Era más que un simple robot.
Ya habían pasado más de doscientos años desde que lo crearon y una guerra de por medio. «Sobrevivió» a duras penas.
Estaba mirando por la ventana, abstraído en esos pensamientos (si es que un robot podía llegar a tener algo que que se pudiese llamar recuerdo) cuando vio pasar a una joven de cabellos dorados. Por primera vez sintió algo que no fuesen ganas de matar. Sintió… ¿amor?
Se quedó ahí clavado, sin lograr descifrar eso que acababa de sentir.
Los humanos lo programaron para matar y nunca ha sentido otra cosa que odio. Sin embargo se había olvidado que antes era uno de esos humanos que en su momento quiso (y logró en parte) aniquilar.
Tenía sentimientos, muy en lo profundo de su ser, oculto por un microchip instalado en su celebro, pero los tenía. Quizás tan solo necesitaba encontrar a la persona correcta que activase esa parte.
No obstante sabía que era algo que se quedaría en nada. Cuando la guerra finalizó le encerraron junto a todos sus compañeros en una sala blindada, a oscuras, con tan solo una ventana donde apenas penetraba la luz del sol. Y los desconectaron.
Pero… ¿cuál es la razón entonces de que logre pensar, que haya visto a esa joven?
Intentó mover una de sus manos y, para su sorpresa, lo logró. Hizo lo mismo con la segunda. Y así hasta que logró quitarse todos los cables que le retenían. Se acercó a la ventaba y le dio un fuerte golpe al cristal, logrando hacerlo añicos.
Era libre. Tenía una segunda oportunidad que no iba a dudar en utilizar.