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El grito - por Jaime SalcedoR.+18

El autor/a de este texto es menor de edad

Se giró al escuchar el grito. La misma historia de todas las noches; esta vez no sintió miedo. El mismo grito a la misma hora. ¿Por qué la fémina que gritaba esperaba a que él apagara todas las luces de su departamento y se acostara y se arropara para soltar su rutinaria exclamación?
El grito nacía en la habitación contigua a la suya y este tenía siempre la misma fuerza. El gato de Deylor, al escucharlo, maullaba y, espantado, corría. Se estrellaba con la puerta de la habitación de su dueño y continuaba huyendo con los pelos de punta hasta que se metía debajo de la mesa, ubicada en la sala. Ese día nada cambió. Cuando Deylor estuvo seguro de que Frank estaba debajo de la mesa, se sentó en la cama, colocó los pies descalzos sobre el suelo helado y un escalofrío recorrió desde el umbral de su torso hasta el desenlace de sus piernas. Había pasado un segundo desde que se escuchó el grito.
Colocó el cuerpo sobre los pies. Se acercó a la puerta y cuando puso la mano sobre el picaporte y se disponía a abrirla, escuchó otro hórrido grito que le aceleró el corazón. Retrocedió.
Por la ventana abierta entró uno de esos vientos que traen olor a melancolía. ¡Cuánta falta le hacía su divina esposa de cabellos castaños y ojos cafés! Desde la muerte de la fémina, el ambiente del departamento dejó de ser agradable y pasó a ser pesado, triste y apagado. Una lagrima se estrelló contra el piso. ¿Realmente se estaba orinando o solo quería salir a conocer la garganta de la cual salían esos terroríficos gritos?
Habían pasado dos segundos desde el primer grito. Las plantas de los pies y las palmas de las manos las tenía heladas como si estuviese desnudo en la mitad de la calle en pleno invierno, pero la frente, el torso y las piernas le sudaban como si experimentara el calor de un desierto africano. Reunió todas sus agallas y antes de que pasaran tres segundos desde que escuchó el grito que lo hizo levantar de la cama, estuvo fuera de su dormitorio.
La puerta de la habitación de los gritos estaba abierta. Las piernas le temblaban y sentía como las gotas de sudor obedecían a la gravedad, caían a sus pies y morían en el suelo. Si daba tres pasos ya estaba dentro de esa alcoba vacía y pobremente iluminada por los rayos de luna llena, capaces de atravesar el cristal de la ventana cerrada y la tela de las cortinas blancas. Sin embargo, cuando se dispuso a dar el primero, escuchó el peor de todos los gritos que había escuchado, no solo en esas noches, sino en toda su vida.
¡Era el momento perfecto para entrar! ¡No tenía miedo! Parecía que sí, pero no. Esta vez no permitió que su inseguridad le ganara la batalla. Entró. ¡Qué habitación tan triste! No estaba solo en ella. Una mujer de cabello marrón estaba sentada en la pared de en frente, inmóvil, con la cabeza agachada, las piernas estiradas, los brazos cruzados y los ojos cerrados. Una bata blanca le cubría el cuerpo.
–¿Por qué gritas todas las noches? –preguntó Deylor.
Ya habían pasado cuatro segundos desde el primer grito.
La mujer no levantó la cabeza ni movió la boca. El dueño del departamento pestañeó un par de veces y entonces, en la pared de enfrente, ya no había nadie. Despavorido, salió de la alcoba y dio un portazo. Ejecutó los tres pasos, entró a su dormitorio, cerró la puerta, se tiró en la cama, se arropó hasta el mentón y se sintió a salvo. Cerró los parpados y sintió que alguien le observaba. Simultáneamente, se devolvió la vista. Los ojos del cuadro de Edgar Allan Poe, colgado enfrente de la cama, lo miraban fijamente. Tenía el corazón aceleradísimo. Se viró hacía la puerta para evitar la mirada de su escritor favorito. Volvió a ver oscuridad y sintió, nuevamente, que alguien le contemplaba. Abrió los ojos.
Encontró a su esposa arrodillada a pocos metros de la cama, con el rostro más pálido que el papel.
–Grito todas las noches para recordarte la madrugada en que me sacaste los ojos y me dejaste morir por mirar a tu hermano menor en aquella cena navideña –profirió ella, al mismo tiempo que se cumplían cinco segundos desde la primera vez que gritó esa noche.

Comentarios (5):

Ane

17/01/2017 a las 20:33

Hola Jaime, me ha gustado la historia. Ingeniosa y dura a la vez.

La parte que menos me ha convencido es referente al reto, pues, bajo mi punto de vista pasan muchas cosas para cinco segundos de tiempo.

Una forma de simplificar algunas de las acciones sería por ejemplo, dejar espacio a la intuición. Ahora bien, esto que digo no pasa de un simple punto de vista personal.

Seguiremos escribiendo.

Saludos.

John Doe

19/01/2017 a las 18:36

Buenos días Jaime, gran relato, lleno de misterio e intriga, se nota la influencia del gran Poe, me ha gustado mucho el tono que usas para la narración, sincero, adecuado, sencillo, hay grandes frases, y el personaje logra transmitir la sensación de miedo que lo invade, la descripción de la escena me ha gustado, por que crea la atmósfera necesaria, sin embargo, es mi opinión intentaría trabajar un poco más el final, explorar otras maneras de narrar el desenlace, no decir, si no mostrar,en fin repito es mi opinión. De cualquier manera muchas gracias, y continua escribiendo, nos volveremos a leer mi texto es el numero 20 por si quieres pasarte por allá. Saludos

Arnoldo Supiar

23/01/2017 a las 13:12

Hola Jaime. Enhorabuena por tu relato.Está muy bien trabajado y es muy coherente y lineal. De todas formas creo que está un poco descompensado, porque el gran final viene precedido de una preparación a mi modo de ver lenta y redundante. Creo que las cosas que sobran le restan fuerza al relato que es muy bueno. En fin, es solo una opinión de lector. Anímate y sigue escribiendo.
Un saludo

Laura

24/01/2017 a las 22:30

Hola Jaime.
Leí el relato de una, sin pausa,intrigada por el origen del grito.
Tal vez podías haber explicado menos al final, o indicarlo como que en la habitación se encontró a su esposa, que parecía mirarla desde el fondo de sus cuencas vacías, a la que había quitado los ojos por haber mirado a su hermano menor.
De todos modos, felicitaciones. El relato está muy bueno
Buen 2017

Cecilia

27/01/2017 a las 17:32

¡Hola Jaime!

Este mes no participé, pero he leído algunos trabajos. Este me ha parecido que tiene un tema muy bueno, los compañeros ya lo han mencionado, yo añado algo en el aspecto gramatical:
– En la línea cuatro “y este tenía siempre la misma fuerza”, éste con tilde, porque hace las veces de sujeto al estar seguido de verbo.
– En la línea cinco, no deberían ir comas, ya que separan sujeto y predicado, lo que no se debe hacer, tampoco antes ni después de “y” porque ésta es una oración coordinada copulativa.
– Sí considero que hay un exceso de descripción, preferiría si eliminaras la siguiente oración y continuaras desde: Ese día nada cambió. Aun que la verdad, la frase “los pelos de punta” me encanta, creo que los incluiría antes.
– Cambiaría el término fémina, por uno más a tono con la historia, además, de que se repite.
– Las descripciones, me parecen muy buenas, pero siempre trata de reducirlas.

Felicitaciones,buen trabajo
El gato de Deylor maullaba y espantado corría

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