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“El muchacho de ojos tristes” - por B.M. DonaldR.
El autor/a de este texto es menor de edad
Ese día tuve que correr para llegar al encuentro en la portería donde esperaba el muchacho. Llegué casi sin aliento y le sonreí. Él estaba esperando con el rostro algo desencajado, con un tono extraño, preguntó:
—¿Por qué has tardado? Pensé que ya no querías verme como el resto del mundo.
Era un adolescente, de casi diecisiete años, con pensamientos siempre negativos. Más de una vez me confesó que miraba a su alrededor, y sobretodo a su espalada, por temor a que le sorprendiera algo malo. Creo que sus sentimientos le traicionaban.
En los ratos que pasábamos en la entrada, el ascensor y el rellano, yo intentaba hacer que se sintiera cómodo con el mundo y consigo mismo. Tarea complicada por toda la historia que había vivido siendo tan joven.
Le respondí:
—Ya ves que no. Espero que llegue este momento para nuestras breves charlas. Sabes que te valoro porque eres muy especial, inteligente, valiente y capaz de lidiar con la adversidad —cogí aire para proseguir—. Me han entretenido en el trabajo, por eso me he retrasado.
Al escuchar mis palabras su rostro pareció relajarse y fue el primer día que me abrazó. Ese gesto me transmitió mucha tristeza, angustia; estoy segura de que necesita mucha escucha y comprensión. Sonrió y se acercó al ascensor, como de costumbre, me dejó pasar primero. Con el pie aguantó la puerta mientras me decía:
—Después de lo que me dijiste el otro día, me dí cuenta de lo importante que es comprender el significado de las palabras —sacando su móvil del bolsillo prosiguió—. ¡Mira!, me he bajado una aplicación para consultar el diccionario etimológico. Quiero saber de dónde vienen las palabras y el porqué en alguna ocasión se les da más significados.
El ascensor empezó a subir cuando de pronto se paró entre dos pisos. No veíamos ni la puerta de una planta ni de la otra; sólo una pared. Esa situación me puso muy nerviosa aunque él parecía no darse cuenta. Era la primera vez que nos quedábamos encerrados.
Los espacios pequeños, con poca ventilación, nunca me gustaron por eso solía subir las 11 plantas andando. Pero un día coincidí con el muchacho en la entrada y empezó a hablar, a hacerme preguntas, y no pude negarme a subir con él en el ascensor ya que vivíamos en el mismo rellano.
Me quedé mirándole y aprecié un brillo inusual en sus ojos, unos ojos con una mirada siempre muy triste creo que por una pesada carga. Hablaba con rapidez; parecía querer decir más cosas que de costumbre. Mientras escuchaba todo lo que iba explicando, llegó un momento que me hizo olvidar dónde nos encontrábamos.
No podía dejar de observar cómo se le transformaba el rostro; un rostro que siempre tenía mucha tensión y con un aspecto de enorme pesadumbre.
De golpe volví a la realidad y le hice callar un instante:
—¿Oyes?, creo que alguien nos ha escuchado. Posiblemente estén a punto de sacarnos.
El muchacho giró la cabeza con rapidez, volvió a mirarme para decirme:
—Pues si nos quedáramos todo un aquí sería estupendo. No quiero que pienses que estoy loco, pero es que tu presencia es la única que me relaja. Llevo dos años en tensión y alerta por
todo. Estoy seguro que no me espera nada bueno y no tardará en
llegar. Tú consigues que me olvide de lo que estoy viviendo y las consecuencias que esto traerá.
Su voz creaba un ambiente de verdadera incertidumbre y desesperación. ¡Era como escuchar a un condenado en el corredor de la muerte!
Así que le dije:
—Creo que has de empezar a explicar ciertas cosas. En cuanto salgamos del ascensor, si te parece, pasas por casa y vamos a algún sitio tranquilo para hablar.
—No sé si podré pasar por tu casa ni salir hoy —se apresuró a responder—. Primero he de pasar por la mía. Las cosas están peor de lo que debieran y…
En ese momento se quedó en silencio porque el ascensor empezó a moverse y fuera se escuchaban voces. El rostro del muchacho recuperó su tensión habitual, el brillo de los ojos le desapareció, su mirada se volvió como añeja y más triste aún. Eso causó en mi interior una amarga sensación; sentía que empalizaba con él más que nunca. Tenía que saber más; saber qué vivía en realidad y ¿qué o quiénes le impedía sentirse a salvo?…
Comentarios (6):
Jemel Davalillo
17/03/2016 a las 12:53
Pues honestamente me atrapó. En cuanto a la forma, no tengo mayor cosa que decir. Solo esta frase me pareció confusa: “Pues si nos quedáramos todo un aquí sería estupendo”. La leí y la releí y no le hallo sentido. De resto creo que todo está muy bien. En cuanto al fondo, encuentro muy curioso tu relato porque me mantuvo atrapado de punta a punta y para ser sincero, me gustaría seguir leyendo lo que ofrecen esos puntos suspensivos al fina. Enhorabuena
B.M. Donald
18/03/2016 a las 09:53
Gracias por el apunte, Jemel Davalillo.
No sé qué ha pasado porque quise poner “pues si nos quedáramos todo un día…” se perdió “día” no entiendo por dónde. Gracias por decírmelo. Muchas gracias por tus palabras.
Un saludo.
Nic-Is
25/03/2016 a las 08:21
Hola B.M. Donald.
Qué triste la historia de ese pobre chico, y qué bueno que encontró alguien que lo escucha y lo quiere ayudar.
Aquí voy con algunas sugerencias que espero te sirvan para mejorar tu relato.
“Él estaba esperando con el rostro algo desencajado,(aquí, punto en vez de coma, ya que estas cambiando de asunto) con un tono extraño, preguntó”
“y sobretodo a su espalada (espalda), por temor”
“Sonrió y se acercó al ascensor,(tal vez punto y coma le quedaría mejor aquí) como de costumbre”
“sentía que empalizaba (empatizaba) con él más que nunca.” (La verdad no estoy segura que el verbo empatizar y sus conjugaciones sean aceptados por la RAE. Habría que investigar eso.)
“¿qué o quiénes le impedía (impedían) sentirse a salvo?” (Creo que esta frase no necesita los signos de interrogación. Los acentos en las palabras “qué” y “quiénes” son suficientes.
Por lo demás, creo que tienes una historia muy profunda. Nos muestras bien el sufrimiento del chico, y el gran deseo de ayudarle que siente su compañero de piso.
Buen trabajo. Felicidades.
B.M. Donald
25/03/2016 a las 16:21
Gracias Nic-Is
Tendré en cuenta las palabras que pienso que escribo de una manera, pero, sale otra. La puntuación la iré mirando con más atención.
Un saludo y gracias por las observaciones.
Cryssta
26/03/2016 a las 18:28
Hola B.M.Donald, no me tocaba revisar tu relato pero he visto que te faltaban comentarios así que aquí estoy para aportar lo que pueda.
Yo creo que los fallos que has cometido con “espalda” y “empatizaba” se han debido a una lectura rápida. Tú sabías perfectamente las palabras que querías poner y tu cerebro ha leído el principio y el final de la palabra y ha hecho la interpretación de la palabra correcta sin ver el fallo. Eso nos pasa a todos, por suerte aquí hay muchos ojos que nos ayudan a ver esos “fallitos”.
– yo pondría mejor “Ese gesto me trasmitió mucha tristeza y angustia”
– “di”
– “de pronto” entre comas
– una coma tras “nunca me gustaron”
– “once plantas”
– dices “un brillo inusual en sus ojos, unos ojos…” y un poco más abajo “se le transformaba el rostro; un rostro…” para no repetir tanto lo de los ojos podría valer pero yo quitaría la del rostro.
– “Estoy seguro de que no me espera nada bueno y no tardará en llegar lo malo” o bien “Estoy seguro de que me espera algo malo y no tardará en llegar”
– “su mirada se volvió añeja” ese “como” sobra
– a mí más que un relato me parece el primer capítulo de una novela porque para ser relato le falta un final mejor
Espero haberte ayudado. Un abrazo
B.M. Donald
28/03/2016 a las 14:34
Hola, Cryssta
Primero, gracias por pasarte y comentar aunque no sea el que te ha de tocar. Es muy de agradecer.
Sí tienes razón, mi vista y mente parecen unirse para no corregir alguno fallos. Agradezco las correcciones que me aportas, las iré repasando para tenerla en cuenta. Es el segundo que hago, tal vez, peco por haber empezado con un posible capitulo de novela y ahora los relatos los sigo como capítulos. Eso lo intentaré corregir porque en realidad no he sabido distinguir una cosa de la otra. Un saludo y gracias por tu aportación.