Literautas - Tu escuela de escritura

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Nubes - por CalensulR.

Ese día no había sombras. Tampoco luces deslumbrantes. Era uno de esos días encapotados en los que el gris parecía descolgarse del cielo y teñir todo lo que alcanzaba. Hacía demasiado que no veía un día realmente brillante, pensaba el marinero, mientras se encaminaba a su taberna habitual.

No es que fuera a emborracharse tan temprano en la mañana; la melancolía, lo sabía, llegaría con la oscuridad. Más bien la taberna era ese lugar en que podía pasar el día casi sin percatarse, viendo ir y venir caras conocidas y ajenas, y charlando con algunos viejos camaradas que habían encallado en el mismo puerto, como el alférez. Insistía en conservar el título que había poseído en la Potestad, embarcación en la que habían servido juntos largos años, y el resto no se lo discutía. Era una forma agradable de no dejar ir el pasado.

Ese día, sin embargo, era especialmente plomizo para el marinero, y no tuvo ánimo de unirse a la conversación. Se sentó en una esquina de la mesa, asintiendo distraídamente, no queriendo pensar en el momento que se acercaba.

– ¡Padre!

Y llegó, pensó con resignación.

Tres mozos acababan de entrar en la taberna y el que había gritado dejó atrás a sus compañeros para acercarse a él. Fingió el marinero interés en la partida de cartas que se jugaba en ese momento a su derecha.

– ¡Padre! – repitió al llegar a él, sin ceder al desaliento -. Padre, por favor. Ven con nosotros, te lo ruego. Hay pasajes disponibles, el capitán pondrá mala cara, pero podrás venir.

– Hijo, yo no…

– Dices tonterías, muchacho – dijo el alférez, sin levantar la vista de sus cartas -. Con ese capitán los pasajes de última hora son prohibitivos, es mala pieza.

– ¡Lo pagaremos! Padre, no queda aquí nada para ti, al otro lado del mar nos espera una nueva vida juntos. Madre no habría querido que enmohecieras aquí, solo y amargado, más cuando tienes tan fantástica oportunidad.

– Tu madre no está aquí para regañarme. Vete tú, aún estás a tiempo.

– ¡Y tú también! Lo conseguiré, pero no lo verás si te quedas…

– Tu padre ya está viejo – intervino de nuevo el alférez – como para andar comenzando de nuevo. Aquí tiene al menos una casa, amigos y sustento. Tantos vaivenes no le iban a sentar muy bien, ¿no crees? – la mirada penetrante del alférez desmentía su piel ajada.

El muchacho le ignoró.

– Perderemos el barco, padre.

– Sí, parece que tus compañeros están algo inquietos – volvió de nuevo su atención a las cartas, como si aquella conversación no hubiera sucedido.

El chico, con la mandíbula tensa, salió airado de la taberna, seguido de sus no muy sorprendidos amigos y una risita del alférez.

El marinero suspiró. Es mejor así, pensó, como había pensado cada día desde que su hijo le diera la noticia. Los hombres a su alrededor reían por alguna chanza que contaba el alférez. Escuchó a medias. Era una anécdota sobre cómo en cierta ocasión habían encallado en una playa rocosa y habían sobrevivido una semana a base de huevos de muy enfadadas gaviotas y agua de lluvia. Era una exageración, por supuesto; habían encallado y asustado a unas pocas gaviotas, pero el pueblo más cercano estaba a menos de un día de camino y esa misma noche habían comido y dormido caliente.

Torció la sonrisa, mirando al alférez contar sus proezas. Un verdadero amigo, sí. Agradecía tenerlo cerca, alegraba los días y siempre estaba ahí para ahogar las penas…

El alférez le devolvió la mirada, clavada, minuciosa. El cielo se abrió.

El marinero salió corriendo, tropezando por la cantina, deseando con todo su ser que no fuera tarde. No demasiado tarde. Atravesó el puerto en una exhalación, con sus oxidados músculos protestando por el repentino esfuerzo, pero no se permitió detenerse. ¿Dónde está?, pensaba, ¿dónde está el condenado barco?

Llegó al último muelle y una mueca de dolor se abrió paso. Ya en el mar estaba. Navegaba hacia el horizonte, con las velas blancas brillando bajo unos tímidos rayos que el sol había conseguido infiltrar entre las nubes para desearle buena ventura.

Era, en efecto, demasiado tarde. El marinero no subió al barco.

Comentarios (8):

Judith

18/01/2018 a las 01:42

Hola nubes,

Qué lindo relato!! Muy bien contado, con muy buenas descripciones, y un muy buen ritmo. Lo único que no me gustó del todo es dónde pusiste la frase el marinero no subió al barco. Creo que el final queda mejor en “Era, en efecto, demasiado tarde”. Creo que a todos nos costó incluir la frase. Quizás en el medio del relato podrías haber dicho algo mientras el hijo intentaba convencerlo, algo como “vamos, padre, que no le pase como al marinero que no subió al barco y se arrepintió toda su vida…

Es una idea nomás. Espero seguir leyéndote!

Saludos,

Literauta 27

Judith

18/01/2018 a las 01:47

Aunque leyendo veo que no puse la frase tal como era en mi sugerencia jaja

Calensul

18/01/2018 a las 20:33

Muchas gracias Judith ^^

La verdad es que sabía que me quedaba un poco ortopédica la frase, pero no se me ocurrió cómo hacerlo mejor.

¡Saludos!

azul

20/01/2018 a las 01:44

Tienes una historia conmovedora que me ha recordado algunos pasajes de mi vida: oportunidades que perdemos por un momento de orgullo o duda. Saludos.

Calensul

20/01/2018 a las 19:54

Muchas gracias Azul, no creí que fuera a transmitir tanto 🙂

DH

20/01/2018 a las 21:20

Bien, creo que técnicamente no tengo nada que decir. Pero puedo hablar desde lo que logro percibir.

Si no me equivoco, en tu relato se ve exactamente lo compleja que puede ser la influencia de las personas que tenemos a nuestro alrededor. Realmente el Alférez en algún momento fue su amigo, pero ahora, en ese momento, ¿en serio lo es? El protagonista dice claramente que contar historias tergiversadas es su manera de aferrarse al pasado. ¿Entonces quería mantener a su amigo con él? No lo sé, algo como un acto puramente egoísta.

De hecho, el protagonista casi no habla. Solo acepta que el mejor futuro no es para él, porque otro dice que es lo mejor.

Me gusta el mensaje que deja, o que al menos a mi me dejó. Y es que muchas veces nos guiamos por lo que otros dicen y eso no siempre esta bien.

Yo no veo su actitud como algo de orgullo, lo veo mas como temor. Temor a enfrentar cosas nuevas y a dejar atrás lo que le hace daño. Temor que todos enfrentamos en algún momento de nuestra vida.

Coincido con que el final esta un poco forzado. Pero el resto me gusta.

kikin87

22/01/2018 a las 10:43

Hola Calensul.

Coincido en que el final es forzado. Yo también sufrí con la inclusión de la frase jeje.

En cuanto a la historia, no me queda claro que es lo que hace cambiar de opinión al protagonista.

Lo mejor del relato, sin duda, son las descripciones.

kik87

Calensul

23/01/2018 a las 21:00

DH y kikin 87, gracias por vuestros comentarios. Tomo nota para mejorar la inclusión de la frase y aclarar un poco lo que ocurre. DH lo ha captado muy bien, me alegro. Mi intención era mostrar cómo el marinero se ha visto absorbido por la nostalgia y la influencia del alférez y sale de esa burbuja en un momento crítico, cuando pierde a su hijo, aunque ya es tarde. Por experiencia propia sé que es difícil salir de ese tipo de situaciones porque no se tiene perspectiva.

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