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El don - por EllaR.
Guillermo Rodríguez procedía en la vida aplicando su cuaderno de recetas.
Absorbió de sus padres las habilidades de observar y catalogar. Desde pequeño aprendió por ellos cómo las personas pueden ser frenadas, alentadas, atemorizadas, ridiculizadas. Empezó a practicar, y no lo hacía nada mal. Para él la manipulación era un don, y responsabilidad del que lo permitía, por lo cual no sentía ningún remordimiento.
En la universidad, un profesor le enseñó que los programas de computadora eran como recetas de cocina: una descripción ordenada de un procedimiento. Uniendo una cosa con la otra fue elaborando su cuaderno de recetas. Tenía recetas para humillar, recetas para convencer, recetas para hacer caer.
Al paso del tiempo entró a trabajar en una empresa de desarrollo tecnológico. Fue ascendiendo hasta llegar a los puestos más altos. Obviamente tenía compañeros de trabajo, nunca amigos. Cómo los tendría, si iba deshaciéndose de cualquier competencia y tratando a subalternos y pares utilizando “el don”.
Si bien estaba casado y tenía hijos, el hábito de usar el cuaderno como lenguaje de comunicación, lo separaba emocionalmente de la familia.
El éxito económico y profesional respaldaba su seguridad de que en esta vida, era un ganador.
Fue así que un día apareció Ariel en la vida de Guillermo. Quedó cegado con su resplandor. Su ego ocultó bastante bien el impacto, que pasó desapercibido en la empresa.Era cosa de aplicar una receta, nada más, como había sido siempre. No podría ser de otro modo.
Mientras más trataba a Ariel, más hojas arrancaba furioso del cuaderno de recetas. Ninguna le salía. O los ingredientes que empleaba no eran de calidad, o las instrucciones que una vez fueron infalibles habían perdido su magia. Tardo tres meses en advertir que necesitaba de una receta nueva, diferente. Este tipo no era cualquier otro.
Cómo lo odiaba…Evitaba a Ariel a toda costa. Y la nueva receta no pasaba de ser una hoja en blanco con un título: Venganza.
No dejaba de pensar en él. Lo ahogaba no tener alguien con quien hablar sobre lo que le estaba pasando. Sobre todo cuando empezó a identificar la voz de Ariel con la música de un arpa mágica. Su mirada, con un tranquilo lago en primavera. Sus gestos, un bosque en el que era placentero perderse. ¿Cuándo antes había reparado en arpas lagos, y bosques?
Una noche no le fue posible esquivarlo. Se toparon en el estacionamiento de la empresa.
—Hola Guillermo —dijo Ariel con esa voz de arpa mágica, mirada de lago y gestos de bosque.
—Hola Ariel —dijo Guillermo.
Al estrechar su mano cierra los ojos. El tiempo se suspende y una corriente desconocida lo recorre de pies a cabeza. Sabe que ha dado el nombre equivocado a la nueva receta.
Comentarios (4):
Thelma López Lara
18/10/2016 a las 00:23
Hola, Ella.
Definitivamente me encantó. Me gustan los relatos que quedan a la imaginación del lector.
Te felicito.
Thelma López Lara
CARMELILLA
18/10/2016 a las 21:28
Hola Ella:
original relación de la trama con el cuaderno de recetas. Me gusta cómo describes perfectamente a ese frívolo, manipulador y deshumanizado personaje.
La lectura avanza de manera ágil y apetecible. Sorprendente final: ninguna de las múltiples personas a las que ha ido eliminando de su camino se han vengado; lo ha hecho la naturaleza, ¡sabia!.
Muy buen trabajo.
Nos seguiremos leyendo.
Saluditos.
T. Arévalo
20/10/2016 a las 09:31
Enhorabuena por el relato, me ha gustado y sorprendido a partes iguales.
En cuanto a la gramática solo una cosa, en la frase …Cómo los tendría, si iba deshaciéndose de cualquier competencia y tratando a subalternos y pares utilizando “el don”…. ¿no hubiera sido más adecuado colocar signos de interrogación?, ahí lo dejo.
Creo que el estilo hasta la aparición del personaje que vuelve el mundo de Guillermo totalmente del revés, es demasiado formal. Luego se vuelve más literario y agradable de leer. Importante que hayas prescindido de adornos innecesarios que entorpecen la lectura, felicidades por ello.
El vocabulario utilizado ha sido correcto, sencillo y fácil de entender, bien hecho.
En cuanto a la utilización del libro de recetas, me ha gustado mucho como has adaptado el tema propuesto al modo de vida del personaje principal. Felicidades, ha sido una manera muy elegante de hacerlo.
Reconozco que su lectura me estaba dejando frío, hasta que apareció Ariel y entonces la historia toma una nueva dimensión.
Me gusta el final, siempre he sido de finales impactantes o que dejan la historia en el aire, a la interpretación del lector.
Por poner una pequeña pega: la elección del nombre de “Ariel” quizás no ha sido la más acertada, ya que carece de género definido. Claro que pensándolo bien, puede haber sido un punto muy positivo, ya que hasta que no dejas claro que es un hombre, te induce a pensar (al menos a mí), que es una mujer, por lo que aparece el componente romántico; pero después, al saber que es un hombre, se descarta el amor, y es al final cuando vuelve a aparecer el componente romántico por total sorpresa.
Enhorabuena por el relato.
Te animo a comentar el mío y me cuentas. Un abrazo.
https://www.literautas.com/es/taller/textos-escena-37/6188
Marikiya
21/10/2016 a las 05:41
Hola Ella;
Tu relato me ha resultado muy interesante. Desde el principio aparece esa necesidad de saber más sobre Guillermo.
El cómo entremezclas una forma de vida con el libro de recetas me parece magistral.
Asimismo, el final me indica que las personas evolucionan a lo largo de su vida y son capaces de cambiar.
Aunque el final queda abierto a diferentes posibilidades quiero pensar que ese último diálogo lo conduce hacia una vida con recetas diferentes, sin necesidad de pisotear a los demás para obtener un objetivo.
Me ha parecido ameno, intrigante y bien contado.
Buen trabajo.
Un saludo.