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Detrás del dragón todos los demás. - por Gisela Lupiañez+18

La cabina del ascensor es lo único identificable del edificio que ahora yace a su alrededor formando una corona de hormigón, acero y vidrio. Es también el único refugio posible en un paisaje formado por las ruinas de la ciudad. El hombre corre hacia él con las pocas fuerzas que le quedan. Lo persiguen todos los demonios con la ciega satisfacción de saber que en cualquier momento lo alcanzarán y lo harán pedazos. Como a los demás. Como a todos.
La puerta de metal macizo del ascensor está semiabierta. Al hombre no le cuesta pasar por el estrecho espacio, está muy delgado. Cierra la puerta con esfuerzo y se acurruca en el rincón más alejado. Un llanto sin lágrimas, de miedo y desesperación sacude su cuerpo.
Hace días que recorre la ciudad cada vez más vacía y destrozada escondiéndose de la horda cada vez mas numerosa. Hace días que escucha detrás suyo los rugidos monstruosos y, escondidos en ellos, las voces humanas que cuentan su historia y su terror, una y otra vez. Ahora los entes rodean el ascensor y aúllan, rugen, gritan. Sacuden la cabina intentando que el hombre enloquezca y caiga finalmente, presa de la fuerza conjunta de todos los horrores.
Pero el hombre del ascensor todavía resiste. Busca en el morral marrón que lleva algo para distraerse, cualquier cosa que le permita ignorar las voces del exterior. Saca un abrelatas, una botella de agua mineral, una lata de atún, un diccionario de bosillo. El único libro que pudo salvar de la inundación de la Biblioteca hace dos noches. Ojalá hubiera sido una novela. Intenta sumergirse en la lectura de palabras conocidas y sus significados pero en realidad está recordando.
Primero fueron los ruidos inmensos desde el cielo y las sombras que perseguían a la gente por las calles de la ciudad. Ruidos y sombras que no significaban nada pero a los que cada individuo fue dotando de sentido y poder. Se alimentaron de los miedos más profundos de las personas y se transformaron en ellos. Abandonaron el interior de cada uno y se hicieron reales y peligrosos para todos. Dejaron de ser sólo sonidos indeterminados para convertirse en explosiones que devastaban edificios y manzanas enteras o aullidos de animales inmensos que aparecían detrás tuyo para devorarte. Dejaron de ser sólo sombras para convertirse en arañas gigantes, en violadores y asesinos sin nombre y sin historia, en oscuridades pobladas de demonios de las que no se volvía. En un dragón azul al que le temía un niño pequeño.
Pero lo peor no fueron los monstruos en las calles. Lo peor fueron los muertos. Cada vez que alguien moría se fundía con sus entes. Así, los monstruos no desaparecían sino que aullaban y gritaban junto a los cadáveres de las personas que los habían imaginado. Formaron grupos cada vez más numerosos que atacaban a los vivos y destruían todo a su paso. Para los humanos que iban quedando se hizo muy difícil mantener la cordura.
El hombre vio caer a toda su familia: a sus padres consumidos por el incendio de la casa al que tanto temía su madre. A su hijo destrozado por el Dragón Azul del cuento que el niño insistía que le leyera cada noche. Su esposa, que corría hacia él para intentar protegerlo cayó en el mismo momento en que el pequeño moría.
Ahora el hombre está solo y siente cerca la traición de su propia mente. Podría temerle al hambre y a la sed. Pero lo que más teme es que la manada de demonios aullantes que rodea el ascensor consiga entrar. Teme a las voces de los suyos llamándolo desde las profundidades de los rugidos diabólicos. A la voz aterrada de su hijo: “¡Mirá papá, es el Dragón Azul!” . A los aullidos de dolor de su esposa.
La puerta del ascensor se abre con un chirrido de metal sobre metal. Por la abertura aparecen la mano y la sonriente cara ensangrentada de su niño. Detrás suyo, un dragón azul. Detrás del dragón, todos los demás.

Comentarios (4):

Henar Tejero

18/03/2016 a las 20:34

Hola Gisela, tu historia es muy imaginativa. Sabes describir con un amplio vocabulario, lo cuál nos hace situarnos en la acción con mayor facilidad.Es una historia fantástica de miedos interiores y fantasmas muy bien descrita.Parece un cuento.Aunque ese final que le has dado me queda un poco en dudas,pues no se muy bien a quién se refieren ‘todos los demás’. A lo mejor esa era tu idea. En conclusión, me ha gustado.

Ioakim

19/03/2016 a las 20:17

Hola Gisela, primero felicitarte por tu relato y te invito a que te pases a ver el mío.
Me ha encantado tu relato, parece sacado de un capítulo de cualquier libro de aventuras fantásticas. Ya puede ser un gran capítulo incial como la contraportada de un libro. Me ha gustado, utilizando la estructura de un ascensor (que dentro de ese raro mundo caótico nadie se habría esperado) logras transmitir los terrores más absolutos de un hombre dentro de una situación límite con esta. Y como bien dices (frase que me ha gustado mucho) es que no teme al hambre ni a la sed, sino a perder la cabeza.
Me ha gustado mucho, me alegra ver que gente joven como yo nos gusta escribir, ¡y encima cuando lo haces tan bien! Espero leer más cosas tuyas.

Laura

19/03/2016 a las 22:15

Hola Gisela
Muy bueno como retrotraes la acción al momento de inicio del terror, en un ir hacia atrás de la acción.
Maravillosa inserción del diccionario en el relato.
Me has hecho vivir un mundo apocalíptico.
Faltaría conocer un poco más cómo se produjo esta situación tan dramática, pero las 750 palabras establecen límites.
Al igual que Henar Tejero, ¿quiénes son todos los demás? ¿los demás miedos del hombre? ¿las demás personas que se salvaron?
Muy interesante y vibrante.
Me gusta el final abierto.

Gisela Lupiañez

29/03/2016 a las 14:22

Hola a todos y gracias por sus comentarios.

Henar Tejero: “todos los demás” se refiere a todos los monstruos que rodean el ascensor. Pero tenés razón en que no queda claro. Cuando escribí esa frase me gustó mucho (incluso la usé como título) pero quizá en el relato no funciona como debería. Voy a trabajarla para que quede mejor.

Loakim: ¡gracias por tus elogios! Es bueno ver que otras personas también disfrutan las historias fantásticas. Ya me daré una vuelta por tu relato.

Laura: sin duda, la cantidad de palabras es una limitación bastante grande. Como le aclaré a Henar Tejero, “todos los demás” son los monstruos nacidos de los miedos del hombre. En realidad, lo que sucede es que el hombre del ascensor es el último de la ciudad y por eso todos los entes lo siguen a él. Pero quizá no conseguí transmitir esto en la historia. Las 750 palabras me resultaron escasas.

Saludos, y otra vez gracias por sus críticas.

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