Se giró al escuchar el grito ensordecedor, mientras volteaba soltó el sartén donde freía papas y se encogió de hombros como para proteger sus oídos de aquel chillido agudo. Se erizó su piel al ver a la niña con la mano junto a la bisagra de la puerta, casi instintivamente bajó la mirada y vio en el piso el dedo sangrante; la mujer con los ojos desorbitados ahogó un grito en su garganta, no quería asustar más a la niña y mientras corría a socorrerla pasaron tantas cosas por su mente.
Cuidar a una niña de 7 años por las tardes parecía un trabajo tan fácil, la paga era buena y sólo tenía que preparar un poco de comida a la pequeña que el día de hoy había pedido espagueti con papas fritas. La niñera pensaba en la entrevista de trabajo que había tenido con la madre de la niña en la biblioteca de su casa, sentada detrás de un escritorio, una elegante mujer que aparentaba unos 35 años, parecía tan educada e inteligente que la niñera se intimidaba ante la inspección minuciosa de que era objeto, la veía como tratando de leer sus pensamientos. Pero sobretodo resonaba en su cabeza la principal recomendación que le había encomendado “la seguridad física de la niña es la parte fundamental de su trabajo”.
Amalia rondaba en los 50 años, nunca había trabajado fuera de su hogar, pues su esposo siempre se había encargado de la manutención de la casa, pero ahora que él había muerto, la pensión no bastaba para sostener la casa y la universidad de su única hija Mónica.
Cuando Amalia vio aquel anuncio en el periódico tuvo un buen presentimiento y decidió ir personalmente a informarse sobre el empleo, después de un sin número de preguntas que tuvo que contestar, pensó que no la llamarían pues no tenía experiencia fuera de casa, pero había educado y cuidado con tanto espero a su propia hija, que sabía que podría desempeñar bien aquel trabajo. Así que cuando la llamaron aquella mañana suspiro emocionada.
Su primer día de trabajo se había convertido en una pesadilla y ahora tendría que dar explicaciones; diría que tan solo se descuidó un segundo mientras preparaba los alimentos para la niña, la había dejado sentada a la mesa haciendo la tarea y no sabía por qué se había parado de pronto junto a la puerta.
Tendría que llamar a emergencias y en seguida a la madre de la niña.
Tomó la mano ensangrentada y mientras la inspeccionaba torpemente, escuchó una sonora carcajada en su oído, no faltaba ningún dedo, miro al piso y al observar el dedo se percató de que era una salchicha. La niña seguía riendo con la salsa cátsup en la otra mano. Fueron los peores cinco segundos de su vida.