Era más que un simple robot. Aquel juguetito nuevo podría cambiar su suerte. Con delicadeza pulió los últimos detalles y colocó el artefacto en su lugar. A continuación se anudó la corbata y repasó que sus zapatos estuvieran impecables. Anduvo por la calle si dejar de mirar el reloj y de comprobar su aspecto en los escaparetes. Tal vez había elegido un conjunto demasiado elegante.
Al llegar al restaurante encontró a Mariela esperándolo en la puerta. Viéndola con su precioso vestido granate sintió que no estaba a la altura. Se quedó paralizado mirando a la joven y no reaccionó hasta que ella se acercó a darle dos besos.
–Perdón por hacerte esperar.
–No te preocupes. Prácticamente hemos llegado a la par.
Una vez sentados en la mesa y habiendo pedido la comida, fue ella la que empezo la conversación:
–Tenía ganas de conocerte. Martín me ha hablado mucho de ti. Me ha dicho que eres inventor.
–No sé si me llamaría inventor. Más bien diseño maquinaria para algunas empresas.
–¿En qué estás trabajando ahora?
–Lo siento pero es secreto. Al igual que tampoco puedo desvelar el nombre de la empresa.
Así continuó el resto de la velada; con Mariela haciendo preguntas y Julián respondiéndolas vagamente. Al volver la chica del baño le dijo a su acompañante mientras se ponía el abrigo:
–Ya he pagado mi parte de la cuenta. Tengo que irme.
–¿Quedaremos otro día?
–No lo creo. Por cierto, se te ha caído esto.
Julián recogió el pequeño engranaje que Mariela le ofrecía notando la suavidad de sus palmas. Tras unos minutos prudenciales también él pagó su parte y se marchó.
Camino a casa se paró en frente del primer contenedor que encontró. Se desató la camisa llevándose por delante algún botón y arrojó al cubo el corazón que él mismo había fabricado.