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Los ojos de un niño - por José TormaR.
Web: http://www.cuentoshistoriasyotraslocuras.wordpress.com
El niño miraba con ojos grandes el movimiento dentro de la cabina del avión. Su madre le había ajustado el cinturón y le había pedido un poco de silencio. La gente que abordaba tenía diferentes expresiones, unas de fastidio, otras de alegría, pero la mayoría de resignación. El avión tenía dos horas de retraso, muchos perderían sus conexiones y todos llegarían más tarde a casa de lo que esperaban. Las azafatas, en un desesperado intento de aliviar la tensión, repartían chocolatinas y refrescos. Una de ellas le sonrió al verlo y con la mano izquierda recorrió la cortina que separaba la primera clase de la clase económica.
Juan no entendía la magnitud del muro que se levantaba entre él y las golosinas. Con ojo inquisitorio miro a su madre, que solo se contentó con sonreírle mientras le acomodaba el flequillo.
—No nos toca, es solo para la gente que pagó boleto más caro, que tiene más dinero.
Sin perder detalle, seguía los movimientos de esa gente que “tenía más” que él y su madre. En cierto modo le molestaba que la cortina fuera transparente, solo un pedazo de tela que separaba a los seres humanos en diferentes categorías. Una señora regordeta sacó un bocadillo de su bolsa y se lo ofreció con una sonrisa. Juan tenía mucha educación y lo rehusó amablemente.
El desfile de pasajeros continuó sin mayor sobresalto. A través de la cortina se veía a la gente disfrutar de bebidas y galletas. Juan veía todo detrás del muro psicológico. Un asiento permanecía vacío. Por más gente que subía, nadie lo ocupaba. El niño cerró sus ojos y se imaginó sentado ahí, siendo atendido por la rubia bonita con su gran pañuelo azul.
Una morena despampanante pasó por el pasillo contando a los pasajeros.
—Sigue faltando uno —comentó contrariada—, no podremos cerrar la puerta todavía.
El barullo de la gente se intensificaba al igual que el calor que hacía que el sudor corriera por sus rostros. Juan no perdía la atención. Ese lugar vacío lo llamaba. Seguro estaba de que ahí no hacía calor. El perfume de la rubia llenaba sus pulmones y ponía una sonrisa en su rostro.
De las bocinas surgió un ruido que dio paso a la voz del piloto.
—Aerolíneas Caribe agradece su paciencia, en unos minutos más estaremos transitando la pista para iniciar nuestro vuelo. Lamentamos los inconvenientes que este retraso supone. Nos informan que la fuerza de la tormenta ha disminuido y la trayectoria la aleja de la isla. Con un poco de suerte esto estará superado en un par de minutos.
Un ligero aplauso llenó la cabina, mientras la tranquilidad llegaba a los pasajeros. Una sirena de barco sonó en la distancia. Juan se asomó por la ventanilla para alcanzar a ver un gran bote meciéndose violento sobre el mar encrespado. Un hombre se veía parado sobre uno de los mástiles, desafiando los fuertes vientos. Llamando la atención de su madre lo señaló con el dedo.
—Es un marinero imprudente —le dijo—, no debería estar ahí.
—El marinero no subió al barco, madre —dijo serio—. Solo apareció ahí.
En un instante el hombre desapareció. El cielo retomó su color azul, la tormenta había pasado. Una fuerte brisa entró por la puerta del avión y levantando la cortina la arrancó, lanzándola hacia la parte posterior del avión. Juan sonrió ante la sorpresa y un pequeño grito de emoción surgió de su garganta al ver al hombre del barco sentado en el asiento anteriormente vacío, que con una gran sonrisa, le ofrecía una lata de coca cola.
Sentada en el asiento contiguo, la madre pasa su mano por la frente del pequeño, aliviada al ver que la fiebre ha disminuido.
Comentarios (16):
Osvaldo Vela
17/01/2018 a las 17:12
Hola compadre José, que texto tan completo nos presentas esta vez. Una descripción de las cosas que tenemos y padecemos, tan bien escrita,que es imposible detener la lectura. tu descripción del entorno aviva la imaginación y nos guía.
El niño del relato algo nos enseña: los sueños nos entregan lo que deseamos, independientemente de las obstáculos que nos limiten. El de él, es un sueño que retrata con claridad un escenario perfecto de las diferencias sociales y culturales que nos agobian.
Felicidades compadre y que este 2018 esté lleno de logros para ti.
Alonso García-Risso
17/01/2018 a las 23:59
Saludos José:
Difariando. El niño está difariando. La fiebre lo hace difariar…
La madre también alucina; pues, también ve al marinero imprudente parado sobre uno de los mástiles del barco zarandeado por las olas.
Tal vez la madre no alucina, sino que se trata de una extensión de los efectos de la fiebre en la cabeza del niño como una representación espúrea…
Un excelente relato que da que pensar. ¡Felicitaciones! Muy bien logrado.
Nana
18/01/2018 a las 01:58
Un relato realmente bueno, las descripciones te sumergen en la historia y casi parece que tú también estás en el avión. Lo único que me rechinó es la frase ‘se mecía violento’ en lugar de usar ‘violentamente’,pero eso ya probablemente sean manías mías con los adverbios, jeje. Un relato muy entretenido, espero leer más cosas tuyas en el futuro.
Un abrazo!
Leosinprisa
18/01/2018 a las 20:53
Hola Jose, te has superado con el relato de este mes, me ha gustado mucho, casi notas el ambiente en el avión con sus azafatas revoloteando de un asiento a otro y los ojos del niño, observantes como solo pueden serlo a esas edades, lo ve todo dentro de su particular mundo.
Me has sorprendido con el final. Me podía esperar muchas cosas, pero esa no. Has estado inspirado y te lo agradecemos todos cuantos lo leemos.
Un placer leerte y un saludo.
Tavi Oyarce
19/01/2018 a las 03:13
Hola José.
Es bueno leerte de nuevo.
Como nos tienes acostumbrados, tu forma de escribir es inconfundible, nostálgicas. Esta vez, la historia del niño muy bien llevada, clara, precisa y lo más logrado, el final. Me sorprendiste. Bueno de eso se trata.
Te felicito
Saludos
María Jesús
19/01/2018 a las 13:48
Hola José: Tu relato es encantador, representas una imagen sencilla , cotidiana, a través de los ojos de un niño, que no entiende de desigualdades sociales, y luego al final, le das un giro inesperado. Entiendo que el pequeño, ha tenido una especie de alucinación ¿no? En definitiva, un buen relato que se lee con gusto.
Saludos.
Ignacio YZ
19/01/2018 a las 18:18
Hola José,
Soy tu vecino de arriba, encantado de leerte.
Lo primero que se me ha pasado por la cabeza al terminar de leer tu relato es: “Ni en mil años se me hubiera ocurrido una historia así.”
Sinceramente, no sé muy bien que pensar del final (lo que no es nada malo en ningún sentido) simplemente me hace pensar para intentar averiguar que es lo que pasó. ¿Cómo es posible que el hombre que estuviera en el bote apareciera un segundo después en el avión? Entiendo que el niño tenía fiebre pero sin embargo entró en un diálogo con la madre cuando vio al marinero.
Aparte de la historia en sí, la manera de escribir es fluida y acompaña al lector a través del relato haciéndole sentir cómodo en todo momento.
Gracias por compartir tu relato,
Sería un placer que leyeras el mío
Saludos
Charola
20/01/2018 a las 02:51
Hola, José.
Un relato magnífico. Muy bueno. Bien escrito.
Quizás al final hubieses seguido como en todo el relato el tiempo verbal en pasado. Solo eso me hizo parar. Pero me encantó tu texto:
Sentada en el asiento contiguo, la madre pasó su mano por la frente del pequeño, aliviada al ver que la fiebre había disminuido.
Felicitaciones. (El niño estaba desvariando por la fiebre). Suele suceder. Sobre la madre quizás vio a un marinero efectivamente que estaba allí y que luego entró al barco. No le veo problema en eso.
Bravo. Nos seguimos leyendo. Un abrazo.
Yoli
22/01/2018 a las 10:43
Hola, José.
Muy bueno tu relato. Plasmas muy bien la visión que tiene el niño, el no entender el porqué esa diferencia entre las personas por su dinero. Me ha gustado la parte final, cuando se ha arrancado la cortina.
Es verdad que hay un poco de incoherencia porque la madre ve al marinero, pues se supone que el niño lo ve porque esta desbariando a causa de la fiebre, pero en general me ha gustado.
Si quieres leer el mío, soy el 71.
Saludos.
Jean Ives Thibauth
22/01/2018 a las 22:44
Hola José.
Un retrato lleno de matices. Me ha gustado mucho. ¿Has pensado como quedaría si fuera narrado en primera persona por el niño? Creo que le daría un enfoque interesante.
Lo único que no veo es el final. Te regodeste mucho en llamar la atención sobre la diferencia de clases y el muro psicológico para al final no concretarlo con nada. Creo que tenías que haber cerrado el relato por ahí.
Pero no creas que no me haya gustado. La verdad es que se lee con fluidez y es muy rico en recursos.
Nos seguimos leyendo.
Un abrazo.
Laura
27/01/2018 a las 12:20
Hola José.
Realmente, pensé que lo narrarías desde el punto de vista del niño.
Desde lo formal no tengo nada que señalar.
Sólo me quedo pensando en el marinero.
Hasta la próxima propuesta.
Judith
30/01/2018 a las 03:44
Hola José,
Qué lindo relato!! La ambientación es muy buena. En una época de mi vida fui azafata así que pude revivir cada una de las cosas que contaste. Y cómo odiaba esa cortina! Siempre me sentí mal cerrándola. Un final abierto muy interesante. El que quiera la fiebre que vaya por allí y el que quiera la fantasía tiene por dónde ir también.
Felicidades! Espero seguir leyéndote. Mi cuento es el 27 por si quieres leerlo.
Saludos.
Judith
30/01/2018 a las 03:53
Jean Ives,
Creo que la cortina que es arrancada por el viento y el hecho de que el pasajero de primera clase que faltaba le dé una lata de Coca Cola al niño de la “económica” es una gran resolución de la diferencia de clases sociales que planteó en el cuento. Lo interpreté mal, José?
Vespasiano
30/01/2018 a las 21:59
Hola José:
Hace algún tiempo que no te visito y aunque tarde, ahora lo hago con gusto de volver a leerte.
Tu relato me ha hecho recordar una anécdota que ocurrió con mi hija cuando tenía siete u ocho añitos.
Estaba yo, comprando las entradas para el cine, cuando mi hija se acercó hasta el mostrador de la confitería y se quedó mirando los dulces que había en el expositor, intuyo que con cara de asombro?, deseo?. Bueno, el caso es que un señor que allí estaba comprando, al mirar su carita le preguntó cual le gustaba y se lo regaló.
Y es que la mirada de un niño conmueve.
Tu relato mezclando realidad y fantasía es imaginativo.
Felicidades.
Don Kendall
01/02/2018 a las 18:09
Hola José Torma,
Me parece un experimento interesante el que planteas, una vez que está claro el buen manejo que haces del oficio.
Hay un narrador omnisciente editorial, que confirma la omnisciencia a su vez de un autor que hace lo que quiere con su texto.
El caso es que no queda mal. Me gusta, aunque al final la frase obligatoria exija la utilización de todos los “deis ex machine” que al autor le vengan bien.
Buen trabajo. Gracias por compartirlo
beba
02/02/2018 a las 01:09
Hola, José: Me ha encantado tu relato semi mágico (o afiebrado), en el que los sueños nos acercan a los deseos más simples, como una golosina, o más amplios, como la no discriminación. Excelente escritura.
Mil gracias por tu visita y amable comentario.