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El anciano - por MayomiR.
El anciano encontró la llave en una cajita de música instrumental, alojada en lo alto de su ropero. Él recordaba que la había dejado en el colgador de llaves ubicado al entrar a su casa, sin embargo, la angustia y desesperación bloquearon su mente.
Para él era muy importante la llave, con ella tendría acceso a varios recuerdos transcendentales de su pasado, sobre todo a creaciones propias de él, entre ellas a un recetario que fue escribiendo a lo largo de su vida respecto a las comidas que mejor le satisfacían el paladar y a las que al final les agregaba una frase sentimental. Éste recetario lo había guardado bajo llave unos meses atrás para no perder las hojas que ya tenía elaboradas, decidió seguir escribiendo en cuadernos con la intención de no perder sus nuevos textos, esto hizo que el lugar de la llave se esfumara temporalmente de su mente.
Al encontrar la llave, se dirigió a un baúl enterrado bajo el piso de su sala cubierto por duela de cedro rojo, su intención era rescatar el recetario para complementarlo y crear su libro; llegando a la habitación se agachó hasta quedar sentado en el suelo, con su mano temblorosa logró abrir la chapa del baúl, abrió con dificultad la tapa del mismo, estornudó un poco por el olor a guardado y empezó a sacar sus objetos personales; lo primero que encontró fue un estuche con sus herramientas para acampar, lo sostuvo entre sus manos y sonrió, sacó un envuelto cilíndrico, lo abrió y nuevamente esbozó una sonrisa, era una botella de champagne vacía, la primera que había tomado en su vida, volvió a meter sus manos y sacó una caja de terciopelo rojo, suspiró, eran sus cubiertos, todos de plata con etiquetas las cuales decían en qué etapa los había utilizado, así continuó sacando objetos por un largo rato, por fin sustrajo un montón de hojas, estaban polvorientas por lo que el anciano estornudó en ocasiones subsecuentes, limpió sus lentes de vista cansada y comenzó a leer algunas de sus recetas. Colocó las hojas en la mesa de centro, volvió a guardar sus recuerdos y cerró con llave el baúl.
El anciano, centrado en su objetivo, se dirigió al estudio, con dedicación y esmero clasificó las recetas escritas en hojas sueltas, posteriormente desgajó las hojas de los cuadernos y las fue agregando a las áreas que ya tenía clasificadas, entre ellas se encontraban: “Alimentos para nutrir el alma”, “Ensaladas para limpiar el espíritu”, “Asados para sentir valor ante la adversidad”, “Dulces que despiertan la ternura interna”, “Glaseados para dar y recibir amor”, “Carnes rojas y picantes para defender lo amado”, “Bebidas para sentirse ecuánime”, entre otras. Después de haber terminado su ardua labor degustando un aromático café, dejó la pila de hojas ordenadas a su agrado.
Al amanecer del día siguiente, después de desayunar salió a caminar; entre paso y paso, iba pensando el título de su libro, el para qué quería publicarlo, con qué editorial lo llevaría, cuál sería su público lector, en fin un sin número de ideas iban y venían en sus adentros. Ya de regreso, sentado en su escritorio, comenzó a anotar: título de la obra “Alimentando mis emociones”, en otra hoja “Quiero publicar el libro porque me parece importante que se sepa cuán importante es alimentar el alma”, en una hoja más continuaba escribiendo sus pretensiones. Posteriormente metió la pila de hojas en una caja grande, misma que amarró y rotuló. Tomó la caja, la subió a su auto y emprendió camino; prácticamente a vuelta de rueda recorrió las calles de su ciudad, se estacionaba, leía, observaba y se volvía a meter en el auto para seguir el recorrido, por fin, casi anocheciendo, llegó a un edificio que decía “imprenta”, bajó su caja del auto, la llevó al pie de la puerta, tocó insistentemente el timbre, con paso débil llegó a su auto y regresó al hogar.
Pasaron alrededor de seis meses, el anciano, durante ese tiempo, seguía su vida tal cual la había venido haciendo años atrás, pausada, metódica y tranquila. Un veinticinco de febrero, al amanecer, salió a revisar la correspondencia, observó un paquete amarillo rebozado del buzón, lo sacó con algo de fuerza y dificultad, rasgó el papel manila del paquete, con asombro, alegría y nerviosismo rompió el resto del papel, -¡mi libro!- espetó emocionado, leyó el título “Alimentando mis emociones”, autor del libro “El anciano anónimo”, lleno de alegría regresó a casa, emocionadísimo empezó a leer su obra maestra.
Comentarios (6):
Jorge Alberto Goldschmidt
17/06/2016 a las 18:13
EXCELENTE!!!! me a encantado, una tierna historia…….con un relato excepcional.
FELICITACIONES !!!!!!
Desde Argentina.
Atte. JAG
Algocar
17/06/2016 a las 19:31
Me ha gustado, una historia muy curiosa. ¿Algún sueño personal escondido?
Ahora en serio, ha estado muy bien, sigue trabajando duro pero disfrutando, un saludo.
Grumete
18/06/2016 a las 22:26
Hola Mayomi.
Me gusto mucho tu historia,buscare ese libro de recetas ,tienen buena pinta los platos,jeje.
La narración me pareció buenísima te mete dentro de la historia,te felicito.
Un saludo,nos leeemos.
gaia
20/06/2016 a las 19:27
Buenísimo, te felicito! Estoy en el 202
beba
23/06/2016 a las 20:24
Hola,Mayomi:
Es una historia originaĺ por el detalle de las recetas;pero no aparece un conflicto que dinamice la estructura.
Tu historia puede ser más amena si procuras fraccionar los párrafos con punto y seguido,o punto y coma.según corresponda.
Saludos.
203
Dante Tenet
26/06/2016 a las 01:15
Mayomi:
Muy buena la idea del libro de recetas para el alma.
El ritmo fluctúa y eso me hizo leerlo un par de veces, coincido con Beba que si reacomodaras algunos párrafos mejoraría.
pero lo importante es la idea y tu la tienes.
Te sigo leyendo, yo estoy en el 67