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La última campanada - por HÉCTORR.

Las doce campanadas marcaron la medianoche en la vieja ciudad. Desde la mecedora tras la ventana, al compás de los vaivenes, alcanza a divisar la torre guardiana de Westminster. Una áurea plateada atraviesa la penumbra destacando en el fondo la majestuosa presencia del reloj.
Augustus había partido para siempre después de un corto camino de locura y demencia. Pensó que había llegado la hora a revelar el secreto mantenido desde 1859. La viuda hizo un esfuerzo para despegarse de la hamaca y alcanzar el frasco de mermelada depositado sobre la mesa de roble. Un intenso olor a naranja penetró su nariz al desenroscar la tapa; el último regalo del mayor de sus hijos, conociendo su debilidad por los dulces. Pero todos ellos habían marchado ya.
Vieja, enferma y en soledad, recordó sonriente, el tango que bailaba con él, cuando nació una alianza de amor que nada ni nadie podía romper; para ella, ni aun la muerte. Juntos se propusieron recorrer una vida de diseños, dibujos, planos, en el redescubrimiento de la arquitectura gótica, en un intento frenético de acercar el Medioevo al Londres de 1850.
Restaba menos de una hora para que la era del maléfico poder se alzara desde la pérfida Albión para el resto de la humanidad. Solo el mítico talismán de Augustus, ausente ya, podría mitigar el advenimiento de aquel mundo siniestro, subterráneo, de vulgaridad, que como nubarrones oscuros, se cernía sobre los cielos de Inglaterra, de la historia.
Con el paso tambaleante que la artritis le dejó, logro llegar a la puerta que marca el ingreso al piso primero en Whitehall 305, cerca de la plaza. Debe bajar la estrecha y crujiente escalera para alcanzar la acera, donde cogería el taxi que la acercaría a aquel sitio. Allí, desde el más allá, su marido infundiría el soplo para el nuevo orden, el espíritu que preservaría al orbe de todo lo grotesco feo de la cultura secular que se avecinaba. Era el secreto que el arquitecto inglés le revelo antes de morir, que ella debería guardar hasta esta noche. Un soplo de belleza y excelsitud. Pero debería durante el tic tac universal, frente al gran reloj, antes de la una.
Percibió la presencia del viejo roedor que habitaba bajo las maderas, cuya existencia permitía por temor a la soledad más completa, también por impotencia. Lo mismo, ya no importaba. La humanidad se debatía entre lo sublime y la decadencia, ¿qué lugar se podría dar a las ratas?
Arribo a la vereda del Palacio tras la única campanada que anunciaba una hora desde la media noche. Sin embargo, era tarde ya para que el anhelo de Pugin pudiera concretarse; el poder de aquel talismán sonoro no tenía ya, razón de existir. El mundo devendría en un alud de horror, vanidad y deformidad. Cuando ella miró hacia lo alto de la torre, el Big Ben había callado. Luego de unos segundos, acongojada, quiso regresar caminando sola al piso de Whitehall. Faltaba mucho para el amanecer y no deseaba ver la aurora. Para ella, la mañana feliz no llegaría jamás.

Comentarios (5):

Fernando Escobar

17/02/2017 a las 21:26

Estimado Héctor:

Me gusta la contemplación de tu cuento, creo que dibujas muy bien la escena y los detalles verdaderamente te transportan a Londres. La descripciones tienen fuerza y claridad, en este sentido creo que el reto te ayudó.

En donde no siento que reto te ayudó fue en el desarrollo de los personajes. A veces hay confusión en quien habla o quien realiza la acción. Quizá el tiempo presente no era la forma más fácil de contar esta historia: sin embargo, te atreviste a hacerlo y eso vale mucho.

Me entretuvo y lo disfruté.

Saludos y gracias por tu cuento.

talyuno

20/02/2017 a las 20:06

Hola Hector.
Tu relato me ha gustado, solo tengo una pequeña observacion (desde mi humilde punto de vista) y es en cuanto a la estructura, deja espacio entre cada parrafo, para que sea mas dinamica y comprencible la lectura…
Saludos, nos leemos…

César Bianchi

21/02/2017 a las 05:11

Hermoso relato. Cuenta y sugiere, crea suspenso y nos deja el misterio. En cuanto al reto del tiempo presente se cumple en partes.Pero ello no obsta en absoluto ala calidad de la narración, bien llevada, con imágenes y sin ripios, y un final que nos deja pensando. Excelente,

Josefa Martín González

21/02/2017 a las 19:45

Buenas a tod@s: Me han recomendado este foro y como me gusta escribir he curioseado un poco y me encuentro con trabajos realmente interesantes.
Hector, me ha encantado tu narración. Soy nueva en estos lares y espero poder participar aunque mis aportaciones no tengan gran calidad literaria.
Quiero felicitarles sinceramente a tod@s los componentes y espero me acepten.
Saludos cordiales,
Josefa Martín

Jess Zyan

22/02/2017 a las 00:03

Hector. Mis felicitaciones por este texto tan intenso.
La forma en que describes las emociones de tu protagonista es de envidiar, y, ¿qué puedo decir de tu narrativa? Gracias a esta breve muestra me has permitido conocer no solo un escenario que desconozco, sino las penas de una persona y algunas partes que hablan del origen de su sufrimiento.
Las imágenes que describes son poderosas, y viendo este texto me dieron ganas de leer algo más que provenga de ti.
Muchas gracias por permitirnos leer este texto.

Nada más una observación antes de irme. Cuidado con los lugares comunes (Viejo roedor, la soledad más completa, penetró su nariz).

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