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Te necesito, gemelo mío - por Juan F. ValdiviaR.

Web: https://juanfvaldivia.wordpress.com/

Dicen que todos tenemos un doble en alguna parte… Miguel Piñeiro creía en ello. Nunca había encontrado su gemelo pero, como buen gallego, estaba convencido de que ‘haberlo haylo’.
Aquel día lluvioso decidió gastar la tarde en el centro comercial. Disfrutaba combatiendo lo intempestivo del clima inmerso en el calor de las multitudes. Miguel surcó los ríos de consumidores analizando sus aguas: caras y más caras. Rostros únicos, irrepetibles. Hasta que ante de una zapatería se vio a sí mismo. El hombre le miraba. Y sonreía. Miguel gravitó hacia su gemelo. Aquel rostro, el suyo propio, le atraía de una manera mareante. Caminando hacia él pensó en Nietzsche: en efecto, el abismo le devolvía la mirada.
—Yo necesito… —tartamudeó.
—Sí, yo también te necesito —replicó el gemelo.
De esa forma Miguel conoció a Andrés Valderas.

El día huyó dejando tras de sí una noche de perros. Daba igual: conduje raudo. No podía dejar escapar esta oportunidad. Los últimos prados, entreverados por isletas de abetos, castaños y hayas, quedaron atrás. Ante nosotros se alzaba el bosque virgen. Y en él mi hogar.
—Bienvenido, Miguel —dije deteniendo el Mercedes ante el caserón. Él contempló asombrado la mansión.
Le azucé:
—Rápido. Vamos a la biblioteca. Allí hablaremos.
Miguel me siguió al interior. Una vez dentro ambos agradecimos la atmósfera cálida y acogedora. Del vestíbulo pasamos al salón. Los retratos nos observaron en severo silencio. Noté que la mirada de mi invitado pasaba de los oleos a las láminas de anatomía. Sin darle tiempo a formular pregunta alguna abrí las puertas correderas de nogal turco:
—La biblioteca. Ponte cómodo, como si estuvieras en tu casa. Vuelvo en un santiamén.
Le dejé ahí, contemplando pasmado mi segundo tesoro. Mi colección privada (una mezcla ecléctica de ficción, medicina, física y alquimia) siempre sorprendía. Las enormes estanterías, con su juego de escalerillas y pasarelas, llegaban hasta el artesonado, a seis metros de altura. Completaban el mobiliario tres sillones de oreja y una enorme mesa central.
Regresé con el Chivas y los vasos. Miguel miraba absorto los libros que había sobre la mesa, cada uno sobre un atril. Dos abiertos, tentadores; uno cerrado.
—Ese es una primera edición de ‘El retrato de Dorian Gray’ —dije llenando los vasos. Le tendí uno a Miguel—. Está abierto en el pasaje que llamo ‘el descubrimiento’.
Como Miguel no dijo nada, seguí:
—Mira ese otro, el que muestra la ilustración de un hombre ‘despellejado’. Siempre me gustó la forma en que sostiene su piel, como si fuera un harapo. Es un ‘Henry Gray: Anatomía del cuerpo humano’. Primera edición. Dedicatoria del propio autor incluida. El otro, el cerrado… bueno, ya ves: ‘El golem’, de Meyrink.
El pobre no entendía nada. Me seguía mirando con ese gesto medio alucinado.
—Comprendo tu extrañeza —tercié—. Te diré que soy cirujano plástico, y la preservación de la vida, de la belleza, constituye mi obsesión.
Por fin Miguel atinó a despertar:
—Ah. Por eso lo de la anatomía. Y el libro de Wilde… ¿por lo de preservar la belleza? Mi obsesión son los gemelos: siempre he creído que había gente como tú y yo. Por cierto, Andrés: muy buen whisky.
—Sin duda. Brindemos. Acerca de nuestras obsesiones, creo que en toda simetría hay belleza. Los gemelos, la simetría humana definitiva, no están exentos de ella. El mismo Wilde opinaba así.
—Pero Dorian Gray era obsceno, depravado —dijo. De repente se llevó una mano a la frente—. Andrés, este whisky se me está subiendo a la cabeza.
—Normal: se trata de un Chivas Immortal. Tiene más de 150 años.
Miguel trastabilló.
—Necesito sentarme.
—Permíteme ayudarte…
Agarrándole del brazo le senté en un sillón. Le tomé el pulso: lento, débil.
—Perfecto —dije. Él no vio mi sonrisa.

Miguel, despierta. Lamento los correajes pero compréndelo, hacen falta. También la escopolamina del whisky.
Te debo una explicación: necesito compartir contigo mi triunfo.
Llevo demasiado tiempo creando gemelos, copias imperfectas de mí. ¿Te dije que Wilde me conocía? Me juró que mantendría el secreto. Cumplió la promesa… a su manera. Sarasa embaucador.
A lo que iba. Crear y drenar gemelos no basta. Sólo me mantienen vivo durante unos pocos años. Al fin y al cabo son simple materia moldeada. Pero contigo podré dar el paso definitivo. Ya tengo la simetría carnal; ahora sólo queda la etérea. Te someteré, te torturaré, moldearé tu alma hasta conseguir mi doppelgänger. Luego los preservaré juntos, cuerpo y alma, en forma de golem: mi tesoro, el retrato perfecto sobre el que anclar mi inmortalidad.

Comentarios (17):

Wolfdux

17/11/2016 a las 10:31

Una historia macabra, jeje. No esperaba ese final y mira que con los libros das unas pistas monumentales… Poco que añadir a lo que comentas en el “acerca de”, así que nada. Felicitarte por el relato y el regreso a Literautas.

Un abrazo. ¡Nos leemos!

Osvaldo Mario Vela Sáenz

17/11/2016 a las 22:48

Hola Juan, acabas de mostrar un muy buen regreso a Literautas. Para mí, este taller representa una oportunidad de aprender ya sea del relato o de los comentarios que reciba. Para mi tu historia comienza con lo que yo creí el personaje principal, Miguel. Pero en el primer encuentro entre ellos, después de los diálogos, cambias de personaje y de narrador, Andrés y él mismo, como cronista del resto de la historia en primera persona. cambio que a mi me resultaria complicado.

Por otro lado dibujas la personalidad de los cirujanos plásticos al decir que sienten atractivo por el futuro delineamiento de los rostros de sus pacientes. He visto en muchas mujeres que se hacen la cirujía con un mismo médico, la repetición de la misma nariz respingada y la boca chiquiita.

Que bueno que ya estas entre nosotros y seguiré leyéndote y claro, regresaré para ver que aprendo de los comentarios que recibas. Enhorabuena.

C. Belasco

17/11/2016 a las 22:58

Interesante relato. La atmósfera está muy lograda (no he podido evitar imaginarme al Hannibal televisivo en el lugar del cirujano. Su afición a las citas cultas y sus modales refinados me lo recordaban inevitablemente.
En general muy bien escrito. Me han sorprendido los cambios de punto de vista en un texto tan corto, resulta algo brusco.
He encontrado pocos fallos. Repasar el uso de los gerundios, que por lo que veo, son mal común en la mayoría. (Me incluyo, desde luego) y algún detallito pequeño.
“Hasta que ante de una zapatería se vio a sí mismo.” Supongo que querías decir o “Hasta que ante una zapatería se vio a sí mismo” o “Hasta que delante de una zapatería se vio a sí mismo”.
“Sin darle tiempo a formular pregunta alguna abrí las puertas correderas de nogal turco”, aquí falta una coma: “Sin darle tiempo a formular pregunta alguna, abría las puertas correderas”.
Y la parte final debería ir entre comillas o precedida por un guión largo.
Enhorabuena por tu relato, es muy sugerente, y has logrado crear una vívida impresión del escenario y los personajes en un texto muy corto.Me encanta la literatura del XIX asi que me han encantado las referencias.Creo que aquí tienes el germen de una novela corta que muchos leeríamos encantados! 🙂

DIASPORA

18/11/2016 a las 20:24

Hola, Valdivia

Enhorabuena que estés de regreso por estos territorios. Aprendemos mucho de tus historias, tanto en la forma como en el fondo.Tu relato actual, tiene todos los ingredientes indispensables para picar la imaginación del lector.
Existen muchas referencias a grandes escritores, y de manera hábil, haces uso de sus pensamientos. Eso me llamó la atención. Se nota a la legua que tienes experiencia en este oficio.

Coincido con los compañeros en algunos deslices señalados. Al principio de la historia, en la segunda línea, el teclado se te hizo un nudo. Eso nos ha pasado a todos.

Buen trabajo, Valdivia. No sueltes la antorcha.

Yoli

19/11/2016 a las 09:52

Hola, Juan.
Me ha gustado tu relato, lo has escrito muy bien, sobretodo la ambientación, parecia que estabas en el siglo XIX. Coincido con Belasco, el cambio del personaje a sido un poco brusco, pero en general me ha gustado, sobretodo al final. Saludos
Si quieres leer el mio, soy el 39.

Marikiya

20/11/2016 a las 07:01

Hola Juan;

Una historia muy bien contada. Las descripciones han conseguido situarme en el lugar, muy bien narrado.
En cuanto a la forma del relato, aprecio el cuidado de las reglas lingüisticas (sabes lo que haces :-)).
El final me ha sorprendido, dando sentido a los puntos que no conseguía entender.
!Buen trabajo¡
Un saludo.

Juan F. Valdivia

20/11/2016 a las 22:30

Hola a todos.

Responderé por turnos a cada uno.

Wolfdux. Me da que ya sabes cómo me gusta ir dejando pistas a lo largo del texto de lo que ‘puede ser el final’ (puede, que no tiene por qué). Me alegro de que te haya gustado.

Osvaldo, el cambio en el narrador lo he hecho para intentar empezar con el protagonista (en este caso la víctima) y acabar con la narración en primera persona de su antagonista. Admito que con tan pocas palabras el giro resulta brusco. Pero no he sabido darle protagonismo de otra manera al antagonista, que por definición se me hace ‘no—protagonista’. No hagas ningún caso a lo que digo de los cirujanos plásticos: se trata de un personaje horrendo, tanto que da a entender que Wilde compuso su Dorian Gray (todo un monstruo) en base a él. Así que ese Andrés Valderas no tiene nada que ver con esos profesionales en la realidad. Celebro que te haya gustado el cuento.

C. Belasco (Belasco, como el de La casa infernal, ejem 😉 ), ni me había acordado de Hannibal Lecter a la hora de escribir el cuento, pero tu comentario me parece muy acertado. Supongo que el subconsciente me la ha jugado. Respecto a los cambios en la forma de la narración se lo he comentado a Osvaldo, y hablo de ello en el ‘Acerca de’. Los gerundios: se me pasa por completo la norma. Con ellos me sucede algo peor que con el laísmo, que creo que poco a poco voy superando. En efecto: la frase que comentas está MAL. Mal y punto. No, no habrá ni novela ni nada 😛 Aunque muchas gracias por tus palabras.

Diáspora, sin con estas escasas 750 palabras he conseguido enganchar a alguien (al menos a seis) ya he triunfado un poco, y me alegro por ello. Gracias por pasarte por aquí y comentar.

Yoli, lo mismo te digo: muchas gracias por molestarte en comentar. Pena que no te haya gustado del todo el cambio de narrador: su hubiera contado con el doble de palabras, por ejemplo… Pero la limitación de palabras tiene eso: que no la llevo nada bien. Un saludo.

Marikiya, ¡vecina! 🙂 Gracias por pasarte por aquí. Me alegra que veas que los detalles encajan. Al menos eso intento. Muchísimas gracias por comentar.

A ver si cae alguien más por aquí y da su opinión.

Un saludo y gracias a todos.

PD para todos: el cuento NO ESTABA ambientado en el s. XIX. De hecho Meyrink escribió El gólem a inicios del s. XX. He usado esas referencias para evidenciar la edad del antagonista. El detalle del Mercedes ya deja claro que estamos por lo menos en el s. XX.

Javiyoshi

21/11/2016 a las 00:40

Hola Juan!

Primero, me gusta ese pequeño cameo a ciertos libros como el retrato de Dorian Grey. La ambientación muy curiosa e interesante, al pasar de una época como es la actual a una biblioteca que nos hace retroceder en el tiempo.

Felicidades por este relato, sigue así y espero leer más de ti.

Lucas Trevisiol

21/11/2016 a las 01:20

Hola Juan, soy del relato 12, xD
Me gustó como nos situas en el ambiente, aunque creo que fue un poco forzado, o mejor dicho brusco el cambio de narrador, pero no deja de ser una idea bastante original que me recuerda a algunos autores.
Saludos

Leonardo Ossa (Medellín - Antioquia)

21/11/2016 a las 05:09

Hola Juan, para mí fue una sorpresa ese desenlace, no esperaba la creación en serie de gemelos. Una historia entretenida.
Saludos.

Mariaje

22/11/2016 a las 09:08

Hola Juan,
¡Qué bien escribes! Me he quedado alucinada. Ahora ya sabemos dónde encontró Wilde inspiración para su Dorian Gray. Estupendo.
Lo único que no me ha gustado es una minucia: la parte final tan explícita, ese “Te someteré, te torturaré” que no me pega con la malicia elegante y sibilina que muestra el personaje en el resto del relato. Si es para aclarar al lector lo que va a pasar, creo que no es necesario, se sobreentiende.
He aprendido por partida triple con tu relato: primero con tu maestría al escribir, segundo por el maravilloso ejercicio que has hecho de generosidad al compartir cómo surgió la idea, y tercero porque al leer tu historia me he dado cuenta del enfoque que habría necesitado la mía.
Felicidades, ha sido un verdadero placer leer tu relato, te buscaré en la próximas escenas.

Juan F. Valdivia

22/11/2016 a las 17:24

Hola.

De nuevo me conecto y leo comentarios. Muchas gracia a todos. Procedo a responder por partes.

Javiyoshi: lo de usar cameos ya casi forma parte de una buena parte de mis cuentos. Creo que introducir elementos famosos en la trama facilita al lector el introducirse en la historia. Además me permite jugar con toda la información asociada al cameo sin tenerla que describir a partir de cero. Me alegra saber que te ha gustado. Si lees algo más mío por aquí te agradeceré que hagas un comentario 😉

Lucas: lo del narrador ya lo he comentado antes. Yo mismo sé que está algo forzado, pero 750 palabras dan para lo que dan. ¿Montamos una plataforma para que se amplíe el límite a 1000 palabras? 😉 Por curiosidad: ¿a qué autores te recuerda? Muchas gracias por comentar.

Leonardo: me alegro que te haya gustado la minihistoria de este inmortal moldeador de gemelos. Acerca de eso de moldear la carne había preparado, en el borrador inicial, más referencias a libros, algunos de ellos de alquimia y otros de mitología (Proteo no podía faltar), para justificar la capacidad de moldear la carne. Pero, como comprenderás, no entra todo en 750 palabras. Un saludo y celebro que te agrade el cuento.

Mariaje: ¿te ha parecido excesivo lo de ‘te sometaré, etc.’? Bueno, no me esperaba algo así, la verdad 🙂 De alguna manera debía decir que, ya con el gemelo físico en su poder, ahora debía lograr el espiritual, el doppelgänger. No me atraía la idea de hablar de ‘lavado de cerebro’ así, a lo bruto; esa otra forma de decirlo (retorcida, malvada, cruel) se me hizo más efectista. Si no ponía ni una ni otra creía que el cuento quedaba demasiado inexplicado, al menos para el lector medio (vamos, para mí mismo :P). Me alegra mucho que con mi cuento hayas aprendido algo. Se supone, y que me corrijan los miembros de Literautas, que para eso está el taller. Espero verte comentando más cuentos míos. Si quieres tengo el listado completo de ellos en mi web (https://juanfvaldivia.wordpress.com/textos-publicados/) y desde esta semana misma en Wattpad (https://www.wattpad.com/story/90692729-visiones-fugaces).

Un saludo a todos.

Earendil

22/11/2016 a las 23:09

Hola, Juan F. Valdivia.
Sin duda es uno de los textos más interesantes que he leído este mes. El tema se sale de la mayoría por su originalidad. En la parte formal poco puedo añadir a lo ya dicho. Tal vez esa parte final destaca por la falta de guiones (en caso de diálogo directo) o comillas latinas (si es una reflexión personal). De todos modos, nada que le reste un ápice a tu excelente trabajo.
Enhorabuena.
Un saludo.

Jean Ives Tibauth

23/11/2016 a las 21:41

Hola Juan.

Ha habido algo casi al principio del relato, cuando le lleva a su casa en medio del bosque, que ya me estaba dando mala espina. Muy buena ambientación.

Las referencias a los libros me ponían la carne de gallina…si es que se veía venir.

Un relato genial auque yo lo habría pulido un poco más, sobre todo hacer diálogos mas creíbles, separados de la forma de hablar del narrador.

Nos seguimos leyendo.

Relato numero 18.

Vespasiano

30/11/2016 a las 20:49

Hola Juan:
Llego demasiado tarde, pero no quería dejar de pasar por tu relato y dejar constancia de haberte leído. Como siempre veo un buen relato que atrapa al lector.
Tu relato lo veo muy trabajado, tal como lo explicas en tu blog. Por ello te felicito.
La idea, la trama y la historia en sí, me ha gustado. Me ha parecido muy ingeniosa.
Ahora te apunto algunas cosas que me han parecido reseñables por si pudieran serte útiles:
“Hasta que ante de una zapatería se vio a sí mismo”. Podría ser: “Hasta que delante de una zapatería se vio a sí mismo”.
“…abrí las puertas correderas de nogal turco”. Poco aporta si la puerta es de nogal o de roble. Ya se intuye por otras descripciones que es una lujosa y costosa mansión, con una descomunal biblioteca.
“Dos abiertos, tentadores; uno cerrado”. Quizás sería mejor: “Dos abiertos, tentadores; otro cerrado”.
Resulta extraño que todo el parlamento que sostiene Andrés con Miguel inconsciente, no tenga ningún tipo de entrecomillado: no sabría decirte cual, pero sí alguno de ellos, ( “ “ o «») : “Miguel, despierta. Lamento los correajes pero compréndelo, hacen falta”, hasta el final cuando dice: “…en forma de golem: mi tesoro, el retrato perfecto sobre el que anclar mi inmortalidad”.
Así como los diálogos están perfectos con sus rayas y acotaciones, en esta parte de soliloquio o monólogo, echo en falta algún signo de puntuación.
Felicidades.

José Luis Jaimes

01/12/2016 a las 03:42

Hey…Vzaldivia….ya deja de mirarte el ombligo y cumple con las pautas el taller o vete a sorber sorbetes…Mari k

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