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El combinado - por Amanda Quintana
El anciano encontró la llave en donde el hijo le había indicado que estaban, en el buzón. Entró caminando con dificultad ayudado por su bastón. El olor a humedad y encierro todavía persistía, a pesar de que la nuera había estado allí la semana anterior. La casa estaba fría. Sobre la derecha había un viejo combinado de mediados del siglo XX, y sobre él, algunos discos de pasta. Debían ser de una época remota, en que don Eusebio bailaba sus tangos preferidos con Aurelia, su esposa fallecida dos años atrás. De joven, había sido uno de esos guapos de arrabal, y una de esas noches de milonga, conoció a la mujer le que robó el corazón para el resto de su vida. Antes de recibirme de enfermera, trabajé como vendedora en una casa de antigüedades, donde había soñado cientos de veces ser una dama antigua, a la que algún galante caballero con levita enamoraba. Al ver el combinado y la casa, me sentí en un sueño.
Don Eusebio tenía ochenta y ocho años. En la clínica le dieron el alta porque estaba desahuciado, y el hijo no tenía gran interés en cuidar de él. El anciano solo me tenía a mí. En la clínica, me había contado que era muy parecida a una mujer que él recordaba con cariño. Pensé que sería alguna novia de la juventud, de cualquier modo, nunca me contó nada acerca de ella.
Luego de la cena, lo ayudé a acostarse. En el otro cuarto había una cama, un ropero viejo y una mesita de luz. Allí también había un cofre polvoriento. Me invadió la curiosidad a tal puto de que no pude descansar. Segura de que el anciano dormía, lo abrí y saqué las cosas que estaban adentro. Al verlas, me emocioné tanto que me salía de mí misma. El arcón contenía un vestido que imaginé que sería de doña Aurelia, y que usaba en las milongas con su marido.
Maravillada por el hallazgo, me lo puse. Era negro y al cuerpo, largo a las rodillas, y un tajo dejaba ver el muslo hasta la mitad. Salí del cuarto para verme en el espejo del living. La imagen de una tanguera de mediados del siglo XX que vi reflejada, me emocionó. Mi corazón latió fuerte, pero lo hizo más aún cuando escuché la voz de don Eusebio.
¡Aurelia!
Entré en pánico. Pensé que iba a retarme, pero me di cuenta que era aún peor; al verme pensó que yo era su esposa fallecida. Intenté explicarle que era la enfermera con la ropa de su esposa, pero no entraba en razón. Me miró a los ojos y me dijo emocionado que pusiera “un tanguito” en el combinado. Noté que don Eusebio no traía su bastón. Estaría en estado de sonambulismo, y para no contradecirlo por miedo a que le sucediera algo, encendí el aparato, busqué entre los discos y encontré el tango “Mano a mano” de Gardel. Cuando el combinado comenzó a cantar con la voz del zorzal criollo, Eusebio se acercó, me tomó de la cintura y de la mano, y me arrastró a bailar.
No podía creerlo. El anciano estaba desahuciado, tenía artrosis en la columna y la movilidad reducida a un 20%. Era imposible que caminara sin su bastón, y mucho menos que bailara un tango. No obstante me llevó por el living con la destreza de un verdadero maestro del 2×4. Al terminar, me miró a los ojos con el brillo de un hombre joven y feliz, y tras sonreírme solo me dijo “gracias”. Regresó caminando con lentitud a su cuarto. Volví al mío, me quité la ropa, la guardé en el arcón y me acosté, todavía incrédula de lo que había sucedido.
Don Eusebio no despertó más. Por la mañana, al darme cuenta, llamé a su hijo, y en una hora la familia llegó para hacerse cargo. Mientras me cambiaba en el cuarto, antes de irme de la casa, observé un portarretrato y sentí que el corazón se me paralizó: Era don Eusebio con Aurelia, ella llevaba puesto el vestido que estaba en el arcón. El rostro era tan parecido al mío, y el cabello llevaba un peinado tan similar al que tenía yo, que tuve que dejar de mirar el retrato porque me impresionó. Entonces comprendí lo de la noche anterior; supe que al menos don Eusebio se había despedido con alegría, y sentí que había hecho algo bueno por él.
Comentarios (16):
Alohomora
17/06/2016 a las 17:33
Oh ¡Qué bonito relato! Me ha encantado. Enhorabuena.
Autor
17/06/2016 a las 18:06
No tengo mucho que decir. Ha sido un relato encantador, de esos que son como un chiste, te animan el dia.
Solo tengo un problema, la enfermera y su modo de actuar, se que es necesario que ella se haya puesto el vestido para que la historia continuara pero se que una profesional no actuaria de esa manera. A pesar de ser su sueño.
Asi que ese detalle me ha sacado un poco del relato. Es una tonteria, y siempre me digo a mi mismo que no voy a fijarme en cosas que deben succeder para que la historia continue pero en este caso si que me saco de onda.
No me hagas mucho caso. Mas bien, no me hagas caso.
Una recomendacion mas seria hacerlo un poco mas universal. No introducir palabras tan propias de donde sea que eres. Milonga, por ejemplo. Creo que esa es la unica de hecho. Y dar una palabra a cosas como: Maestro del 2×4. ¿Que es un dos por cuatro?
Tal vez sea un ignorante. Tal ves podria ir a google. Pero si se puede evitar, mejor.
Animo y a seguir escribiendo.
Perla Preciosa
19/06/2016 a las 11:05
Hola, Amanda. Mira, además de reiterar lo que te han dicho los dos compañeros anteriores, y especialmente lo que te ha señalado el último, en cuanto a las expresiones que usas en tu texto, que no sabemos muy bien que son, y que podrían poner de relieve tu procedencia, querría señalarte concretamente una frase que no está muy bien construida:
“Era negro y al cuerpo, largo a las rodillas, y un tajo dejaba ver el muslo hasta la mitad”.
Esta frase, correcta, debería haber sido:
“Era negro y de cuerpo, largo hasta las rodillas, y un tajo dejaba ver el muslo hasta la mitad”.
Por otra parte, dices más abajo:
“Debían ser de una época remota…”: mejor “debían de ser”, dado que la enfermera está suponiendo un hecho, no aludiendo a una obligación.
Finalmente, me ha gustado en general, especialmente el cambio que haces de tercera a primera persona, cuando la enfermera va a implicarse con el anciano en un episodio de estricta intimidad y emotividad para ella. Me resulta bastante poético y atractivo, por lo que te animo a seguir. El final es, igualmente, una mezcla de tragedia y poesía, muy decorativa. Si te apetece leer el mío, es el 181.
Patricia Redondo
19/06/2016 a las 13:31
Buena historia Amanda. A mí lo de los giros y expresiones locales , propias de la tierra en la que vives, no me parece mal. Reflejan realidad y diversidad lingüística y a mí particularmente me enriquecen. Si te apetece pasarte por mi texto es el 193, agradecida de antemano
María Esther
22/06/2016 a las 02:04
Amanda, tu relato me gustó;es un mezcla de historia real y fantasía, con aire porteño.
Claro,los regionalismos son inevitables; es lógico que llamen la atención a quienes no los conoce; pero la historia vale, solo por el hecho de ayudar a que alguien soñara con la felicidad en sus últimos momentos.
Adelante. Nos leemos.
Maritel 126
Amanda Quintana
22/06/2016 a las 15:41
hola a todos los que dejaron sus comeptarios, gracias por dedicarle tiempo para leerlo y dar sugerencias, por demás enriquecedoras.
Con respecto a la dialéctica local, es cierto, soy de Buenos Aires, la forma en que utilicé un lenguaje autóctono fue a propósito, queriendo darle un tono más íntimo; el 2×4 es el compás del tango, por el cual se lo conoce en lengua popular, como el “zorzal” es el apoyo cariñoso que se le da a Gardel; la “milonga” es el lugar de encuentro de tanguer@s donde se suele pasar la noche bailando y el vestido, corto al cuerpo y con un tajo de costado, es muy típico de las mujeres tangueras.
Gracias a todos por sus comentarios, espero que con las aclaraciones se comprenda mejor… 😀
Besos
JOSE VICENTE PEREZ
22/06/2016 a las 18:10
Hola Amanda
Una historia estupenda. Veo que algunos compañeros critican con cariño tus expresiones porteñas. A mí, sin embargo, me encantan y creo que le dan una riqueza al relato. Tengo que confesar que tuve una compañera de clase bonaerense y me encantaba escuchar sus palabras y giros. Bueno, el relato está muy bien construido. La historia se sigue con interés de principio a fin. También te he encontrado alguna faltilla, pero quién no las mete. Lo importante es seguir acudiendo cada mes a la cita con el taller, y crear historias, según nos salgan de la pluma o del teclado.
¡Animo y a seguir escribiendo!
Besos, Josevi
beba
22/06/2016 a las 23:47
Hola, Amanda:
Me encantó el relato. Lo has estructurado correctamente, hay buen ritmo, y el empleo de regionalismos le sienta perfecto.
Lo único que puedo señalar es que,a mi modo de ver, la “entrada” de la enfermera corta la 3°persona en forma brusca; me parece que se necesitaría un espacio o alguna señal de separación; en realidad queda bonito, de modo que vale la pena resaltarlo.
Saludos. Mi texto es el 203.
Divasul Pereira
23/06/2016 a las 21:34
Perdonen, no me dio el tiempo , no quise analizar, me remonte al escenario y estuve viendo esos cortes del tango en el 2 por 4.La alegría del anciano, el humanismo de la enfermera.No cuesta hacer feliz a la gente. Me encanto.Felicitaciones por el mensaje oculto.
luis
25/06/2016 a las 18:03
Hola Amanda Quintana, soy Luis (127). Me fui al principio de la lista y… sorpresa un relato distinto a la mayoría. Me enganchó desde el primer momento. Lleno de imaginación, bien narrado y buenas descripciones. Felicidades.
José Luis Jaimes
27/06/2016 a las 05:34
Hola Amanda Quintana. Bonita la milonga que relatás. Aquí ya no uso el término como el lugar que reúne a tangueros de distinto género para bailar, sino al ritmo mas prometedor, pícaro y divertido dentro del dos por cuatro.Me encantan los relatos, escritos u orales, de los/las que recuperan su entereza antes de partir en ese viaje larguísimo. No soy del río de La Plata, soy del otro marrón…El Paraná. Rosarino, antiguo pago de los Arroyos y malandraje orillero.Brindo por tu relato. Nos leemos en la próxima.
Amanda Quintana
29/06/2016 a las 13:48
Hola gente linda, muchas gracias por sus amables comentarios. he pasado por los suyos a dejar mi comentario, me gustaron, me conmovieron, me llevaron de la mano a dar paseos por lugares inusitados y llenos de emoción. De veras estoy muy agradecida, seguro nos seguiremos leyendo en el próximo mes.
🙂
Pilar
28/07/2016 a las 13:00
Hola Amanda:
Tu relato me ha gustado mucho. La indiscreción de la enfermera da paso a una situación que da vida de este pobre hombre y lo hace feliz.
¿quien no ha cometido una pequeña falta? lo malo es que no siempre acaban bien ni hacen feliz a otro, aunque sea brevemente.
¿Ah! y me gusta tu vocabulario. Me sitúa en el lugar del hecho.
Un saludo
Tatei Jautze
08/08/2016 a las 14:30
Hola Amanda Quintana:
Yo soy de México y me gustó mucho que transmitas tu “lenguaje autóctono”. Al leer tu texto es evidente que es una mujer la autora. Hace falta desarrollar el manejo de los diálogos.
Yo apenas hace unos dias he descubierto este taller y desde entonces han estado de vacaciones así que no he podido aportar ningun texto además de mis comentarios. Tengo muchas ganas de participar con ustedes. Espero verlos pronto.
Susana
25/09/2016 a las 03:44
Me encantó !! Me ha parecido una historia tierna y conmovedora, con un gran final y girando alrededor de una gran historia de amor!!! No se que opinareis, pero los amores de la gente mayor son tan puros, tan reales y poco fingidos… se puede amar después de que una de las partes muera? Hasta el extremo que tu nos describes? Me ha parecido Precioso!!! Te felicito por tu sensibilidad y cabe añadir que aparte lo has hecho con bellas palabras y muy apropiadas descripciones… muy muy bien para mí gusto!!! A ver si puedo lograr transmitir yo tanto como tú…
En cuanto a fallos, quizás algún giro gramatical o de puntuación, pero que se ocultan suavemente con la belleza y expectación de la historia de amor narrada. Gracias por hacerme disfrutar!!
Rosario Nápol
14/12/2016 a las 23:10
Como soy de Uruguay conozco muy bien esa expresiones. El vestido “al cuerpo”, lo considero correctamente escrito. El cuento muy tierno, me encantó. Yo participé recién ahora en diciembre. Veremos qué pasa con mi primer cuento. Saludos.