Literautas - Tu escuela de escritura

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El poeta - por Petra Novoa

No sabía bien cómo había llegado a parar a aquel lugar tan grotesco. Le abrieron la puerta varios enfermeros con unas sonrisas de payaso de circo. Lo condujeron hasta el fondo de un pasillo con agilidad y apuro, como queriendo ocultar a los demás residentes al atravesar la sala. Dio un suspiro cuando logró, a pesar de las prisas del personal, echar un vistazo a sus futuros compañeros de morada. Se dijo morada, pues no estaba seguro de si se encontraba en una prisión, una residencia de ancianos o un hospital psiquiátrico.

Había tres ancianos sentados en una esquina, con sus chepas sobre una mesa de mármol que alojaba un dominó, al que prestaban gran atención. En el centro, una mujer de mediana edad sonreía mientras levantaba los brazos y animaba al corro de personas sentadas en torno a ella a levantarlos a su vez. Las paredes estaban empapeladas con flores de colores templados. Sintió frío sólo de verlas, mientras un escalofrío le recorría la espina dorsal. Aquel lugar no era para él. Debían haberse equivocado.

De camino a su nuevo cuarto, seguido ahora ya sólo por dos enfermeras con uniforme de los años 40, observó varias piezas interesantes: una máquina de escribir, un tocadiscos forrado de madera, sombreros y boinas como las que llevaba su hermano, ya fallecido, cuadros de tranvías y de los primeros coches. Su vida parecía comprimirse en aquel pequeño recinto de recuerdos. Lo último que recordaba era haber presenciado un accidente de coche, en el cual un niño pequeño había sido despedido por los aires. Debía tener unos tres o cuatro años. Llevaba unos pantalones cortos azul marino y una camiseta blanca, como de uniforme. No recordaba dónde había caído, sólo que había sentido un punzón en el pecho al verlo y algo lo había impulsado hacia atrás, cayendo él a su vez sobre la acera.

Con cierta sorpresa, reconoció al niño de su recuerdo y supo su nombre:
– ¿Dónde está Jorge? – le preguntó a la enfermera.
– ¿Quién es Jorge? – inquirió ella a su vez.
– Mi hermano. Se mató en un accidente. – Mientras vocalizaba estas palabras, las iba sintiendo poco a poco, como si fuesen quemando su pecho con lentitud. “Se…..mató….en….un….accidente.” Se echó a llorar y sintió una gran vergüenza. – ¿Dónde estoy? ¿Qué me pasa?
– Estás en tu nuevo hogar – le respondió la otra enfermera con cara de Marilyn Monroe.
– ¿Estoy en la cárcel? – preguntó de nuevo – Yo no quería hacerlo. Yo no quería entretener a papá.
– Lo sabemos, Pedro – dijo una enfermera mientras intercambiaba una mirada de complicidad con la otra. – Tú no tuviste la culpa de nada.
– ¿Y por qué me encierran? – lloriqueó Pedro.
– No puedes vivir tú solo, corazón – le respondió la otra enfermera.
Llegaron a su cuarto y Pedro lo reconoció en seguida. Allí estaban sus coches de carreras, sus discos de Los Panchos y sus libros, estanterías llenas a rebosar de literatura. Se sentó en su butaca favorita al lado de uno de los estantes y se emocionó: allí estaban los libros más hermosos del cuarto. Tomó uno en sus manos y leyó:
Mientras me posea la locura
estaré bien,
mientras me posea la locura
viviré bien,
el camino me lleva a la locura,
a la fantasía,
a la traición,
al olvido más esclavo
que sólo la muerte cura.
Allá voy.

Suspiró y se abrazó a estas palabras con inmensa ternura. Miró la cubierta del libro y leyó el título y el nombre del autor: “Alzheimer de Pedro Salas Otero”. Le era familiar, pero ya se había olvidado de nuevo de quién era. Volvió a leer las palabras del autor y se dijo que había llegado la hora.

Comentarios (8):

BCR

18/02/2018 a las 17:49

Me ha gustado mucho, sobre todo el final (no me lo esperaba). Tiene ritmo y describes muy bien. Más allá de eso no te se decir, soy muy malo comentando y de un texto tan corto no se puede decir mucho.

Gracias por hacerme pasar un buen rato, espero leer más cosas tuyas.

Esther

18/02/2018 a las 18:02

Hola Petra Novoa, tu relato es hermoso y conmovedor. El poema sobre el alzheimer esta muy inspirado. Me encantó.

Felicitaciones.

LUDIKA

20/02/2018 a las 15:54

Me gusta tu relato, tiene un buen ritmo y te introduce al mundo de este señor mayor. Quizás me suponía mientras lo leía que el problema venía por esa terrible enfermedad, por eso no me impactó tanto el final. Pero aún así me parece redondo y bien narrado. Creo que el poema debería ir entre comillas.

Saludos a seguir escribiendo!

Mikal Neshamá

21/02/2018 a las 14:39

Hola Petra Novoa, muy conmovedor tu relato. A mi también me encantó.
Gracias por tu relato, y nos estaremos leyendo.

yolareina

21/02/2018 a las 17:01

Hola Petra, Tu texto está muy bien hilvanado, muy tierno y terrible a la vez, este pobre ¿anciano? que cuando recobra la lucidez sea para recordar ese mal momento, es mejor como diría Ricardo Arjona, seguir con ese Alzheimer feliz.

Saludos y nos seguiremos leyendo

Petra Novoa

22/02/2018 a las 09:48

Gracias a todos por vuestros comentarios. Es la primera vez que participo, así que vuestras palabras me animan mucho.

cualquiera

24/02/2018 a las 19:53

Hola, Petra, a mí también me ha gustado tu relato. Tienes un estilo limpio y dulce, muy buena prosa, que sin embargo explora temas y sentimientos de complicada digestión. Una historia que desgarra con ternura, y eso, a mi modo de ver, es una gran cualidad.

Luchiflús

27/02/2018 a las 11:28

Hola, Petra Novoa

Muy chulo tu relato y ¡¡qué bonito el poema!! Hasta he buscado si el autor existe realmente jajaja

Enhorabuena por tu primera participación,¡sigue así!

Estoy en el relato 50, por si te quieres pasar.
¡Nos leemos!

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