Literautas - Tu escuela de escritura

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Una mañana más - por Mina Ohara

La temporada de verano normalmente habría terminado, pero por desgracia uno de los últimos cruceros veraniegos había decidido cambiar la ruta i atracar en el puerto en medio de septiembre. Oscar había tenido suficiente con aguantar holandeses e ingleses durante dos meses y no se veía capaz de responder a la pregunta “¿hay delfines aquí?” una vez mas. ¿Qué obsesión tenía esa gente por los delfines? ¿Y por qué iban a buscarlos en un barco con pretensiones de submarino que solo iba por la costa?

Las grandes pamelas que parecía que se usaban ese verano empezaban a ser visibles en la entrada del puerto, acompañadas de brillantes manchas enormes de colores que contenían lo imprescindible para pasar un día en la playa. Oscar se preparó en la pasarela que conducía al barco, a punto para vender los tickets. 30 minutos más tarde, el patrón ponía el motor en marcha para empezar la que sería la quatrocientastreintasegunda vuelta ese verano. A esas alturas, podía ya entender que provocaba esos “oooh”s y “aaah”s sin mirar. Ese último era la caída repentina del fondo marino reemplazado momentáneamente por un profundo pozo azul lleno de peces.

Un inesperado grito de emoción lo sacó de su ensoñación, y el primer pensamiento que tuvo al bajar la mirada al suelo transparente del submarino fue que en realidad se había dormido de verdad. El mar se estaba volviendo de color rosado, y los peces se movían mas lento que de costumbre. Miró por las ventanas y vio que a las olas les costaba chocar con el cristal, y no salpicaban al lado del barco. La vista era bonita, parecía que todo iba a cámara lenta, y el agua reflejaba intensos rayos fucsias en el suelo. Los pasajeros estaban ensimismados y muy tranquilos. Quizá un poco demasiado tranquilos… ¡el agua se estaba volviendo rosa! Oscar saltó repentinamente y se dirigió a ver al capitán. La luz lo cegó momentáneamente al abrir la puerta. El capitán estaba navegando relajado por las aguas tranquilas, sin parar mucha atención a su alrededor, como si no pasara nada; ni se giró al mirarle al oír el ruido de la puerta. Seguro que todo estaba bien entonces, debía ser solo un efecto óptico de algún tipo.

El muchacho volvió a la parte de pasajeros, y se encontró con mil burbujas naranjas flotando en el aire que le daban la bienvenida. Los turistas las estaban ignorando, todos mirando al suelo concentrados en los peces. Un momento, ¿estaban todos los peces concentrados mirando a los turistas a través del cristal? ¿inmóviles? Notó al moverse las burbujas, rebotando contra él con un suave “blop”. Casi era agradable moverse, estaban fresquitas. Decidió coger una, que no se resistió, y le recordó a la gelatina de frutas que su madre le hacía comer de pequeño. Sin saber muy bien por qué, se la puso en la boca y descubrió el gusto a piña que tenía.

Al volver a mirar por la ventana entendió que el mar también se estaba convirtiendo en gelatina y le pareció una idea fantástica. Vio estrellas que subían hacia la superficie, cada una brillando con luz propia parpadeante, elevándose hasta que encontraban la luz directa del sol, y luego explotando en pequeñas motas de todos los colores que salían disparadas, quedándose sobrevolando cerca del agua.

El submarino seguía su curso, aparentemente ajeno a todo lo que acontecía, y eventualmente volvió a llegar al puerto. Oscar se levantó para despedir a los turistas que volvían a sus posiciones en primera línea de mar. Una pareja de italianos, una familia francesa con tres hijos, unos retirados alemanes, un grupo de gente local, un marinero del crucero con uniforme, un par de jóvenes holandeses…

Al día siguiente, el marinero salió a pasear por la playa antes que el resto. No había nadie que lo molestase mientras se sentaba en la orilla a ver como las olas rompían. La vida empezó a originarse a su alrededor. Una pareja de madrugadores llegó para asegurarse que se quedaban con el mejor pedazo de arena. Los bares empezaron a mover sillas y mesas hacia fuera. Un chico joven entró en el puerto y se dirigió al submarino azul. El chico había sido el único que se había resistido un poco a su ilusión, y eso le creó curiosidad suficiente para levantarse y andar hacia la pasarela.

Pero ese día el marinero no subió al barco con pretensiones a submarino; se decidió por el velero turístico de al lado.

Comentarios (5):

María Jesús

17/01/2018 a las 19:36

Hola Mina: He leído con interés tu relato, pero la parte en la que hablas de que el mar se vuelve rosado con burbujas anaranjadas, no termino de entenderla. No sé exactamente que ha pasado. Da la sensación de que Oscar ha tenido una especie de sueño psicodélico.
Cuando describes “brillantes manchas enormes”, que supongo que te refieres a bolsas playeras, yo sustituiría manchas por bultos, pero eso es cosa mía. Y luego en el segundo renglón se te ha colado una i en vez de una y, pero es una faltilla leve de la que no te habrás dado cuenta.
La palabra “eventual”, hace referencia a algo que no es fijo ni regular, creo que la has empleado mal.
Por lo demás tienes una buena redacción, aunque a mí me ha resultado difícil de entender el fondo, la forma si está bien escrita.
Un saludo.

José Torma

18/01/2018 a las 23:06

Hola Mina.

Vengo de tu vecino, tres relatos arriba del tuyo. Gusto en leerte.

Veo que lo que te iba a comentar yo, lo ha hecho de manera muy explícita María. Yo no te comento de la “i”, pero si te comento del “Eventualmente”. No sé de dónde eres, pero yo como mexicano afincado en la frontera con Estados Unidos, caigo mucho en el mal uso de esa palabra que viene del inglés “Eventually” que se traduciría como tarde o temprano. Algunos me han corregido esto a mí también y por lo que he investigado, la palabra como tal, según la rae, lee como sigue:

Eventualmente

1. adv. Incierta o casualmente.

Si te fijas, está lejos del significado de “tarde o temprano” que le queremos dar a veces.

Que simpática locura de nuestro Oscar, en cierto modo tu relato y el mío utilizan el mismo patrón, la imaginación. Yo no lo veo como un viaje acido, lo vi más bien como un escape de una persona que esta tan fastidiada de la rutina, que busca la manera de hacer entretenida su existencia. A mí todo ese pasaje me ha encantado.

En general tu cuento me gustó mucho, creo que esta redondo y bien contado.

Muchas felicidades.

No sigo los comentarios, pero si te apetece una réplica, te ofrezco mi correo josetorma@outlook.com

Mongope

22/01/2018 a las 22:34

Hola, Mina,
¿Te digo la verdad? Te felicito. El relato salvando pequeñas cosas, está pero que muy bien. Fluye de manera plácida y se deja leer con gran facilidad.Entiendo que el marinero se evade de la rutina con ensoñaciones fantásticas muy bien relatadas.
Lo de “eventualmente”(en ocasiones, no siempre) creo que quizás no lo has utilizado bien. Puede ser que “rutinariamente”fuera lo que querías decir, por poner una palabra que creo encaja mejor.
Sólo me queda comentarte que los adverbios acabados en “mente” es mejor no abusar de ellos. ¿Por qué? Suele ser un vicio que adoptamos sin darnos cuenta y que empobrece el texto. Si buscas una alternativa, seguro la encuentras. Y
será mejor y más original.

¡¡Me ha encantado!!

Saludos.

R. L. Expósito

24/01/2018 a las 11:16

Hola Mina. Como digo siempre, tómate mis comentarios como sugerencias poco fiables de un aprendiz ignorante. Y más aún en este caso, porque…

En primera lectura: tu relato me resultó confuso. Podía entender la primera parte (hasta las visiones), también la segunda (como una alucinación o fantasía), pero la tercera parte (los dos últimos párrafos) no me cuadraba. Y así, al final, no entendí la historia en su conjunto. Claro que a veces mi cabeza no funciona como debería, va lenta, y a la cuarta lectura…

Punto débil: corregidme si me equivoco, pero desde el principio el narrador toma el punto de vista de Óscar… pero en los dos últimos párrafos, ¿cambia a la perspectiva de ese marinero demasiado anónimo que pasa desapercibido cuando sale del submarino entre un montón de gente?
Si lo entendí bien así, la verdad es que los que saben de esto mucho más que yo, recomiendan no cambiar de narrador precisamente porque el resultado queda muy confuso. Y si se cambia, que al lector se le advierta claramente de algún modo (Martin, en sus 《Juegos de Tronos》, cambia en cada capítulo pero nunca dentro de un mismo capítulo).

Punto a favor: si no fuese por esa sensación confusa, la historia en sí misma me ha gustado, incluso sin acabar de entenderla (¿creó el marinero la ilusión? ¿Cómo es que Óscar se resiste, pero puede verla, y el resto de pasajeros no se resiste y sin embargo se muestran muy tranquilos?).

Probablemente no lo entienda porque mi cabecita medio hueca no da para más. Y a veces la confusión y la ambigüedad no significan que esté mal, basta con leer algo de Philip K. Dick (《Ubik》, por ejemplo) para saber a qué me refiero…

Enhorabuena de todos modos, completar un relato siempre es un éxito, el primer paso hacia algo mejor. Gracias por aguantarme, espero leerte el mes que viene… y si es posible, dime: ¿qué pasó realmente en el submarino?
Un saludo.

Laura

28/01/2018 a las 20:58

Hola Mina.
Como los que me anteceden…estoy confundida.
Me habías captado por completo con la ficción rosada,y luego todo vuelve a la normalidad, sin aviso previo.Disculpa.
En cuanto a lo formal, nada que señalar.
Tampoco entiendo lo del barco con pretensión de submarino, ni la caída del fondo (¿tal vez se deslizaba?)

Hasta la próxima propuesta.

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