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Desenterrando el pasado - por GuagnerR.
Web: http://martoescribe.blogspot.com
Susana esperaba. Empezaba a oscurecer en el cementerio. Las ocho horas estaban a punto de cumplirse.
El día anterior había dejado todo listo: la pala y el bolso con ropa y agua y snacks en el tronco hueco de un árbol.
Fue la única forma que ella y Esteban encontraron para salir de las deudas: cobrar el seguro.
Se sentía orgullosa de su actuación cuando le preguntaron si quería para su marido un velatorio pomposo, o una cremación.
―Un entierro… ―prematuro estuvo a punto de decir. Pero se corrigió a tiempo―: rápido. Es lo que él hubiera querido.
La llamaron del Bienestar Seguros. La suma que cobraría les permitiría vivir tranquilos durante unos años. Ya tenían el contacto de un tipo que le haría a Esteban documentos nuevos, y pensaban mudarse al interior. San Luis les gustaba, y quedaba lo suficientemente lejos de casa como para evitar que los visitaran muy a menudo. Así, Esteban no tendría que ocultarse todo el tiempo para no ser reconocido.
El servicio religioso había sido cálido y bonito. Los familiares y amigos se ofrecieron a llevarla, pero ella se excusó: quería quedarse un rato a solas junto a Esteban. Bochi y Ángela la acompañaron un buen rato, pero finalmente desistieron también: tenían familia y debían preparar la cena.
Perfecto, tenía terreno libre y todavía le quedaban dos horas para que terminara el efecto de la medicina y Esteban despertara. Ya era casi de noche y el cementerio estaría tranquilo, podía desenterrar a su marido sin llamar la atención. Por estos pagos, hasta los serenos tienen miedo de recorrer el cementerio a oscuras.
Esteban debía hidratarse ni bien despertara, y consumir sal para levantar la presión. Fue a buscar la pala y las provisiones. Todo estaba dónde ella lo había dejado, a unos sesenta metros de la tumba recién cavada.
Mientras volvía, vio que una chica de sobretodo y pelo negro estaba parada frente a la tumba de Esteban. Era alta, esbelta y muy joven.
Susana apoyó la pala contra una lápida. Al acercarse, la chica se giró asustada.
―Hola ―dijo nerviosa―. Perdón, pensé que ya se había ido ―las palabras se le atolondraban en la lengua―. Esperé a que usted se fuera. No quería…
―Usted quién es ―Susana lo dijo con calma, su propia frialdad la sorprendió.
―Una amiga. De hace unos años. Del trabajo. Él… y yo… Bueno, supongo que ya no importa.
Susana se paró a su lado, sin olvidarse de la pala que la esperaba a unos metros.
―Hace, ¿cuántos años? ―Susana la miró bien: no tenía más de veinticinco, y Esteban tenía cuarenta y uno. Y llevaban casados quince.
O era un pedófilo o la había cagado con una pendeja.
La chica la miró, había vergüenza en sus ojos.
―No lo odie, señora. Fue una calentura, nomás. Terminamos…, él terminó la relación poco después de que empezáramos. A mí me costó superarlo, él era tan… ―Al mirar a Susana, se detuvo―. Perdón, no debería. No quería que usted me viera. Por eso esperé. No era mi intención que usted se enterase.
Susana sonrió, le acarició la espalda y la mejilla.
No te preocupes, querida. Te entiendo.
―¿De… verdad?
―Claro. ¿Por qué no vamos a tomar algo y me contás bien?
―¿En serio? ¿Ahora?
Susana la corrió del brazo amablemente, y se fueron alejando de la tumba de Esteban.
―Sí. Ahora me parece perfecto.
Mientras se alejaban, Susana oyó a sus espaldas los primeros golpes ahogados contra la madera.
Comentarios (8):
violeta
18/04/2017 a las 09:52
Hola Guagner.
Tu relato me ha gustado, mantienes muy bien la intriga hasta el final, es fácil imaginar la escena que dibujas muy bien a través de los diálogos. Tu protagonista impresiona por su determinación y dureza. Muy bien
PEPE ILLARGUIA
19/04/2017 a las 17:09
Qué bueno Guagner. Te devuelvo tu visita a mi osario alemán. No hay duda, aquí sí hay un conflicto, y yo me pregunto ¿se puede acusar de asesino a alguien que como en este caso liquida a un supuesto fallecido. De todos modos, no está mal para liquidar el pasado, aunque yo no me pondría nunca en la piel de Esteban, hay que estar un poco tarado, ¿y si resulta que es ella la del lío, y como siempre el marido es el último en enterarse?
Un abrazo .
Diego
20/04/2017 a las 13:18
Guagner:
Es bastante difícil que el flaco se meta en una tumba sin oxígeno, le falta un poco de verosimilitud para un cuento que no es fantástico. Podría hacerse cremando el cuerpo en vez de enterrando y que el final se lo imagine ella.
Saludos y abrazo
Patygut
20/04/2017 a las 18:49
Respeto al comentario de Diego, de igual modo aunque metiera un tanque de oxigeno, éste no iba a ser eterno, el resultado final iba a ser el mismo.
A mi me gustó el relato y el final 😉
Jack Elkyon
20/04/2017 a las 20:21
Hola Guagner. Me gustó mucho tu relato. Trabajas muy bien el humor negro. El ritmo es el adecuado, la historia fluye. Los diálogos y descripciones en su justo término. El lenguaje apropiado. En general, el contenido cumplió mis expectativas.
Si hubiese algo que sugerir, sería que la amante aportara alguna especie de prueba material de la relación, como un anillo, una fotografía o algo así, que permitiera que fuera más creíble su historia. Ya que Susana le cree a pie juntilla sólo por lo que ella le dice, que puede resultar falso.
Si quieres puedes comentarme en el número 27. Saludos.
Guagner
21/04/2017 a las 14:03
Gracias a todos.Me gustan esas cositas que me dijeron y quizá las agregue o las cambie.
PEPE, esa idea me gusta mucho. Creo que la voy a tomar.
Laura
01/05/2017 a las 13:00
Hola Guagner,
Felicitaciones. Humor negro al más puro estilo.
Nuevas felicitaciones.
lilian ht
05/05/2017 a las 21:23
Hola Guagner,
Acabo de leer tu relato y me parece realmente bueno. La fluidez del diálogo te lleva a un final incierto. La trama mezcla el humor con una pisca de suspenso. Espero leerte más seguido y por supuesto que te pases por mi relato para darme tu opinión soy el nro. 178.
Saludos.