las interminables llanuras de Ulán Udé. Ve alejarse como diminutos puntos de color a los habitantes de la zona que, buscándose la vida, improvisan un mercadillo para vender toda clase de productos a los viajeros.
Hace seis días cogió el tren en la estación de Yaroslavsky en Moscú y está a punto de llegar a su destino.

Petra tomó conciencia de nombres como Rusia, Leningrado, guerra y Vladivostok el día de su séptimo cumpleaños.
Para celebrarlo, sus padres la llevaron junto a la abuela Daría a tomar chocolate, la merienda preferida de ambas. Después se dirigieron al puerto. Para adentrarse en él había que cruzar un paso a nivel en ese momento cerrado porque circulaba un tren de mercancías. Petra contaba los vagones:
—Uno, dos, …, diez, once, … ¡Qué largo!
—¿Largo? Tenías que ver los que salen de Moscú hacia Vladivostok —dijo la abuela.
—Vla… ¿qué? —rio Petra.
—Tú has nacido en Santurce, yo nací en Vladivostok. Ahora que ya tienes siete años y eres muy lista, te contaré la historia de la familia.

Así, nuestra protagonista mientras conoce la vida de sus antepasados, empieza a familiarizarse con la Historia viva del siglo XX.
Petra tenía dos años cuando el abuelo Mario murió. Él también nació en Santurce y cumplió ocho años cuando empezó la Guerra Civil. Huyendo de los bombardeos, Gernika había sido devastada, en junio de 1937 zarparon del puerto de Santurce cinco mil niños, entre los que se encontraban Mario y su hermano mayor.
Los padres les despidieron con dolor, pero con la esperanza de reencontrarse al finalizar la contienda. Nunca lo lograron.

Los barcos repartieron a los “niños de la guerra” por varios países, entre ellos la antigua Unión Soviética.
El grupo de Mario desembarcó en Leningrado. Allí fueron acogidos en diversos centros públicos diseminados por varias ciudades. Todo iba bien, comían, estudiaban y jugaban. Cuando la guerra española terminó, los exiliados en otros países volvieron con sus familias. Los “niños de Rusia” no, la dictadura comunista nos les permitió salir del país.

Lo peor estaba por llegar. En 1941 Hitler invadió la Unión Soviética, muchos niños murieron y los que sobrevivieron, fueron obligados a trabajar en fábricas de armamento. Otros, entre ellos Mario, quedaron instalados en humildes casas de campesinos donde trabajaban para comer. Su hermano huyó para no ser enviado al frente, pero antes consiguió despedirse del pequeño:
—Mario no llores, estaré bien —dijo e intentó parecer tranquilo.
—Quiero ir contigo, ama dijo que no nos separáramos.
—Tú eres joven no te mandarán a la guerra, así que cuídate y se fuerte como el aita cuando salía a faenar a la mar. Mira, haremos una cosa —propuso mientras sacaba del bolsillo una fotografía.
—La foto que nos dieron nuestros padres—gritó Mario.
—Sí, la dividiremos en dos trozos. Tú te quedarás con aita y conmigo; yo, contigo y ama, ¿te parece?
No pudieron seguir hablando, el abrazo entre lágrimas fue como si supieran que iba a ser el último.

A finales de los cincuenta, más de diez años después de terminada la guerra, el gobierno de la URSS permitió la vuelta a España de los exiliados. Mario volvió casado con Daría, querían que su hijo naciera en Euskadi. Un trozo de él, su hermano, quedó en Rusia.

Encontrar sus huellas es el objetivo final del viaje de su sobrina Petra.
Ya en Vladivostok, Petra busca, en el bullicio de la estación, una persona que muestre su nombre. Es el guía contratado, antes de emprender el viaje, para moverse por esta ciudad desconocida.
El hombre ya había buscado en varias direcciones que le mandó Petra, pero en la última pensión el cuarto estaba vacío hacía tiempo.
Deciden ir al Centro Español, allí un grupo de personas les acogen amablemente. Preguntan con la foto rota del abuelo. Entonces, todos miran hacia la chimenea, sentado al calor, observándolos expectante, hay un anciano. Torpemente se acerca a ellos y dirigiéndose a Petra, dice emocionado:
—Eres el vivo retrato de mi madre.
Las lágrimas mojan el trozo de fotografía arrugada que alarga la mano temblorosa.

Comentarios (16):

susylg

17/07/2018 a las 19:23

Un relato muy emotivo y a la vez ilustrativo para los que desconocíamos esos hechos históricos.
Mi relato también tiene como título la fotografía, tal vez te guste.
Abrazo

Laura

17/07/2018 a las 20:59

Hola Otilia.
Un gusto volver a leerte. Has escogido un gran tema,muy duro y real. Muchas heridas deja la guerra, no todas se ven.
En tu relato hay situaciones en que pasas al resumen, aunque nos obligan a ello las 750 palabras. Tal vez puedes desarrollarlo con menos límites de palabras.
Felicitaciones.
Saludos.
Hasta la pròxima propuesta.

De vuelto

17/07/2018 a las 22:38

Es agradable encontrar referencias reales, lo que da muestras de tu investigación o conocimiento. Estoy de acuerdo con Laura: se puede contar con menos, y estará mucho mejor.

Si quieres pasar por el mío, es el número 20.

isan

17/07/2018 a las 22:54

Hola Otilia:

Cuesta un montón retomar la tarea de analizar aunque no haya pasado mucho tiempo. Te he encontrado la primera de mis visitas fijas, así que no respondo de lo uqe pueda decir.

En la forma veo que sigues fiel a las 750 palabras exactas. Me ha costado un poco situarme en las fechas, pero no hay nada que no se arregle con una segunda lectura.

Qué voy a decir del fondo. El tema de los niños de la guerra desgarró a muchas familias para siempre y también a un pueblo castigado por defenderse de una dictadura sangrienta. Lo has sabido reflejar con mucha delicadeza y ternura, así que mi comentario es para quitarse el sombrero.

Hasta el próximo relato.

Otilia

18/07/2018 a las 09:35

Gracias Isan por tus amables palabras.
Espero leerte en la próxima. Saludos.

Antaviana

18/07/2018 a las 09:41

Hola!
Qué bonito escribes y que bien has tratado el tema … te felicito
Si te apetece leerme estoy en el 21
Saludos !

Galia

18/07/2018 a las 14:14

Buen día Otilia, qué alegría volver a encontrarte. Muy emotivo tu relato; te cuento, mis abuelos vinieron de Rusia y Rumania, escapando de la guerra, una historia que revuelve heridas.
Estpy en el 67 por si quieres pasar.
Saludos.
Galia

Piquillín

18/07/2018 a las 21:32

Hola Otilia: Me gustó mucho tu relato. Está narrado de manera muy ágil. En general se describen muy bien las escenas, hasta me la imaginé como una película. Por eso no me gustó “Así, nuestra protagonista mientras conoce la vida de sus antepasados, empieza a familiarizarse con la Historia viva del siglo XXI”, porque acá comenta, no muestra. No me gustó el “nuestra protagonista”, pues ya me había familiarizado con el personaje.

JUANA MEDINA

19/07/2018 a las 19:55

Salud Otilia: Conmovedor relato on un bello final.
Si le pongo un pero, es el mismo de Piquilín. Nada más.
Enhorabuena y un saludo hasta la próxima.

Leosinprisa

20/07/2018 a las 09:36

HOla Otilia,

Un bello texto, mezcla de diario de viajes y emociones, en el que uno se ve transportado a otras épocas que fueron difíciles para muchas personas.

Tan solo te pondría una puntualización. Yo siempre he escrito Guernika, pero supongo que también se podrá poner Gernika, que es lo que me ha sorprendido.

Gracias por comentar mi texto, ha sido un placer leerte. Un saludo.

Otilia

20/07/2018 a las 09:48

Gracias Leosinprisa por tu amable comentario.
He escrito Gernika en euskera, si lo escribes en castellano será Guernica.
Un abrazo.

Patricia Redondo

20/07/2018 a las 15:04

Precioso , muy cuidado , muy currado. Tierno, emotivo , sencillo. Como tiene que ser.

Felicidades

Otilia

20/07/2018 a las 15:44

Muchas gracias Patricia Redondo por tu amable comentario.
Espero leerte en la próxima. Saludos.

Estel Vórima

21/07/2018 a las 11:04

Un relato entrañable basado en esas historias, a menudo más reales de los que pensamos, en las que se mezclan presente y pasado. Felicidades

María Esther

30/07/2018 a las 01:28

Felicitaciones Otilia, me gustó mucho tu relato basado en hechos reales. Historias dolorosas, conmovedoras que no son fáciles de trasmitir. Sin embargo lo has hecho con fluidez mostrando delicadeza y buena información. Final feliz, esperado y merecido.
Saludos, nos seguimos leyendo

María Jesús

30/07/2018 a las 17:25

Hola Otilia: Has escrito un bonito relato, muy conmovedor y con un final emocionante. Daría para una novela preciosa, ya que ese tema resumido en 750 palabras ya es en sí todo un reto, pero tu has logrado hacer algo muy coherente.Además se lee fácilmente, no metes frases rebuscadas y se agradece. Buen trabajo.
Saludos.

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