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La poeta - por Sara Sierra+18
La poeta
Canela le llaman, el color de sus ojos es el motivo. Flacucha, balancea las piernas, sentada a la orilla del barranco. Observa el río fluyendo hacia el mar, dentro del profundo cañaveral. Recita poemas susurrados por el viento; huelen a sol y a pinos.
— !Muchacha estúpida¡— La enorme mujer la levanta a tirones —. Ve por mi encargo—. dice, propinando un violento empujón.
Ella no voltea, sabe que su madre está observando. Por el camino se detiene constantemente a orinar. Abraza el abultado vientre recitando palabras de amor.
En el caserío, entra al almacén. Don Abundio, con ojos a medio cerrar por el humo, saluda entre dientes sin quitar el cigarrillo de la boca. Ella deja las monedas sobre el mostrador. El abacero le entrega la botella.
—Espera, este es el último fascículo—. Extiende un pequeño cuadernillo.
La joven pone el licor en el piso, toma con cuidado el poemario y lo ojea, suspira al leer, cambiando de expresión.
— ¿Qué opinas Nela? —-Al comerciante le gusta el apodo que desde niña le ha dado.
—Hay una cosa igual de inevitable que la muerte, padrino.
— ¿Cuál?
—La vida —. Acierta a decir.
Él suspira, la ve partir consiente de su truncada adolescencia.
No bien llega a la cabaña, el dolor la dobla; José, su padre, rescata la bebida a tiempo. Horas más tarde ella desvaría. Delira recitando sencillos versos de cuna.
La madre dispone sábanas, palangana y tijeras. Con fastidio, espera sentada a un lado de la cama. El padre levantándose de la mesa, trastabilla al ir a dormir.
Canela grita. Siente el sudor, las contracciones, el parto…escucha un débil llanto… minutos más tarde, nada…la acerca al pecho sin esperanza. El cuerpecito se enfría.
Al alba llega el sacerdote, bendice a la criatura, le pone por nombre Anne – Como la poetisa —. explica, a modo de consuelo.
Quieta junto al terroso agujero, aferrada a la mortaja, la despide—. Tu vida ha sido antes de la vida, beba—. José arranca el envoltorio de sus brazos.
Desde entonces, los vecinos la encuentran vagando por los alrededores, le dedican palabras dolientes. Pasa de largo, sin contestar, perdiéndose entre los matorrales.
El tendero preocupado interroga:
— ¿Por qué hablas sola? Te van a tachar de loca.
— No lo hago, hablo con Anne.
Suspira entendiendo — ¿Y, qué te dice?
—Me enseña poemas.
Con las compras le da una flor de mayo, aconsejándole ir al cementerio y dejarla sobre la tumba.
Aún no termina el periodo de cuarentena, y ya escucha los pasos tambaleantes acercándose; enreda su cuerpo en ovillo. El hombre de olor aguardentoso la destapa, le jala los pies. Canela forcejea, esperando esta vez ganar.
—AYÚDAME — La madre le mira fijamente maldiciéndola; gira el pesado cuerpo contra la pared.
Ella gime, suplica—. No padre, por favor.
Un cachetadón la inutiliza. Él, le quita las bragas, la penetra, la babea, la humilla…
Abundio ve llegar a Canela por el sendero; el cabello desordenado, la blusa mal puesta, va arrastrando los pies. Extrañado camina hacia ella. Las huellas impuestas a la cara de su ahijada, lo dejan sin aliento.
—Vete lejos — dice serio, arreglándola. Saca unos billetes y llena la bolsa con comida. Le entrega el cuchillo de monte que tiene guardado —. Para que te defiendas.
La conduce al andén. Ella balbucea:
—No puedo dejar a mi niña.
—Yo la cuido —. Asegura, mientras sube al vagón.
Canela murmura por la ventanilla:
Madre,
cada vez que le hablo a Dios
tú te entrometes…
Las palabras se ahogan con el movimiento del tren.
El viaje le produce sosiego. Come prestando atención al paisaje. Rueda por rieles de incertidumbre… ¿Qué le espera?
A unos kilómetros, se ha borrado todo vestigio de inspiración. Un pensamiento obsesivo surge: “Anne…volveré…”
Apeándose en la siguiente estación, cruza los hierros. Espera agazapada el paso de los vagones. Entra fácilmente como polizón, no hay empleados cerca.
De regreso, una niña le toma la mano conduciéndola a las afueras del pueblo. El canto del gallo las acompaña por la cuesta. Canela encuentra a su madre, la ira infligida con cada ofensa asestada, aflora. Levanta el arma — NO MÁS—. El cuchillo queda sobre la mesa.
Camina al acantilado, se llena de amanecer; Anne está junto a ella, sonriendo. Sólo un paso las separa. Lo da.
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Comentarios (7):
Daniel Escobar Celis
16/02/2018 a las 17:05
Vaya este relato si que fue sombrío y desgarrador. Me recuerda un poco a Quiroga por lo trágico, aunque por supuesto tu estilo es diferente.
En cuanto al tema es desgarrador pensar que este tipo de situaciones son realistas. No solo es terrible pensar en la cantidad de jovenes abusadas por sus padrastros y otros familiares sino peor aun cuando su madre o padres o quien les toca protegerlos hacen la vista gorda.
Bueno saludos desde Venezuela, sigue escribiendo.
Cuando puedas pasas por mi relato (el 129)
Luis Ponce
16/02/2018 a las 18:15
Hola Sara.
Hay submundos donde la realidad es diferente. Donde no existe la justicia. Donde las iglesias cumplen funciones burocráticas para mantener el poder sobre los ingenuos y donde la falta de educación termina a diario con vidas que pueden ser valiosas aunque sea para “escribir poesía”.
Pero el mundo sigue girando sin importarle a nadie lo que no es notorio o “importante”.
Te aconsejaría visitar las páginas especializadas de Literautas sobre reglas ortográficas y de puntuación, que pueden ayudarte mucho a mejorar tu trabajo.
Saludos.
Beyna nube
17/02/2018 a las 11:16
Que desgarrador y triste relato a la par que real por desgracia!
Me ha estremecido y eso es lo que buscas en el relato, crear un sentimiento, y lo has conseguido!
Enhorabuena
J. Guillén
17/02/2018 a las 18:10
Si puedo decirte algo negativo de tu estupendo relato es solo relativo a algún signo de puntuación, sobre todo los espacios después de guiones o puntos.
Saludos desde el 155.
CarmenPO
18/02/2018 a las 11:48
Hola, Sara. Tremendo relato el tuyo. Un tema desgarrador y yo sigo diciendo que continúa vigente, a pesar de que no queramos verlo.
Algunas palabras como abacero no las conozco, pero eso enriquece mi vocabulario. Bueno me ha gustado y mucho, aunque me ha faltado un no se qué…Imagino que es falta de experiencia, por lo demás, enhorabuena.
Agradecerte tu comentario en mi texto y un abrazo.
Nos leemos, saludos.
Sara Sierra
20/02/2018 a las 14:33
Muchas gracias a todos por sus comentarios, me ayudan en el aprendizaje de este vicio que para mi es leer y escribir.
En cuanto a los guiones, al copiar en la página se me han separado y no tuve la precaución de corregirlos. En cuanto a la puntuación, me gustaría una corrección específica. Un poco me quede con ( el gusanito) la pega, de que las frases son cortas, pero al querer alargarlas, no me gustaron.
Fue un gusto leerlos.
Aqua
27/02/2018 a las 18:19
Hola, Sara. Perdona mi tardanza en comentarte.
Solo decirte que se me ha encogido el corazón. Un relato duro, sombrío y estremecedor que me hace desear que este mundo dejara de ser tan cruel.
Enhorabuena