Literautas - Tu escuela de escritura

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Polvo de estrellas - por Kaspar Schneider

Maya dio una vuelta más en la cama. Con la esperanza de que el tiempo no hubiese pasado tan rápido como sospechaba, miró su reloj, eran casi las siete de la mañana en Nueva Pangea y la claridad que entraba por las rendijas de la persiana había ahuyentado definitivamente a Morfeo, así que decidió levantarse. Mientras se aseaba, intentando no castigar demasiado su maltrecha reserva de agua, pensó en la capital de la Tierra; imaginó el disco solar emergiendo entre los edificios, creyó oír el murmullo de la gente que deambulaba con desgana hacia sus trabajos, sintió el acogedor tacto de sus sábanas, escuchó el latido de un corazón que palpitaba relajado a su lado…
-¿Quieres acabar de una vez, Maya? No eres la única que vive en esta cápsula.
La voz de su compañera la sobresaltó desde el otro lado de la puerta. Calmando su incipiente irritación, cerró el grifo, se volvió a poner la ropa del día anterior y salió hacia el dormitorio.
Sentada en la cama, Maya observó cómo la pequeña e insoportable Jackie se apoderaba del suministro de agua. Volvió a consultar la hora: las ocho menos cuarto. Si no se apresuraba llegaría tarde al trabajo, así que engulló un sándwich, se puso su escafandra, comprobó las reservas de oxígeno y salió hacia la mina.
El trabajo en los yacimientos lunares de helio-3, la nueva y limpia fuente de energía de la humanidad, era duro y estaba mal remunerado, pero, teniendo en cuenta la gran crisis que asolaba la reunificada Tierra, cualquiera que tuviese un trabajo podía sentirse afortunado. Sin embargo, Maya no lo hacía, los dos años que llevaba allí habían sido los más largos de su vida: el suministro de comida y agua que llegaba desde la Tierra era escaso, el campamento la deprimía y la ausencia de Lucas se le hacía insoportable. Su muerte había llegado una mañana de verano anormalmente lluviosa, como si la propia naturaleza llorase una muerte que no correspondía. Muchas veces, Maya pensaba en qué habría pasado si no se hubiese ido tan súbitamente; si hubiese tenido tiempo para poder hacerse a la idea de su pérdida, para decirle todo aquello a lo que, cuando algo parece eterno, no se le da importancia, para poder, simplemente, despedirse de él. Pero las Parcas son caprichosas y, ahora, Maya esperaba el temido momento en que ya no recordase su voz o no pudiese imaginar con claridad su rostro.
Eran las ocho y diez cuando Maya alcanzó la verja que separaba la mina del resto del poblado. Un descolorido cartel recordaba la importancia de llevar correctamente asegurado el casco. La mujer sonrió de medio lado ante la inutilidad del letrero, pues cualquiera que hubiese salido de su cápsula sin haber sellado adecuadamente la escafandra no habría llegado a contemplar aquella advertencia.
-Buenos días Maya, siempre puntual – oyó a su espalda.
Al girarse, se encontró con Eric, uno de sus compañeros de turno, que le sonreía con aire socarrón. Mientras emprendían juntos el camino a la mina y haciendo caso omiso a la trivial conversación que el joven intentaba entablar, Maya contempló todo lo que la rodeaba: el polvoriento suelo lunar, el espectacular orbe terrestre que se alzaba sobre sus cabezas, la negrura infinita del Universo salpicada por pequeñas chispas de hidrógeno y helio. En ese momento, la mujer fue consciente de la insignificancia de su vida frente a la eterna presencia de aquellos astros, un panteón de verdaderos dioses que, durante eones, habían otorgado y arrebatado vida a partes iguales.
Eric seguía taladrando sus oídos con nimiedades y el polvo lunar se le pegaba al traje al avanzar. Tendría que limpiarlo al llegar a su cápsula, mientras Jackie, le regañaría por ensuciar el suelo, como todos los días. Odiaba a aquella mujer, odiaba la mina, la Luna, al Universo entero, que asistía indiferente a su desgracia. Ojalá todo volviese a ser como antes…
Sin saber muy bien por qué, Maya se llevó las manos al casco. Oyó como su compañero abandonaba su cháchara y le gritaba algo, pero su voz sonaba ya muy lejos. Lo último que sintió fue cómo el aire abandonaba en desbandada sus pulmones, como si alguien hubiese abierto las compuertas de una presa. Luego, solo silencio y nada.
Al fin, libre. Volvía al principio. A ser solamente polvo. Polvo de estrellas.

Comentarios (7):

beba

18/04/2016 a las 02:10

Hola, Kaspar:
Muy logrado el clima de tristeza y hastío; y bastante deprimente el panorama “a futuro”, como sucede en casi todos los cuentos que hablan de colonos lunares. El argumento es muy simple; el desenlace, previsible, cuando dices lo de ajustar la escafandra.Pero, ¡qué hermoso cuento poético has logrado!Y con nuy buen manejo del lenguaje.
Este fragmente, en particular, me gusta por su caracter reflexivo: “En ese momento, la mujer fue consciente … vida a partes iguales”.
Aquí haría algunas correcciones: 1- de puntuación: remunerado;
2- de expresión: pero,Maya no lograba adaptarse (En vez de no lo hacía)
Felicitaciones.
Mi cuento es el 164

rafelo

18/04/2016 a las 16:17

Hola. En mi opinión muy bien lograda tu historia.Me gusta mucha la cantidad de símiles que empleas y como vas describiendo todo el entorno, en eso nos parecemos mucho.Salvando algunos errores gramaticales y de puntuación por lo demás todo excelente.Aunque yo hubiese dejado el final abierto, ya que es una trama muy buena la que tienes de esas que dejan con ganas de mas…. Saludos

gaia

19/04/2016 a las 18:37

Y yo te felicito. Muy poético! Estoy en el 17

Beatriz

20/04/2016 a las 00:18

Ya el título del texto auguraba un hermoso relato…
Los nombres de tus personajes son perfectos, combinan, sobre todo Maya
Namasté

charola

20/04/2016 a las 22:41

¡Hola Kaspar Schneider! Muy bueno tu relato. Me gusta como escribes de manera clara y poética. Las palabras bien empleadas y se entiende bastante el escenario triste y patético de la vida lunar de Maya. La resolución se veía venir, final bien logrado.
Felicitaciones. Si puedes, date una vuelta por mi relato, es el 36.
Nos seguimos leyendo.

earendil

21/04/2016 a las 22:28

Saludos, Kaspar Schneider.
¿Cómo se aplaude aquí?
He reparado en tu relato atraída por el título. Da la casualidad que mi relato termina exactamente como el título de tu relato, que además también es tu final ¡qué coincidencia!
Es la primera vez que leo algo tuyo (desconozco si eres nuevo), pero me alegra mucho haber pasado por aquí y disfrutar de tu trabajo.
No nos engañemos, es triste, desesperanzador, y rezuma melancolía en cada línea. Pero me ha encantado la forma de narrar que tienes, sencilla y directa, pero con un lenguaje muy cuidado y poético.
Paso a comentarte un detalle que podría mejorar tu escrito.
* “-Buenos días Maya, siempre puntual – oyó a su espalda”___En todo el relato sólo hay dos líneas de diálogo. Has utilizado el guión corto, cuando deberías haber usado el largo. Además, el comentario debe ir pegado a la primera letra, sin separaciones. Literautas tiene un tutorial al respecto que te puede servir de gran ayuda, que he recomendado varias veces, pues a mí me fue genial.
Quiero destacar una frase que me ha resultado realmente bella: “Su muerte había llegado una mañana de verano anormalmente lluviosa, como si la propia naturaleza llorase una muerte que no correspondía.”
También he descubierto una palabra que desconocía: “durante eones”. La he tenido que buscar para asegurarme que no era inventada.
Bueno, vuelvo a felicitarte por tu trabajo.
El mío está en el 152, por si quieres compartir el polvo de estrellas, aunque yo le he dado un sentido más esperanzador.
Saludos.

Ardnajela Etano

26/04/2016 a las 17:53

Hola: Me encantó tu relato, transmite muy bien los sentimientos, los pensamientos, la historia está muy bien contada, y tiene un buen final. Me encantó. Te felicito, creo que logras transmitir muy bien atmósferas, y eso es importante. Espero leerte de nuevo, y te invito a leerme en el Nº 90

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