Era más que un simple robot. Yo lo sabía perfectamente, ya que había comandado maquinas como aquella durante los últimos seis años. Se trataba de un cubo de acero de dos toneladas, con cuatro patas y dos brazos. Estos últimos terminados en potentes baterías láser en lugar de manos. Aterrador.

Me acerque a él con las manos en alto. Me apunto, pero no disparo. Pasados dos minutos, que se me hicieron eternos, se corrió a un costado. Dejándome el camino libre para entrar en el Centro de Mando.

La primera dama estaba sentada en el panel de control. Supervisando la movilización de los drones y los bots mientras rodeaban la casa de gobierno. Ni siquiera me miro al entrar.

-Doctora…-casi pronuncie el apellido de su marido, pero me detuve a tiempo. Dada la situación, hubiera sido un suicidio.

-Por favor no haga esto.-dije sin más.

Ella contesto sin darse vuelta, como si yo no estuviera ahí.
-Doce… Mientras yo diseñaba, programaba y dormía mal para ganar la guerra que él había empezado… El hijo de puta se acostaba a mis espaldas con una fulana distinta cada seis meses; Por supuesto que voy a hacer esto.

-Pero…-No puede terminar la frase, porque me interrumpió.

-Sus tres últimas secretarias. Dos senadoras. Una de sus custodios. Las mujeres de dos embajadores extranjeros y la de su hermano. Tres internas de mi equipo de programación.-su voz se quebró y se derrumbo sobre el teclado, desconsolada-¡Este país va a arder por lo que me…!

-Yo la amo.

Fue como si le hubiera dado a un interruptor. De golpe, se quedo totalmente en silencio.

-No sé cuándo ni cómo paso-continué-tampoco importa. Lo que si se es que, por el hecho de haber trabajado juntos todo este tiempo, la conozco bien. Mejor que el presidente. Usted es un genio y una heroína. Se que es mejor que esto. Por favor deténgase.

-¡¿Y después qué?!-gritó, histérica.

-Tengo un dron de transporte esperando afuera. Súbase a él y vallase, vallase lejos. A donde sea. Dados sus conocimientos y capacidades, cualquier gobierno estaría encantado de ofrecerle asilo político. Serian idiotas si no lo hicieran. Puede empezar de nuevo.

Ella se llevo las manos a la cabeza, como si le doliera. Finalmente, ejecuto una serie de comandos en el ordenador central. Las últimas palabras que aparecieron en la pantalla, antes de que se pusiera negra, fueron: “Desconexión total”.

Se puso de pie y camino hacia mí. Tenía los ojos rojos de tanto llorar.

-Mis creaciones destruyeron ejércitos enteros, miles de vidas. Soy un monstruo. No una heroína.

Me encogí de hombros.

-Yo di parte de las órdenes.

Sin previo aviso, me abrazó y dijo:

-Los conocimientos militares de un general desertor también serian valiosos para cualquier gobierno.

La verdad es que estaba cansado y decepcionado de muchas cosas.

La besé. Me dije a mi mismo que quizás yo también me merecía empezar de nuevo.