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50 y 50 - por Jorge Lozano
Sus ojos me siguen mirando con la misma indiferencia de siempre. Demonios, hay veces que no puedo soportarlos.
–Déjame en paz María –le respondo con una convicción fingida de que yo soy el que tiene el control.
–Mira tonto, si vamos a seguir con el negocio tiene que ser con mis reglas ¿ok?
A María siempre le ha gustado tener el control, aunque yo soy el que da la cara a los clientes, ella es la que decide a quién desfalcar la siguiente vez. Supongo que yo era así a su edad, quería comerme el mundo a bocanadas, sin ver hacia atrás. ¿Cómo puedes ver hacia atrás si enfrente están las cosas que el mundo te dice que debes de tener para ser feliz?
Me dí cuenta desde muy pequeño que que me gustaban las cosas caras. Y también me dí cuenta que los perdedores de mis padres nunca me iban a dar lo que yo quería. Aún puedo verlos contar las monedas en la mesa de la cocina para ver si les alcanzaba la plata para comer el día siguiente.
Patético.
Yo no sería como ellos. Yo quería dinero, dinero a montones. Y sabía que sólo había una forma de obtenerlo: Robando.
Pero a mis 11 años no podía ir simplemente a la ventanilla de un banco y decir “Disculpe usted señorita, esto es un asalto, no traigo una pistola pero me gustaría que llenara la mochila con billetes de mil”. Necesitaba aprender el oficio, necesitaba entrenar. Y qué mejor forma que empezar en los lugares donde estuviera cómodo. Los armarios en casa de mis amigos fueron las primeras víctimas. A veces fingía ir al baño cuando me invitaban a comer y ahí es cuando revisaba los cajones de la recámara de sus papás, los cuartos de sus hermanos y así.
Empezaba por cosas pequeñas: algún arete, unas cuantas monedas, el prendedor de la hermana de Francisco. Cosas pequeñas para que no me descubrieran. Uno no puede atascarse en los primeros robos o se queda sin amigos. O peor aún, castigado de por vida.
A esa edad aprendí las sutilezas del oficio. Aprendí a planear mis movimientos, a tener el corazón frío para robarle a mis padres el poco dinero que juntaban para el viaje de vacaciones al pueblo de mi abuela una vez al año. Aprendí que los negocios no perdonan ni siquiera a la familia.
Pasé varios años jugando a robar antes de moverme a las ligas mayores. No sería un raterito cualquiera que robaba a los peatones a punta de pistola. Mi arte debería ser mucho más elegante, mucho más intelectual. Estafas, creación de documentos falsos, apertura de cajas fuertes. Cada uno representaba un reto diferente del que tenía que ser experto.
Pero al final me quedé sólo con el negocio de la falsificación. Un negocio bastante lucrativo si tienes el talento adecuado. Y ahí es donde entró María. Ella es el verdadero talento detrás del negocio.
La conocí a sus 17 en una de mis visitas a la escuela de arte que frecuentaba para estafar al director, un tipo arrogante que con un poco de poder se volvió loco. Además de adicto al poder era adicto a otras cosas. A las niñitas de 14 y 15 por ejemplo. Yo tenía todo grabado, así que no podía simplemente correrme cuando lo iba a visitar.
No te contaré el cómo obtuve esos videos, no estoy aquí para contarte mis secretos. Lo que sí te puedo contar es que en una de esas visitas ella me abordó. El talento para los negocios lo reconocí después, en ese justo momento lo único que descubrí fueron sus ojos llenos fuego por querer salir de la vida aburrida que tenía.
–¿Así que tu eres el que viene a estafar al Director todos los meses eh? –Su pregunta me cayó por sorpresa, como una pantera que se avienta sobre un ciervo indefenso. Nunca supe cómo descubrió el negocio que tenía con el Director, pero me abordó firme y decidida con su idea por delante.
–Cincuenta y cincuenta, yo falsifico las obras, y tu las acomodas en el mercado. Fácil, ¿no te parece?
Y así ha seguido esta sociedad que me ha traído tantos beneficios, aunque con más dolores de cabeza de los que quisiera recordar. Lo que ella no me dijo esa primera vez es que el 50 y 50 no se refería a las ganancias, sino al porcentaje de propiedad de mi alma: 50% para el diablo, 50% para ella.
Comentarios (6):
Servio Flores
18/11/2017 a las 02:58
Hola Jorge.
El escrito me ha incitado a seguir linea a linea hasta el final.
La puesta en escena es muy buena, pese a que no tiene acción propiamente dicha nos plantea unos personajes y unas posibles situaciones muy interesantes. La historia se siente a lo Bonnie y Clyde con algo de Lolita.
El título se acopla muy bien al final que a mi parecer está muy bien logrado.
su trabajo me ha gustado.
Saludos.
Manuel Jover
20/11/2017 a las 18:31
Saludos, Jorge!
Estupendo relato/retrato tanto de la psicología de un delincuente como de la relación con su socia.
Detrás de un ritmo sin tregua se esconde una crueldad aplastante.
Especialmente brillantes la descripción de las motivaciones del protagonista y ese magnifico final del doble sentido del 50/50.
Yo cambiaría alguna coma aquí y allá por un punto, pero igual son manías mías.
Enhorabuena!
Héctor Romero
21/11/2017 a las 04:29
Jorge, primero permite agradecerte tu visita a mi relato y comentario que tomo muy en cuenta. Qué relato te has gastado, ese título acertado como anillo en cola de perro, esa figura de ,,,como una pantera que se avienta… y ese párrafo “A esa edad aprendí las sutilezas del oficio…” qué capacidad la que tienes. Te leo el próximo mes y los venideros.
Osvaldo Vela
21/11/2017 a las 15:17
Hola Jorge, antes que nada quiero agradecer tu visita a mi texto y tus comentarios. me he tardado en comentar el visitarte pues el puente del 20 de Noviembre me mantuvo de viaje por Nuevo León.
En cuanto a tu trabajo, este me atrapa desde el título, luego unos ojos indiferentes continúan tu obra de adueñamiento de mi atención.
Lo que sigue después es un relato que no puedes abandonar hasta su conclusión, con un desenlace que identifica el verdadero significado del titulo. Te Felicito.
Nos seguimos leyendo.
LUIS
21/11/2017 a las 15:43
Hola Jorge, soy Luis (4). Una buena historia que hace leer hasta el final; ella es quien manda. Lo he pasado bien. Muy bien explicada. Felicidades, un abrazo.
María Jesús
22/11/2017 a las 20:18
Hola Jorge: Un interesante relato el tuyo, sobre la trayectoria de un delincuente. Me ha gustado el ritmo que le das, como vas descubriendo a una persona sin escrúpulos. El título muy acertado. Un placer leerte. Si te interesa pasarte por el mío yo también escribo sobre un delincuente.
Saludos.