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LA COCINERA DEL PRESIDENTE - por MARISAR.
LA COCINERA DEL PRESIDENTE
Bueno, pues aquí estoy con el viejo cuaderno de recetas de doña Águeda. Lo único que me quedó después de cocinar para la familia durante treinta años.
¡ Hay que ver!, quién me iba a decir a mí que algún día me iban a venir de una editorial para escribir un libro. Un libro, yo. Ver para creer. Quieren hacer un libro de recetas con los platos favoritos del Presidente, la cocina del Presidente o algo por estilo. ¿A quién le puede interesar eso, a estas alturas?
Pues mira que ya me parece raro lo de la editorial. Pero si yo me gano unas perras, allá películas.
Porque con éstos…, treinta años en la casa, que se dice pronto, y no me dejaron nada en el testamento, ninguno de los dos. Desagradecidos. Y a ver a dónde vas a los sesenta y dos años. Menos mal que la Pili está situada, y por ese lado no tengo que preocuparme.
La verdad es que después de que la señora muriera casi dejé de cocinar. Los últimos años del señor los pasé haciendo tostadas y café por las mañanas y tortilla francesa por las noches. A mediodía siempre comía por ahí. Además, el Presidente dejó de cazar, claro que ya no tenía años para esos trotes. Así que ni me acuerdo de cuando hice la última perdiz. Qué rica me salía la receta de la Toña, la madre de doña Águeda. ¡Qué bien cocinaba la puñetera! Debía de ser para lo único que servía, porque menuda malcarada. Doña Águeda, no, la verdad, muy señora ella, aunque de cocinar, nada de nada. Lo que sí tenía era buena letra, porque yo me he pasado años leyendo, tan ricamente, las recetas que le enseñó su madre.
¡Ay, Presidente! Qué mal va a quedar usted con las verduras y la cocina fina. Todo lo que no fueran pucheros y caza le traía al fresco. Bueno, algún besugo al horno y santas pascuas. Doña Águeda se veía que era otra cosa, mucho más fina. Ya se notaba que había estudiado en Francia. Las cenas le salían espléndidas. ¡Menudo trabajo daban!, pero hay que ver qué lucidas eran.
Pues no se yo que van a decir estos chicos tan modernos de ahora, que son todos medio ecologistas. Porque el Presidente se pasaba el año cazando: en verano, los conejos; la perdiz, a partir del otoño; el salmón por mayo o así. Anda, que me olvidaba de las truchas, esas eran por marzo. Cómo le gustaban al señor hechas al horno, aunque al ajillo también estaban de rechupete.
Entre la caza y los pucheros, para mí que no les va a gustar el cuaderno de recetas, y mira que son buenísimas pero, claro, todas de engorde.
Comentarios (8):
Jose Luis
18/10/2016 a las 18:06
Hola
Lo he leído de un tirón. Pero no he visto el conflicto, y tampoco la resolución. Es un trozo de un cuento, como si faltara algo. Para utilizar un símil de cocina, es como si le faltaran ingredientes a tu relato. Sin duda es demasiado breve, y creo que podrías haber contado más cosas. Hay ironía, hay incluso sarcasmo, pero no veo a dónde quieres ir a parar.
Un saludo
J. Colmarias
20/10/2016 a las 20:06
Muy buenas Marisa,
Me ha gustado el texto, he captado cierto ataque a la “fina” gastronomía de hoy en día, que, como diría la señora de tu relato, donde se ponga un buen puchero…
En cuanto a la extensión, bueno, la veo bien tratándose de una reflexión sin más.
Un saludo y nos seguimos leyendo!
Concha Estellés Pascual
21/10/2016 a las 16:15
me he quedado con ganas de más y me ha faltado el conflicto.
Al Caparra
22/10/2016 a las 15:32
Hola Marisa,
Me ha gustado tu relato. Es verdad que no hay conflicto ni resolución, pero a partir de la reflexión de tu personaje das a conocer la situación en la que se encuentra y bastante de su carácter. Cómo consigues esto último, es lo que más me ha gustado.
Por otra parte, hay algunas erratas:
¡(sin espacio)Hay que ver!, (creo que sin coma porque son dos enunciados distintos y “quién” con mayúscula) quién me iba a decir a mí que algún día me iban a venir de una editorial para escribir un libro.
Porque con éstos…,(sin coma y “treinta” con mayúscula inicial) treinta años en la casa, que se dice pronto, y no me dejaron nada en el testamento, ninguno de los dos.
Además, yo pondría algunas oraciones más entre exclamaciones, pero tal vez no es el efecto que buscas.
¡Nos leemos!
Perla Preciosa
22/10/2016 a las 19:57
buenas, Marisa:
Además de lo que ya te han dicho acerca del conflicto, la resolución y los fallos, yo veo una reflexión muy cotidiana de la que resulta un relato costumbrista que tampoco está mal.
Alonso García-Risso
25/10/2016 a las 03:36
Saludos Marisa:
Tu narración tiene un enfoque ‘existencialista’.
…luego de treinta años de servicio, fallecen los empleadores (es el quiebre de la historia, aquello que rompe la continuidad). En el final de la trama, encontramos a la protagonista reflexionando sobre el desarrollo de esos treinta años y ‘lo que ha sacado en limpio’ de ese período; el recetario. Se percibe en el ‘recuento’ un grado de decepción o tal vez de desconcierto al enfrentar una nueva etapa de vida con no muchos elementos que la tornen más segura y grata. Nos queda la sensación o sabor a ‘tiempo perdido’ o poco productivo que dejan esos treinta años.
Toda esta lectura, realizada con agilidad y economía de lenguaje, que da para reflexionar.
Es un buen trabajo, bien logrado.
Te felicito.
Mariajo
31/10/2016 a las 00:20
Pues a mí me ha encantado tu relato, Marisa, a pesar de que pienso que falla un poquillo el cierre.
Lo que más me ha gustado es cómo le has dado voz a esa buena mujer, voz que no necesita de exclamaciones. Así fluye mejor la retahila de pensamientos o palabras masculladas por una mujer sencilla que se encuentra ante una situación desconocida (“el conflicto”), pero que sigue manteniéndola atrapada en esa vida que no es la suya.
Buen retrato de una situación que desgraciadamente muchas mujeres (y hombres) han vivido en nuestro país.
Te seguiré la pista.
Un saludo
Marisa
31/10/2016 a las 21:56
Muchas gracias a todos por haberle dedicado vuestro tiempo a mi relato.
Todas las opiniones me han resultado valiosas y muy estimulantes.
Espero que nos sigamos leyendo.