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ULTIMA ESPERANZA - por amparo rouanet moscardóR.
ÚLTIMA ESPERANZA
Susana esperaba a que el empleado de la clínica médico forense le mostrara el cadáver de la niña. No era algo habitual en su trabajo de delegada de libertad vigilada de menores, pero cuando tenía que hacerlo se le encogía el corazón, y un fuerte nudo le atenazaba la garganta.
─Sí, es ella ─dijo con un hilo de voz.
Salió con los dientes apretados y un rictus de amargura en la cara. Sí, era Lucia Expósito, la niña de quince años que hacía unos días había desaparecido del Centro de Menores.
La recordó. Morena, grandes ojos negros de mirada curiosa, y sonrisa fácil a pesar de su historia personal, como la de otros muchos menores que comienzan su andadura marcados por un destino aciago. Hacía unos pocos días la había visitado, hablaron de su futuro; quería estudiar peluquería para salir de las calles y de la incompetencia de una madre alcohólica que la maltrataba y la llevó a juntarse con Rubén, un joven de diecisiete años que no paraba de entrar y salir del Reformatorio. “¿Y, ahora qué?”, se preguntó con amargura.
Cogió el coche y se dirigió a la Comisaria para hablar con el inspector jefe del GRUME (Grupo de Menores) sobre la muerte de la chica; hacía años que se conocían por razones de trabajo y habían logrado establecer una buena relación. Cuando llegó, la recibió enseguida.
─¿Cómo estás? ─le dijo, mientras le señalaba una silla a su lado.
─No muy bien, ¿Se sabe quién la ha asesinado?
─Todavía no. Apareció en la dehesa del Saler, oculta entre los pinos, con signos de haber sido agredida sexualmente.
─¿Habéis interrogado al chico con el que salía antes de entrar en el Centro? Se llama Rubén.
─Hemos estado en su casa, y su madre nos ha dicho que hace tiempo que no sabe de su paradero. ¿Crees que pudo ser él? Es un delincuente de poca monta que se dedica a desvalijar máquinas de tabaco, no tiene en su expediente, delitos de robos con fuerza ni contra las personas.
─Lucía me contó que era muy celoso, quizás al dejarlo, se enajenó. Cada vez son más frecuentes los malos tratos entre jóvenes.
─Podría ser, lo tendré en cuenta. Perdona, no te he ofrecido nada, ¿quieres un café?
─Te lo agradezco, pero me cuesta tragar la saliva, no podría con un café.
─¿Qué vas a hacer?
─Voy a ver a su madre, a estas horas, si no está demasiado borracha ya se habrá enterado de lo sucedido.
─Que te vaya bien. Seguiremos en contacto.
Sara aparcó delante de la casa donde vivía la madre de Lucia, en un barrio conocido como las 613 por el número de viviendas de protección oficial construidas, habitadas por población marginal en su mayoría. Un gueto, foco de cultivo de las nuevas generaciones; abarcó con la mirada todo el conjunto, y suspiró.
Llamó al timbre. Una mujer en la treintena, pero avejentada por la bebida le abrió la puerta.
─¿Usted?,¿otra vez aquí? ¿Ahora, qué quiere? ─Sara pensó que aún no se había enterado de la noticia.
─Carmen, ¿puedo pasar?
─Solo un momento, tengo cosas que hacer. ─La pasó al comedor.
Sara apartó un montón de ropa sucia para sentarse en el sofá. Ceniceros llenos de colillas acampaban por todas partes, y desde donde estaba sentada pudo ver el fregadero lleno de platos con restos de comida; hacía ese olor característico de falta de limpieza que tan bien conocía.
─Es por Lucia, por lo que he venido.
─Esa desgraciada que ha renegado de mí. No quiero saber nada de ella.
─Ha muerto, apareció ayer en el Saler, la han asesinado.
La cara embrutecida de la mujer pareció que se suavizaba, y comenzó a llorar. Entre sollozos, oyó su voz rasgada que decía: “Ha sido él, el hombre que vive conmigo, la miraba con deseo cuando venía, y anoche llegó con la cara arañada”.
─Entonces,¿sí que me quería, y dejó de venir por él? ─preguntó, esperanzada.
─Sí, Carmen. Tu hija te quería.
Comentarios (7):
Marcelo Kisi
17/04/2017 a las 16:52
Hola Amparo!
Qué alegría que me haya tocado ser tu vecino de arriba. Me encanta cómo escribís. Tu estilo es del tipo que a mí me gusta: directo, límipido, sabés contar la historia con claridad y este lector te lo agradece.
Algunas cosas para aportarte nada más. Quizás ya lo hayas visto, pero parece que habías escrito esta historia sobre Sara, y resultó que tenía que ser Susana. Solo está efectuado el primer cambio.
Luego hay algún par de expresiones que me son extrañas, pero quizás donde vives se usan: “hacía ese olor…” (en mis tierras “hay olor”) y “La pasó al comedor” (en lugar de “hacerla pasar al comedor”). Quizás en tus comarcas se puede decir así, pero no lo sé.
Hay un cambio de sujeto en: “La cara embrutecida de la mujer pareció que se suavizaba, y comenzó a llorar (¿la cara embrutecida comenzó a llorar? ¿O Carmen?). Entre sollozos, oyó su voz rasgada que decía: “Ha sido él, el hombre que vive conmigo, la miraba con deseo cuando venía, y anoche llegó con la cara arañada”.”
El sujeto de este párrafo es Carmen (ojo con lo de “la cara embrutecida”). Siendo así, ¿quién “oyó su voz rasgada”? ¿Carmen escuchó su propia voz? ¿O Sara? Si es Sara/Susana, hay que mencionarlo, pues el cambio de sujeto debe ser explícito. Pero dudo que sea Sara la que escucha, porque no seguiría la conversación por ese rumbo, sino por dilucidar cómo es esa historia y dónde se encuentra el nuevo sospechoso. Pero que Carmen escuche su voz es raro, por lo que queda ambiguo. Habría que escribir “oyó su propia voz”, o “se escuchó a sí misma decir”. Y si fue solo un pensamiento, algo que “oye” Carmen en su mente, el problema es otro: el narrador equisciente (que ve solo lo que Sara ve, y por lo tanto no puede saber lo que Carmen piensa) se convierte en omnisciente solo al final, entonces queda disonante. En fin, yo seguiría trabajando este asunto.
Espero que estas cosillas te sirvan, porque, como te digo, me encantó tu estilo y toda la historia me parece muy bien construida. Felicitaciones!!
Estel Vórima
17/04/2017 a las 19:13
Un relato realista y directo. Vas a la historia ese es un estilo que me gusta, sobre todo en relatos breves, si se pierde uno en preambulos se pierde miga. Eso me ha gustado mucho.
Una cosilla, no sé si querías poner acampaban o campaban porque cuando algo abunda, sobre todo de manera desordenada, se suele usar “campaba”, aunque la idea de colillas acampando tiene un toque gracioso.
Un buen final.
Un saludo.
Nicolás Falcón
18/04/2017 a las 11:57
Hola Amparo:
Ya sabes que no me canso de elogiar tu trabajo, “Agatha Christie”.
Que sencillo que lo haces con lo difícil que es. Se notan los años, la experiencia.
Me gusta la claridad del texto; el ritmo; la estructura; el contenido. ES-TU-PEN-DO.
Por exponerte algo, que es una de esas cosillas sin importancia. Supongo que te has dado cuenta: “Sara apartó un montón de ropa sucia para sentarse en el sofá. Ceniceros llenos de colillas acampaban por todas partes, y desde donde estaba sentada pudo ver el fregadero lleno de platos con restos de comida; hacía ese olor característico de falta de limpieza que tan bien conocía”
En esta oración en la parte final cuando dices:; hacía ese olor característico de falta de limpieza que tan bien conocía
Ése “hacía” imagino que sería un “había”.
Nada, una tontería, de la que sé que eres consciente; y no sé para que te la digo.
FE-LI-CI-DA-DES- por este trabajo tuyo.
Un fuerte abrazo.
PD: a ver si vía telepática me pasas algo de ese portento que tienes… jeje
amadeo
18/04/2017 a las 22:17
Amparo:
Texto claro. Parece que “el narrador”, conoce muy bien el ambiente marginal de las grandes ciudades. Explícitas las situaciones. Creo que es un error el ¿Quién es Sara? ¿Es Susana?
El final un poco apurado. Sería bueno, algunos pasos anteriores donde aparezca la pareja de la madre.
Buen texto
Estoy en el 122 si gustas leerlo y comentar, agradecido
Amadeo
Iñigo
19/04/2017 a las 21:46
Buenas Amparo:
El relato me ha gustado, se nota que por tu profesión o por otro motivo conoces perfectamente el ambiente que rodea a los usuarios de pisos tutelados(yo soy trabajador social y algo conozco de ese tema también).Estoy de acuerdo con Amadeo en que el final es algo apresurado y sin dar pistas previas(aún así me sigue pareciendo sorprendente).Enhorabuena!!
Amparo Rouanet Moscardó
26/04/2017 a las 15:57
Gracias por vuestros comentarios. Durante 16 años trabajé como delegada de libertad vigilada en los juzgados de menores de Valencia, una experiencia dura, pero muy enriquecedora.
Pepe Illarguia
27/04/2017 a las 18:19
Hola Amparo, me he pasado por tu relato atraído por el título, coincide casi con uno de un taller anterior, se llama LA GRAN ESPERANZA BLANCA, como una famosa película de boxeo. La conexión entre ambos relatos parece terminar aquí, lo que sucede en el mio es que era el primer capítulo, de eso trataba aquel taller, y el personaje se levanta después de besar la lona, aún queda alguna esperanza, sin embargo en este relato, tan crudo y bien definido nos queda la amargura de una vida truncada en su última esperanza.
Un abrazo.