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Machucando unos y ceros - por CarrieR.

Era más que un simple robot. Sin mecanismos. Controlado por series de Ceros y Unos.

Entre el bullicio de los jóvenes y los clamorosos lamentos de las gitanas que salían de los penumbrosos túneles del metro, estaba él. Vestido de gris, pantalón y camiseta neopreno de manga larga, bailaba con los movimientos precisos de un robot. La cabeza volteaba al compás de la música que emitía su MP3. Los brazos saludaban a los pasajeros o a la soledad del aire con ángulos perfectos de 90 grados: arriba, abajo u horizontalmente. Manteniéndose de cabeza se convertían en aspas sus piernas volantes.

La ingeniosa actuación atraía a muchas personas que generosamente vaciaban sus bolsillos no sólo de monedas, sino de billetes de diez o veinte, fruto de la admiración. Así comenzó a ganarse la vida y el apodo cariñoso de: "el niño robot del metro".

Las vicisitudes de nuestras vidas pueden resumirse en una cadena de unos y ceros: síes y noes. Positivos y negativos. Prendidos y apagados. Ceros: momentos duros, dolorosos, difíciles y destructores. Unos: momentos buenos, felices, exitosos e inolvidables.

La niña que cada mañana se dirigía al colegio fue de Los Unos. Le fascinaba todo del niño robot: su ropa, la música escogida, esos ojos oscuros y penetrantes, y la danza técnica e irónicamente expresiva. Los niños no se expresaban artísticamente con tanto sentimiento, y ¡mucho menos los robots! Ella le regalaba ojos de admiración, sonrisas y risas espontáneas. Él le correspondía con una mirada medrosa pero llena de esperanza por una amistad, alguien con quien charlar y jugar. Lamentablemente, nunca duraron mucho estos encuentros. Llegaría el metro, le cogería la mano su madre apresuradamente y se quedaría el niño robot bailando solo entre la muchedumbre.

Una mañana la niña preguntó a su madre por "su amigo".

–¿Por qué ya no está para bailar conmigo?

–¡Pero si tú no bailabas con él!

Se dio cuenta en este momento de que no sabía su nombre, ni dónde vivía o si bailaba en otra parada de metro. Le echó de menos.

Una noche en casa comentó su padre, traumatólogo del hospital, que el niño sin hogar había salido del coma.

–Muy simpático el crío.

–¿Qué le pasó? –preguntó la madre.

–Pues no sabíamos nada hasta… eh… anteayer, creo. Abrió los ojos y poco a poco ha estado preguntando y contando cosas de cómo sucedió todo aquella aciaga noche.

Explicó el doctor de El Cero que trató al niño, que unos ebrios pendencieros le robaron lo que había ganado ese día, luego, con unas risas viciosas, jugaron a "desarmarle". Dándose cuenta de que su hija le estaba escuchando con ojos asombrados, dejó de contar detalles de la violación y de la redomada crueldad que sufrió y que lo dejó internado en el hospital casi un mes.

La niña ya tenía las respuestas que buscaba y empezó a imaginarse de nuevo bailando con él.

Después del alta en el hospital, el "niño robot del metro" ya no volvería allí ni a bailar jamás. Nunca bailó con la niña. Ni siquiera para su boda. Tampoco lo hizo con sus hijas sobre sus pies o cogidas en sus brazos. Así eligió olvidar la agresión que sufrió aquella noche. Afortunadamente, la vida le obsequió muchos Unos: una recuperación completa, nueva familia, buena educación, y ¿su primera amistad? Ésa se convirtió en un matrimonio de cincuenta años bendecido por hijos, nietos, y un perro fiel que le acompañaba a la pista de petanca donde se reunía con otros ancianos cada martes por la mañana.

Ahora, a pesar de su inteligencia, no entendía por qué un "positivo" se convertía en la parte más negativa de su vida. Este "positivo" era un Cero, feo e imperdonable. El tumor hallado en la biopsia de su esposa resultó "positivo". Padecía cáncer óseo.

Nuestras vidas no tienen que definirse como una serie de ceros y unos. Podemos forjar nuestros propios futuros. Decidió en ese momento que encaminaría su amor… ¡bailando!

Intuía que lo que padecían esos fatigados huesos de su esposa era añoranza. La biopsia contaba la historia de los tejidos osteoides, no la del alma de una niña enamorada de un niño robot que ganó su corazón hace una eternidad. Esa niña todavía se albergaba en el cuerpo de una anciana que nunca dejó de imaginarse bailando con su primer y único amor.

… y lo hicieron los dos sobre una pista de Unos y Ceros, machucándolos con alegría, porque así se ha de escribir la historia de una vida: ¡bailando!

Comentarios (11):

Blanca García Álvarez

18/10/2017 a las 13:41

¡Hola Carrie!

Con tan pocas palabras has conseguido contar una historia de soledad, ternura, amistad, maldad, superación, amor, alegría, enfermedad, optimismo, infancia y vejez.Todo ello relacionando el código binario, propio de la computación, con el lenguaje de la vida, algo muy original y muy acertado tratándose de un robot humano.

Unas pocas pinceladas te han bastado para dibujarnos el entorno social de los personajes.El ritmo es bueno y la explicacion de los Unos y Ceros necesaria.

En esta bonita historia nos muestras la importancia que cada uno de nosotros tenemos en la vida de los que nos rodean. Una realidad.

Ha sido un placer leerte. Espero poder seguir haciendolo.

Un saludo!

Wizoo

18/10/2017 a las 16:35

Una historia muy bonita. Has conseguido crear una atmosfera triste pero que al final consigue sacar una pincelada de felicidad. La historia deja un gran sabor de boca.

Me ha encantado.

Esta es la primera vez que participo con vosotros y estoy empezando a leer todas las historias. Por aqui se ve mucho talento.

Yo tambien he participado con una historia.
https://www.literautas.com/es/taller/textos-escena-47/8450

¡Un saludo!

Héctor Romero

21/10/2017 a las 02:53

Carrie, muy bonito y bueno tu relato, diría cautivador, más que de tristeza está impregnado de ternura. Felicidades, soy tu compañero Literauta 76

Stinkelgeneroso

23/10/2017 a las 18:41

Un relato muy bonito. Me gusta mucho el simbolismo que haces con los unos y los ceros.
La lectura es fácil y entretenida. Muy bien Carrie

charola

24/10/2017 a las 04:20

Qué hermoso relato! Me gustó mucho.

Hemos coincidido en hacer el “robot humano”. Gracias por leer y comentar mi relato.

El tuyo, ya te dije me gustó muchísimo. Lo leí de un tirón y no vi nada para corregir o hacer mejoras. ¡Felicitaciones!

cesar henen

25/10/2017 a las 01:47

Hola carrie, un gusto saludarte y pasar a tu relato, empezare con los corregibles que no son solo un par
“sucedió (todo) aquella aciaga noche” Lo correcto sería toda en lugar de todo.
“… y lo hicieron los dos sobre una pista de Unos y Ceros” Después de puntos suspensivos como en este caso, se escribe en mayúsculas.

Una historia maravillosa y muy conmovedora, donde nos muestras que en la vida siempre hay esos altibajos y en donde lo importante es saberlos sortear. Me encanto tu relato y espero leerte el próximo mes. ¡Un saludo!

LUIS

26/10/2017 a las 00:53

Hola Carrie soy Luis(1) He encontrado la historia demasiado rebuscada. Es tierna y se lee bien, quizá la metáfora, para mi gusto, un tanto forzada. Aún así te felicito por el trabajo. Un abrazo

marazul

29/10/2017 a las 11:59

Hola Carrie: has escrito un relato con mucha simbología. Tiene mucho contenido, y esa oposición entre ceros y unos —aplicados a la vida— demuestra que tienes mucha imaginación.
Mi opinión como lectora es que es una historia con demasiada información. En solo 750 palabras condensas una vida. Personalmente creo que tienes argumento para varios relatos. Es mejor centrarte en un episodio, en un capítulo. Por ejemplo desarrollar el principio con un final abierto. En estos relatos cortos el lector lo agradece.
También puedes repasar un poco la parte técnica: “clamorosos” y “penumbrosos” son dos adjetivos que escritos tan juntos no suenan bien
Todos estamos aprendiendo, Carrie, y yo la primera, lo importante es que vayamos avanzando.
Un abrazo

Laura

30/10/2017 a las 10:55

Hola Carrie.
Coincido con marazul con el exceso de información. Da para una novela, más que para las 750 palabras en que has comprimido la historia.
Realmente está para desarrollarla.
Felicitaciones

K. Marce

18/11/2017 a las 18:21

Saludos Carrie:

Muchas gracias por leer y comentar mi escena 46/47, y tu interesante comentario en él.

Tu historia muy tierna, creo que me la he leído sin percatar las erratas. Volviendo a leerlo y analizando a tus comentaristas, caigo que la ficción a veces nos atrapa y dejamos pasar esas cosillas de mejoras.
Por alguna razón, debo de coincidir con Marazul sobre toda una vida condensada en tan poco espacio, aunque confieso que eso también me ha gustado. Sin embargo, muchos aquí perdemos (me incluyo porque he pecado varias veces en esto) es que no estamos apegandonos a lo que es una “escena”. Escribimos relatos cortos, cuando una escena todo debe de transcurrir en una espacio de tiempo (o espacio) determinado. En fín, espero que Literautas retome el tema y nos indique “Cómo escribir una escena”… aunque eso está en las reglas.

Me fui por las ramas, en conclusión tu historia es linda y conmovedora, y me encantan los finales felices, aunque sabemos que más tarde existirá la perdida del ser amado. Pero así es la vida, nacemos muriendo… címo vivamos en lo importante.
¡Nos leemos!

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