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la llave - por JOSE MARIA MOYAR.
El anciano encontró la llave en la cama, a su lado, sobre la huella del cuerpo de su mujer, en las sábanas, aún tibias y muy arrugadas.
Perplejo, cogió la llave y saltó del catre. Llamó a su mujer:
─ ¡Adelaida!
El silencio respondió a su llamada. Sus pies temblorosos tomaron posesión de sus cálidas zapatillas. Se dispuso a franquear la puerta del dormitorio para adentrase en la penumbra del salón de la casa. Volvió a llamar, aunque tenía la sensación de que sería inútil.
─ ¡Adelaida!
Tomó el chaquetón del respaldo de una de las sillas, y se lo puso. Tendría que salir y utilizar la maldita llave. Otra vez el maldito juego. Comenzaba a estar harto de tanto buscar, de perseguir, de mantenerse en alerta día y noche, sin saber exactamente para qué.
Salió a exterior de la casa, y se dispuso con el mejor ánimo que fue capaz, a jugar…
La luna se reflejaba a lo lejos, sobre las montañas, aún con nieve en los neveros. La temperatura era gélida, y el vaho que exhalaba su respiración no se congelaba por poco. Caminó despacio, con cuidado extremo, no fuera a ser que se cayera y complicase más la situación.
Extrajo una linterna de su bolsillo interior del grueso tres cuartos, y la encendió para alumbrarse un poco, aunque la claridad de la noche era excelente. ¿Por dónde empezar esta vez?
─ ¿Adelaida?
Esta vez su voz sonó menos perentoria, como más íntima, casi como una súplica. Pero el silencio seguía siendo la respuesta. Miró su reloj, casi las cuatro de la mañana. Apretó el paso, arrebujándose en su abrigo. Sus fuerzas no estaban para florituras, pero no iba a abandonar fácilmente.
Sus pasos resonaron en la oscuridad, encaminándose hacia el cobertizo, cerca del pozo. El haz de luz era suficiente para determinar a corta distancia, lo que se tenía delante, aunque no con suficiente detalle.
Algo parecía interponerse en su camino. Una especie de bulto en el camino. Se acercó impaciente. Levantó una manta que tapaba …
─ ¡Joder¡, increpó sin saber bien a quien.
Debajo de la manta había una caja. Intentó su apertura, sin éxito, por la fuerza bruta tradicional. Nada. Nada de nada.
Se quedó mirando fijamente la manufactura de la caja, que le resultaba familiar. Tenía una especie de grabado, un arañazo aquí y allá, cosas que le hacían sentir que conocía el origen de la caja. Observó la cerradura … y si …
Llevó la llave a la cerradura y esta se deslizó casi como por arte de magia. Suspiró. Levantó la tapa, y se quedó helado, si esto era posible.
─ Adelaida, Adelaida.
Volvió a suspirar, y de nuevo sus pasos, después de incorporarse, se dirigieron a la casa. Volvió a entrar y se recostó en el sofá. Se quedó dormido en el acto.
Desde arriba, en la buhardilla, Isabel sonrió. Otra noche que había ganado la batalla a Alois, el alemán.
Después de taparle, se acurrucó a su lado, en el sofá del salón, por la mañana sería otro día. Depositó un beso sobre la mejilla del hombre y suspiró, casi para ella
─ Te quiero, papá.
Comentarios (7):
Algocar
19/06/2016 a las 11:55
Me ha encantado, aunque reconozco que me ha despistado lo de “Alois, el alemán”, no he pillado esa parte. Pero al margen de eso, una historia con una lectura fácil y fluida, te felicito.
Sigue trabajando duro pero siempre disfrutando, un saludo.
Si te apetece y tienes tiempo, mi relato es el número 8.
John Doe
20/06/2016 a las 16:00
Buenos días José, el relato me ha gustado bastante, sin embargo pese a que su lectura es fácil y tiene buen ritmo, en un momento uno como lector se pierde. Pero la verdad es un gran relato con mucho potencial para explotar. Felicitaciones, mi texto es el no. 33 por si quieres pasarte por allá. Nos seguiremos leyendo.
MM Ariel
20/06/2016 a las 23:48
Hola José,
La lectura es clara, fluida y bien puntuada. El lenguaje y tono que usas me parece adecuado.
El relato como tal, pues lo leo, lo releo, y no entiendo nada: Evidentemente una mujer estaba en su cama porque aun está su huella. Luego…¿A jugar?, después…¿Cuál es el propósito de la llave?….¿Isabel?….¿Alois?
El texto en si mismo es demasiado confuso para cualquier lector. Creo que debes trabajar mas en eso.
¡Nos leemos!
Fernando Velázquez
23/06/2016 a las 00:24
José, te doy mi enhorabuena.
No detecté ninguna falta ortográfica en las dos veces que leí.
La puntuación está muy bien colocada. Las palabras fluyeron de maravilla mientras lo leía en voz alta.
Sobre el contenido, me ha gustado mucho. Por un momento creí que sería una historia de terror y, que al levantar aquella manta irremediablemente le saltaría una rata en la cara… Pero noup. También me gustó como fuiste pintando el escenario.
Disfruté mucho tu relato.
jose maria moya
23/06/2016 a las 01:02
Alois, es el nombre de pila de Alzheimer.
Sy hija hacia el juego todas las Vremadrugadas … la huella de la cama, esconder la llave … Creía que quedaba mas claro de lo que parece. Tendré que mejorar mucho…
Laura
25/06/2016 a las 11:50
Hola José.
Gracias por la aclaración de Alois. La desconocía y a quienes te hemos leído nos permite comprender mejor el texto.
Historia dulce,de amor de una hija hacia su padre con el temible Alzheimer.
Sigue escribiendo.
JOSE MARIA
26/06/2016 a las 01:35
Gracias a todos por vuestros comentarios. Espero corregir mi gran defecto de creer que todos entienden la historia como yo la escribo sin más datos adicionales. La verdad es que la creía sencilla de entender, pero veo que no, aunque siempre se abusa del sobreentendido . Pero intentaré corregirme… aunque un poco de misterio deja que el lector se imagine varias posibilidades. Si pones mucho, matas la imaginación. Y la del lector es tan importante o más que la del escritor.