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El poeta - por Pato Menudencio

Web: https://menudencio.wordpress.com/

En todos sus años como psiquiatra, Manuel López de Arrechaga había visto muchos pacientes extraños y otros no tanto. Napoleones por montones y más de algún mesías desarrapado le quitaron su tiempo de facultativo. De sus casos favoritos siempre los endemoniados ocupaban el primer lugar. Gozaba dejando en ridículo la ignorancia de católicos y evangélicos por igual, que atribuían a una causa divina la esquizofrenia de sus seres queridos. Pero si de algún caso peculiar le preguntáramos, él de inmediato diría, casi como un acto reflejo, la historia de Torcuato Soto Aqueveque.

Sucedió hace quince años, López, después de años como psiquiatra estrella del Hospital San Gustavo, decidió que necesitaba una vida más tranquila y alquiló un piso en el centro en donde instaló su consulta particular.

Un día como cualquier otro sonó el timbre. A la consulta llegó Don Torcuato acompañado de su esposa. Soto, un hombre bajito, de cincuenta años y chofer de locomoción colectiva, irradiaba un brillo particular en sus ojos, que por un lapso ínfimo de tiempo, López lo atribuyó al traumatismo encéfalo craneal que reportaba la ficha de ingreso.

La esposa de Torcuato lo acompañaba recelosa a su lado, como un animal que en cualquier momento saltaría para atacar a su presa. Su semblante denotaba cansancio y una expresión rígida, propia de aquella persona controladora que hace poco ha perdido el dominio de la situación.

—Buenas tardes Don Torcuato tome asiento— invitó amable el psiquiatra—, cuénteme ¿Qué le pasó?

—Doctor—interrumpió la esposa—, deje contarle yo lo que le pasa a mi marido. Con su problema me tiene al borde del divorcio, no soporto su forma de hablar. ¡Me tiene histérica!

—¡Cálmese señora! —dijo el psiquiatra—. Estamos entre adultos y su marido es lo bastante grandecito como para poder contestar. Don Torcuato, por lo que leí en su ficha de ingreso, padece una alteración del habla asociado a un traumatismo. Cuénteme cómo pasó.

Torcuato, que hasta ese entonces mantenía un segundo plano, casi como si fuera un mueble decorativo que trajeron a un taller, se puso de pie, miró alrededor de la sala, como si fuera a hablar para una gran concurrencia, y luego de una inspiración profunda, recitó:

“Desde el golpe en la cabeza
Que en décimas estoy hablando.
No se cómo, dónde y cuándo.
Sólo tengo la certeza
Que se me ha ido la tristeza.

Me paso de fiesta en fiesta,
Con músicos y poetas.
Mis versos son muy queridos,
Esto nunca lo he vivido
Gracias al golpe en mi testa”.

El profesional mantuvo la calma, debía ser lo más objetivo posible. Tomó su pluma Parker y anotó con rostro concentrado, luego vio a Torcuato a través de sus gafas.

—Don Torcuato, necesito hacerle más preguntas, pero me mantendré escéptico. ¿No será que usted tenía esta rima ensayada junto con varias más para sacarlas de forma conveniente cada vez que la situación lo amerite y así, matar de los nervios a su esposa? Lo digo porque mantiene las ocho sílabas, incluso respetando las sinalefas.

Torcuato sonrió y en aquella expresión se veía ahora el rostro de alguien empoderado en su condición. Nuevamente inició su respuesta:

“No lo tengo yo ensayado
Se lo juro por diosito
Mis versos salen solitos
De mi mente han escapado.
Ya soy poeta graduado

De los cantos populares
De la lengua sus manjares
Una nueva vida obtengo
Muchos versos yo ya tengo
Desde doctos a vulgares”.

El escepticismo inicial, y natural por lo demás por parte del psiquiatra, se transformó en asombro. Era necesario continuar con la entrevista para descartar cualquier tipo de embuste. López de Arechaga, con la rigurosidad que siempre le caracterizaba, le pidió a Brunilda, su secretaria, que cancelase todas las citas de esa tarde. Acto seguido, continuó con la entrevista a Torcuato Soto Aqueveque.

La conversación siguió por los mismos derroteros, López parecía una metralleta preguntándole a Torcuato sobre los más diversos temas, todo con el fin último de no darle margen para pensar el siguiente verso, sin embargo, y de forma automática, Torcuato le respondía siempre en décimas perfectas.

Luego de más de dos horas de ininterrumpida conversación, el psiquiatra se dio por vencido.

—Don Torcuato— dijo el médico sin salir de su asombro—, es usted increíble. Siga con su vida. Su condición le hará llevar una vida normal.

—¡Espere doctor! —dijo la esposa ofendida— ¿Acaso no lo va a sanar?

—¿Y por qué lo haría? — dijo López de Arechaga— Su marido acaba de encontrar la cura contra la realidad.

Comentarios (21):

IreneR

16/02/2018 a las 22:00

Buenas, Pato Menudencio.

Un hombre muy peculiar este Don Torcuato. Me ha parecido un relato muy original. Las rimas están muy bien hiladas.

Aunque el final me ha dejado con regusto amargo, no me esperaba nada en particular, pero ese “la cura contra la realidad” no me ha terminado de convencer.

De todas formas enhorabuena por el relato, un gran trabajo.

¡Un saludo!

beba

17/02/2018 a las 04:09

Hola, Pato Menudencio: Me encantaron tu personaje y sus décimas; la Doña, genial…Excelente escritura. Sí, algo flojito el desenlace para la expectativas que nos has despertado; puede ser que las 750 no dejen margen para algo más insólito; igual, muy buen relato; original y lleno de humor.
Esta vez no participo, porque me olvidé de la exigencia del título. Si quieres leerlo, este es el link de mi blog: ahorayodigo.blogspot.com; el relato se llama “Gabriela”.
Un saludo

María Kersimon

17/02/2018 a las 12:31

Hola, Pato,
Aplausos… Clap, clap, clap… Disfruté mucho la lectura de tu relato, buenísimo. Desde los nombres de los personajes, su introducción y descripción, hasta los versos que te has inventado… todo me pareció super ingenioso, de buena calidad la escritura y lleno de sorpresas el texto. Entretenido, fino y entrañable. Genial la descripción de la pérdida de poder de la esposa y la liberación del marido. No tengo más que alabanzas.
Saludos.

Luis Ponce

17/02/2018 a las 16:33

Relato muy bien contado
con décimas bien escritas,
como siempre has acertado
juntando en forma expedita
lo cuerdo con lo alocado.

Un gusto leerte, como siempre.
Admiro tu aporte de este mes.
Saludos Pato.

Escorpión

17/02/2018 a las 17:19

Pato Menudencio. Mi saludo.
Me gustó el protagonista de tu texto. Hay personas que bajo cierto tipo de enfermedad saben ser felices, aunque hay otras que se amargan la vida.
Me gustó tu texto, fluye hasta su terminación sin trabas. Te animo a que sigas escribiendo.

Lunaclara

17/02/2018 a las 20:47

Pato, hijo, eres una de las personas en las que veo una evolución brutal desde que empezó este taller. Encantada de leerte siempre.
Un relato perfecto y divertidísimo.
Seguimos en contacto.

Ane

17/02/2018 a las 20:58

Hola Pato Menudencio, me gusta como escribes, la prosa, la acertada poesía, la descripción de los personajes. Muy bueno.

Un saludo.

Labajos.

18/02/2018 a las 02:40

Divertidísimo, gracias

Labajos

Osvaldo Vela

18/02/2018 a las 18:21

hola Pato, vaya que has logrado un relato único. interesante a mas no poder. El nombre de dicho ser, Torcuato es adecuado, torturado es su parecer, las décimas lo exoneran. del creer de su mujer.

Una vez recitada la primera décima el relato es imposible de abandonar. lo leí de corridito.

Al final, si terminas lo dicho por el psiquiatra con “Su marido ya encontró su propia cura”

Te felicito Pato.

Esther

18/02/2018 a las 19:23

Hola Pato Menudencio, me encantó tu relato y lo bien que escribes tanto en prosa como en décimas.

Felicitaciones!!

marazul

18/02/2018 a las 20:01

Hola Pato:
No puedo más que aplaudir tu extraordinario relato. Me ha encantado.
Está bien escrito, los personajes perfectamente descritos, tan ceremoniosos y con nombres tan adecuados. Los versos, el argumento, todo es buenísimo. Y también el humor que irradia.
El final es perfecto.Después de conocer a su mujer entendemos perfectamente que él mismo haya encontrado su cura de la realidad a través de la poesía. No es una teoría descaminada, Pato. Mejor eso que darse a la bebida ja,ja,ja…
Encantada de leerte.

cualquiera

19/02/2018 a las 00:24

Me gustan mucho estos retratos de locos. Bien llevada la historia, buena inclusión de la poesía en la voz del personaje. Bien narrado y con buen final. Felicidades.

Nats

19/02/2018 a las 03:35

Hola Pato, me gustó mucho el relato, un personajazo!!!! aunque en mi humilde opinión quedé floja con el desenlace, siento que faltó resolución del por qué a la esposa le molestaba la condición de su marido y por qué al siquiatra le pareció fascinante… pero es una historia que se debe seguir hilando y vale la pena hacerlo, felicidades. Saludos desde Colombia. Te invito a que me leas en el 71.

Jean Ives Thibauth

19/02/2018 a las 21:32

Hola Pato.

¡Qué ocurrencia que has tenido con el poeta! Incluso un facultativo no ha podido contra la aplastante realidad: cuando se es feliz no hace falta cambiar nada.

He notado algún que otro fallito sin importancia, como la falta de comas en el vocativo o lo extraña de la composición de la siguiente frase:

“Sucedió hace quince años, López, después de años como psiquiatra estrella del Hospital San Gustavo, decidió que necesitaba una vida más tranquila y alquiló un piso en el centro en donde instaló su consulta particular.”

El López no me cuadra.

También me han chirriado, aunque esto es una cuestión totalmente personal y claramente de estilo, el uso de términos muy elaborados como “chofer de locomoción colectiva” o “amerite”.

Nos seguimos leyendo.

Un abrazo.

Juana Medina

19/02/2018 a las 22:11

Salud Pato!,
Me saco el sombrero ante tu muy entretenido, inteligente y vivaz relato, con esos versos que me hacen acordar a las payadas del campo argentino. Daría, si no fuera por el límite de palabras, para que Lopez le contestara también en verso.
En mi infancia, corría una historia de médicos celosos que decía lo siguente: El Dr. Matta y el Dr. Bretón tienen sus consultorios en el mismo piso de apartamentos. Muchos pacientes se confunden y llaman al consultorio opuesto al del médico que van a ver. Un día, cansado de la situación, el Dr. Matta pone un cartel en la puerta de su consultorio que dice:” En aquesta habitación, no vive ningún bretón”.
Al día siguiente, en la puerta del Dr. Bretón aparece este cartel:”Vive en esta vecindad

Juana Medina

19/02/2018 a las 22:13

cierto médico poeta,
que al pie de cada receta
pone Mata,
y es verdad.
Debo haber apretado una tecla que no debía, mis disculpas.
Felicidades y un abrazo

Wolfdux

20/02/2018 a las 16:35

Mucho mejor la versión del blog. Un placer volver a leerte, un abrazo.

Tigana

20/02/2018 a las 21:49

He entrado en tu relato gracias a tu nick. Me dije: alguien que pone en su vida a un pato, Menudencio para más señas, merece ser leído.
Y no me he confundido nada de nada.
Genial la prosa y las décimas.
¡Enhorabuena!

Leosinprisa

22/02/2018 a las 08:21

Hola Pato, tu peculiar enfermo padece de un mal que algunos quisiéramos tener siempre, aunque todo el mundo nos mirara de una forma extraña y me temo, para mal nuestro, que solo en convenciones y amigos afines a la poesía quisieran entablar conversación con nosotros.

Una bella forma de mal, que para bien, debería de infectarnos a todos. Un relato muy original y divertido a partes iguales. Lo he disfrutado mucho.

Lo lamento por la señora del bueno de Torcuato, (aunque no tanto, a decir la verdad) 🙂

Solo he encontrado una cosa que en mi opinión cambiaría, en la frase:
—Buenas tardes Don Torcuato tome asiento— invitó amable el psiquiatra—, cuénteme ¿Qué le pasó?

Yo pondría: —Buenas tardes, Don Torcuato, tome asiento— invitó amable el psiquiatra—, cuénteme ¿Qué le pasó?

Me parece que así suena mejor, con las comas dividiendo la frase, pero solo es una opinión personal.

Ha sido un placer leerte. Un saludo.

María Jesús

27/02/2018 a las 09:23

Hola Pato: He disfrutado mucho leyendo tu relato, me ha parecido muy divertido desde la temática hasta los nombres de los personajes tan rebuscados. Yo también me pasaré por tu blog para ver como has mejorado el texto. Un placer leerte.
Saludos desde el 111.

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