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Sin gasolina - por bebaR.
Vio la señal cuando empezaba a lloviznar: la remota gasolinera estaba a unos dos kilómetros a la izquierda, y para llegar había que transitar un ignoto desvío olvidado y pedregoso. ¡Adelante! A los tumbos y entre estertores, con un milagroso último chorrito de gasolina, la camioneta arribó al puesto: un surtidor oxidado y descolorido, yuyales ásperos, rastros del último ventarrón y…nadie. No parecía que alguien se hubiera acercado durante años. El hombre frenó en medio de la polvareda que no terminaba de asentarse.
Intentó pedir ayuda, pero no había señal para el móvil. Calculó regresar caminando hasta la ruta para pedir auxilio; pero la lluvia arreciaba y prefirió hacer algún intento para volver a arrancar desde allí.
Por si acaso tocó la bocina. El eco fue rebotando por el páramo cada vez más lodoso y hostil, y se hundió en los nubarrones del atardecer. «Si me quedo aquí me voy a morir de frío», se dijo.
La noche, que no entiende de problemas humanos, seguía avanzado con su balde de tinta helada.
Entonces se acercó hasta la casilla del operador; a todas luces, se estaba disolviendo en el tiempo.
Con un certero puntapié desgoznó la puerta; en el interior flotaba un olor malsano a pesar de los vidrios rotos: «Muerte; letrina», se dijo el hombre, acostumbrado a las situaciones extremas de la miseria humana.
A la luz de su celular recorrió en una mirada el mobiliario escueto y sucio: mesa, silla, armario… «¡Armario! ¡Tal vez encuentre gasolina!»
La idea de una reserva en algún bidón providencial le hizo saltar el corazón.
Apenas dos pasos. Se lanzó hacia el aparador anticipándose al regreso a la ruta. Otra vez un certero botinazo para que saltara el candado.
Las puertas crujieron, y él gritó de asco y terror cuando sintió que las ratas corrían entre sus pies. ¡Tantas ratas inmensas! Al tiempo que se apagaba su celular, vislumbró también el esqueleto que se incorporaba y salía del mueble hacia la puerta ¿o hacia una pared cualquiera?… ¿batía sus huesos… o carcajeaba?
Paralizado, desvalido, quedó a la deriva en la piecita lóbrega y hedionda; en el silencio siseaban las ratas.
Tanteó para volver a salir; esperaría el alba para buscar ayuda; tal vez caminando, saltando, pudiera sobrevivir al frío y al miedo.
De pronto, su cabeza golpeó contra la puerta… nuevamente cerrada. La oscuridad sangrante estalló en su cerebro.
Todavía pudo escuchar los rígidos pasos del zombi descarnado; un portazo metálico, un arranque… La camioneta se perdió en el horizonte del amanecer. Las ratas lo arrastraron al armario y una ráfaga misteriosa lo encerró a la espera de otro viajero desprevenido… o de la muerte.
Comentarios (16):
Patricia Redondo
17/11/2017 a las 14:46
¡que miedo Beba ! Muy bueno , se palpa la tensión y el espanto. Genial , digno del mejor Poe.
Felicidades.
Nos leemos!
Juana Medina
17/11/2017 a las 19:56
Jamás me detendré en la noche oscura en una gasolinera abandonada.
¡Lo juro! al menos, no en esta vida.
muy bueno, Beba. Si querías que tembláramos, logrado.
Me llama la atención cuántas historias relacionadas con muertos o con la muerte, fantasmas, zombies, hay este mes. ¿Es noviembre o la gasolinera que parece dar para cosas tan terribles?
No tengo auto, de modo que me falta la experiencia.
Te felicito. Creí que ya nada me asustaba.
Un abrazo
María Kersimon
17/11/2017 a las 21:42
Hola, Beba, así como arranca, con gran realismo, descripciones esmeradas y hasta poéticas (bravo por esta frase: La noche, que no entiende de problemas humanos, seguía avanzado con su balde de tinta helada. Pura poesía)… uno se va dejando llevar; nota la tensión del personaje que intenta evitarse incomodidades… pero lo que viene a continuación lo toma del todo desprevenido. A mí por lo menos. Pensé que se iba a encontrar un cadáver, quizás, pero no un episodio del más rebuscado terror. ¡Qué asco y qué miedo, por favor!
Logrado el efecto sorpresa, y con creces. Felicitaciones.
charola
18/11/2017 a las 02:19
¡Hola, Beba!
Genial tu relato. Todos los hilos se atan al final para lograr un gran relato de terror.
Felicitaciones.
Estoy en el 27.
Servio Flores
18/11/2017 a las 14:59
Hola Beba.
Que buen relato, me encantó.
A momentos con exquisitas líneas como esa de la noche y su balde de tinta fría.
Muy bien logrado.
Saludos
Estoy en el # 37
Ane
18/11/2017 a las 21:14
Hola Beba, buen relato. Unas descripciones muy acertadas, logran transmitir muy bien la tensión.
Saludos.
Alejandro
18/11/2017 a las 22:05
Hola, Beba, te escribe el vecino del piso 137.
Beba, de todos los relatos del taller que he leído hasta ahora, el tuyo es, sin lugar a duda, mi favorito. Este relato no me gusta sino que me encanta. Un lenguaje muy recto, la tensión a flor de piel, el efecto sorpresa; la narración, y las descripciones se complementan para confluir en un texto sublime.
Que nunca se apague la llama!!!
Henar Tejero
19/11/2017 a las 16:42
Hola Beba,
has logrado crear un ambiente aterrador. Realmente he pasado miedo.
Me ha gustado el final, impactante.
La tensión está servida en todo el relato con un toque de misterio.
Felicidades!!!
Si quieres leerme estoy en el 120.
Saludos
Thomas Carnacki
20/11/2017 a las 01:17
¡Hola, Beba!
Buen relato, cargado de tensión y adrenalina. Una atmósfera perfectamente definida y con descripciones muy certeras. Atrapa y se lee de un tirón. Un final ameno para concluir la peculiar odisea de nuestro protagonista. Enhonrabuena, por tu trabajo. Que sigas mejorando, nos leemos 😉
¡Hasta la próxima!
Paola Panzieri
20/11/2017 a las 12:35
Hola Beba
terror en la gasolinera…
me ha gustado , bien relatado, con final sorprendente y mucha tensión.
Saludos
Laura
20/11/2017 a las 16:37
Hola Beba.
Soy Laura del 53.
Menudo relato de terror has disparado.
Me encantan algunas de tus expresiones. Maravillosas.
Hasta la próxima propuesta.
Mancebo
21/11/2017 a las 08:23
Buenos días, Beba
Me ha gustado tu relato. Desde el primer momento se intuye que algo no va a ir bien. Vas preprando al lector con pequeños salpicones para introducirle poco a poco en ese ambiente misterioso. Lo recreas bien y vas armándolo para conducirnos a la parte final, tétrica y contundente. Esperando lunas y lunas a que otro incauto te sustituya para poder escapar.
La forma de narrar me parece fluida y el ritmo adecuado. El lenguaje variado, rico, con metáforas y expresiones logradas. Me han gustado particularmente estas:
“Con su balde de tinta helada” “¿batía sus huesos…o carcajeaba?” “desgoznó la puerta”
También otras me han resultado raras, quizás por la latidud donde habito como: “A los tumbos” yo hubiera puesto “Dando tumbos” o”Calculó regresar caminando”, yo hubiera sustituido el verbo por “sopesó”.
Estoy en el 134 por si te quieres pasar.
Luciano Sívori
21/11/2017 a las 15:53
¡Terrorífico! Me encantan las historias de muertos vivos, y esta es una de ellas. Hay algunas cuestiones para retocar y corregir, pero en general me gustó mucho.
Don Kendall
22/11/2017 a las 01:14
Hola Beba,
Me gusta la propuesta que haces. La anécdota del relevo del zombi con un punto de vista rompedor. Me gusta el narrador omnisciente pisando fuerte con chulería. El resultado es magnífico.Sin fisuras y las que hay no se notan 😉
Muchas gracias por este aporte
Osvaldo Vela
24/11/2017 a las 17:33
Hola Beba, cuan cambiante puede ser una escritora para lograr una joya como la que tu presentas. Cuando empiezo a leer tu texto me encuentro con expresiones, tan poéticas, que poco imagino a donde llevas al lector:
“Entre estertores, con un último chorrito de gasolina, la camioneta arribó al puesto:” O también:
“tocó la bocina. El eco fue rebotando por el páramo cada vez mas lodoso y hostil, y se hundió en los nubarrones del atardecer.” Para rematar con:
“La noche, que no entiende de de problemas humanos, seguía avanzando con su balde de tinta helada”.
Después de saborear estas expresiones tan comunicadoras, me golpeo de frente con un escenario a la “Poe” y es entonces que me doy cuenta que lo dulce y lo amargo a veces son bellos en el resultado final. Te felicito y nos seguimos leyendo.
Vespasiano
27/11/2017 a las 21:41
Hola beba:
Aunque un poco tarde paso por tu historia sabiendo que encontraría un buen relato.
La escena propuesta, terrorífica, me ha abierto los ojos. ¡Nunca saldré de viaje sin antes haber llenado el depósito de gasolina.
Me uno a los elogios de los compañeros.
Felicidades.