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“Repertorio en forma de libro, osario de palabras” - por Luciano SívoriR.

Web: http://www.viajarleyendo451.blogspot.com.ar/

Lo más insoportable de subirme todos los días al ascensor espacial a la Luna no es que sea espantosamente parsimonioso. Tampoco me abruman las pequeñas e insignificantes conversaciones. “Qué calor hace hoy”. “El tiempo está loco”. “Parece que va a haber lluvia de meteoritos otra vez”.

Menos aún me perturba el amontonamiento de individuos en el único y delgado cable, de unos 50.000 kilómetros de largo, que empalma a nuestro planeta con la superficie lunar. Nos vendieron que es una obra de ingeniería de magnitud colosal, que finalmente tenemos una autopista hacia el cielo; nos bombardearon con la viperina frase: “Elevamos sueños”. ¡Qué me importa que haya sido diseñado con una recalcitrante aleación de un polímero sintético llamado Zylon y nanotubos de carbono! No deja de ser un oneroso medio de transporte que consume nada menos que treinta minutos en desplazarte a tu faena.

Me resulta indolente la caravana que se reúne en la entrada (de la Tierra) todos los días para protestar que “el elevador espacial está matando a los humanos por la radiación”. No son reclamos apócrifos. La extendida permanencia en el cinturón de Van Allen verdaderamente es el motivo de los nuevos tipos de cáncer que comenzaron a emerger en el planeta.

No. Lo realmente intolerable no son las miradas incómodas, la criatura que no suspende nunca el sollozo, el energúmeno que comenta idioteces para evitar los silencios, el inefable obeso que deja siempre resbalar una flatulencia. A mí quien me hierbe la sangre es el sujeto que dedica su media hora a la imparable lectura del diccionario.

¡Es verdad! Siempre fui muy inquieto, terriblemente inquieto. ¡Pero a no confundir aquello con la demencia! Soy muy cuerdo y, sin embargo, me es difícil saber cómo aquella idea entró en mi cabeza por primera vez. Quizás, la diligencia del hombre por leer regularmente su diccionario despertaba en mí un complejo de inseguridad, el temor a que cualquier palabra que él pudiera llegar a pronunciar acabaría por sonar como una tormentosa condición médica.

Su tranquilidad y vehemencia por la actividad me irritaba de sobremanera. ¿Para qué convertirse en un cazador de palabras, cuando las que usamos para la comunicación diaria nos alcanzan y sobran? ¿Con qué necesidad se aventuraba en la espinosa tarea de investigar palabras largas, elaboradas y crípticas per se? ¿Quién era él para amar tanto las palabras que las releía con cuidado, casi con recelo? ¿Quién era él para vencer el desagrado del ascensor espacial con tanta soltura? Era la traición hacia lo familiar, la vanidad, la forfolla, el quijotismo por antonomasia.

Recuerdo que había comenzado con la letra “M” cuando me decidí, poco a poco, muy gradualmente, a librarme de aquel sujeto y de su engreimiento para siempre.

Lo ajusticié –no me pregunten bien cómo ni cuándo– una ocasión en la que sólo él y yo subíamos en el elevador. No recuerdo si le corté el cuello con un elemento cortante o si le perforé el corazón. A lo mejor lo golpeé muy duro con un objeto romo en el parietal izquierdo. ¿O fui más clemente y lo envenené con cianuro?

Pobrecito, ya iba por la letra “V”.

Cuando cayó al suelo, su repertorio de palabras se desparramó por el lugar. Permanecí inmóvil. Durante diez minutos enteros no moví un sólo músculo. Luego, sonreí alegremente al ver lo simple que había resultado todo. Examiné el abyecto cadáver. Pude sentir cómo la vida se había desvanecido, invalidando a un cuerpo prescrito.

No pueden imaginarse con qué cuidado, con qué desmedido cuidado, levanté el grueso libro con mis manos. Llegó entonces a mis oídos un ruido apagado, como el que podría hacer el rumor de las hojas en el campo al aire libre. Leve. Elegante. Pronto lo distinguí: era el diccionario. Latía. Latía armonioso como el redoble de un tambor. Tum-tum, tum-tum, tum-tum.

Aquel tipo estaba indudablemente e irreversiblemente muerto. No obstante, su libro vivía. El sonido se hizo más penetrante; seguía resonando y era cada vez más intenso. Me pedía que lo abriera, que lo estudiara.

Comencé por el principio, la primera letra del alfabeto español (y primera de las vocales). Me puse de pie y lo comprendí todo. Lo suntuoso de sus definiciones, la seducción de sus vocablos, lo ladino de sus explicaciones. Los oficiales armados se aglomeraron a la salida del ascensor. Sólo pedí que me dejaran terminar mi lectura en una de esas lindas celdas nuevas que instalaron en la Luna.

Comentarios (14):

beba

17/03/2016 a las 17:40

Hola, Luciano:
Una historia muy original, bien escrita, salvo un par de cosillas que después te señalaré.
No sé muy bien qué es lo experimental: yo percibo una introducción, nudo y desenlace desarrollados en un ambiente singular, sin duda, con toques de ciencia ficción.(Hallé el viaje a la luna, tan cotidiano, politizado y fastidioso como “el 70” que pasa por mi casa)
Cosillas:
1- Después de “Hierbe “, que debe ser “hierve”, yo siento una desincronización: el narrador adelanta lo que va a pasar y después explica el suceso. Tal vez sería más lógico ordenarlo así: Primero, la irritabilidad que le produce el hombre al narrador; sus temores (baja autoestima); y luego la descripción de la personalidad del narrador; miedo a que lo tomen por loco)
2- Su tranquilidad y vehemencia por la actividad me irritaba(falta N, plural) sobremanera (quitar “de”; es solo, sobremanera).
3- En el desenlace, el diccionario suena como “El corazón delator” de Poe; muy bien usado como recurso, pero tal vez debiste aludir al texto inspirador.
Adelante. Pasaré por tu obra de teatro, será un honor.
Espero tu visita en “Mis musas están de parto” y “Los hijos del Sol” en ahorayodigo.blogspot.com.
Saludos.
Saludos.

María Kersimon

17/03/2016 a las 19:07

Hola Luciano Sívori,
Soy tu vecina dos puestos más arriba, por lo que me corresponde comentar tu escrito.
Forma:
En mi opinión, utilizas un vocabulario rebuscado, que no es adecuado para lo que quieres expresar:
Parsimonioso se diría de una persona que se toma mucho tiempo para hacer algo, no de un artefacto. Viperino/a se dice de una persona malintencionada que va a hacer daño. Aquí mejor perverso/a.
Una aleación no sería recalcitrante sino resistente o refractaria ( recalcitrante para una persona que se resiste a hacer algo).
Sustituiría indolente en este contexto por perezoso, dejado.
Protestar iría seguido de porque, no de que.
Apócrifos se dice de escritos que no son del autor a quien se le atribuyen. Aquí sería falsos, erróneos.
Extendido/a se usa mejor para superficies. Para valores de tiempo, sería más bien “una exposición prolongada”.
Hierbe te la ha corregido Beba pero no sería “me hierve la sangre” sino “me hace hervir la sangre”.
Tienes algunas repetí iones: muy…muy.
Diligencia aquí sería más bien constancia, empecinamiento. Vehemencia y tranquilidad son sustantivos antagónicos para describir la misma situación. Yo diría simplemente dedicación.
Para forfolla que no conocía me salió que es una palabra catalana.
En cuanto a ladino, se dice de alguien que quiere engañar. Aquí no pega mucho.
A mi entender escribes mejor cuando usas palabras comunes. La secunda parte de tu texto está muy bien. A partir del momento en qué matas al tío del diccionario, de repente el estilo se vuelve fluido. “Para que convertirse en un cazador de palabras cuando las que usamos para la comunicación diario nos alcanzan y sobran?”. “Con qué necesidad de aventuraba en la espinosa tarea de investigar palabras largas, elaboradas y crípticas pero se?”
Lo hacemos porque necesitamos aprender, no? En cualquier caso esto es un ejercicio y siempre vale la pena investigar para descubrir.
Sigue investigando y adelante con la imaginación.
Un saludo.

Marcelo Kisi

17/03/2016 a las 22:25

Hola Luciano!

Tiene razón María cuando dice que escribís mejor cuando usás palabras comunes. Por lo tanto, ¿habrá sido esa tu experimentación? ¿Creaste un personaje que utiliza palabras difíciles pero de modo incorrecto, como significantes que pegan en el palo de los significados? Ojalá quieras aclarárnoslo.

Fuera de eso, una historia bastante original y entretenida.

Luciano Sívori

18/03/2016 a las 12:38

Sí, Marcelo le pegó en el palo. Admito que hay algunos errores que no fueron intencionales, pero la gran mayoría sí.

La idea general del texto era hacerlo deliberamente complejo (¡sin razón!) porque el protagonista se fanatizó con aquel diccionario (posiblemente endemoniado).

Es cierto que hablar más directo es más claro, pero acá quería hacer lo contrario. Hablar de forma más enigmática y críptica (sin necesidad) para enfatizar la idea de que él se obsesionó con lo complicado, lo enrerado, de las palabras. Por eso intenté llevarlo más por ese lado.

Lo experimental es más ver si el lector puede notar la ironía de la situación y detectar esas cuestiones que quise colocar.

Denise

19/03/2016 a las 03:01

Bueno, antes de leer el comentario de Marcelo ya me parecía que ese diccionario era una mala influencia 😛 Es raro cómo tuvimos una idea parecida, pero en tu caso la ejecución me parece más arriesgada, porque es el narrador el de la obsesión con las palabras, por lo que es más fácil que, al comentar, pensemos que es cosa tuya y no del personaje.

Personalmente, creo que es genial, pero tengo que confesar que a la primera, la sutileza se me escapó, tuve que volver a leerlo para darme cuenta XD El tema es que este tipo de textos descoloca porque lo que anda circulando a montones por ahí es estilo “lo que ves es lo que hay”, entonces, es como que este relato exige que recordemos algo que los antiguos sabían muy bien y que ahora, con el cuento de la inspiración, se suele olvidar: que escribir es un trabajo artesanal y que todo en el relato debe ser funcional y que, si esa palabra está ahí, es por algo.

Chapeau.

KMarce

20/03/2016 a las 00:10

Saludos Luciano:
Después de los textos a comentar por rigor, me paso a discresión por aquellos que me han llamado la atención.
No entraré en los detalles que tan escrupulosamente te ha marcado María K., o en su defecto si el susodicho en verdad habla a su antojo, como sugiere Marcelo.
Lo que sí, (lamento decirlo) no te perdono, ¡es ese cable! Y es que con ese cable me has matado toda la emoción. Siempre, lo repetiré: no escribir lo que no se puede comprobar o escribir por hacerlo sin pensar en que una persona con mayor conocimiento del tema nos “delate”, y aunque yo no sé de física quántica, ni sé casi nada de ciencias planetarias… Si sé que la tierra gira, tiene una rotación con ligeras inclinaciones sobre el eje y la luna ¡también! y no me quiero ni imaginar que pasaría si le ponemos un cable a la tierra que viaja a una velocidad increíble,(+11,000x1s) con el peso “muerto” de la luna, que aunque siempre muestre el mismo hemisferio, si tiene rotación circular alrededor de la Tierra…(sería como amarrar dos trompos en movimiento). No, no te lo perdono.

Me he leído el resto, después de beber casi un litro de agua, y disfruté esa parte. Me parece muy bien descrito ese personaje que le tiene tedio a otro que no le ha hecho nada, por su propia baja autoestima y recelo. Y he comprendido el desenlace, que es “te odio por lo que tienes y ahora lo quiero”.

Así que superado el trauma que he sufrido por ese cable, puedo decir que he disfrutado tu historia, me ha parecido muy amena, interesante y aunque sádica, me la leí de tirón. Y para mi paz mental, he eliminado el cable y lo he sustituído por el uso apropiado de la magnetosfera, apoyados con diferentes magnetos ubicados en la luna, para hacer ascender una serie de “ovokrines” -palabra de Lionel Muñoz- para ir y venir al más hermoso satélite del universo. (si yo padezco de Selenofilia, o sea amor por la luna).
¡Nos leemos!

Luciano Sívori

21/03/2016 a las 14:13

KMarce: sí, evidentemente es una obra de fantasía más que de ciencia ficción dura. Me tomo el atrevimiento de tomar tus ideas para corregir el texto y volverlo más riguroso. ¡Gracias por pasarte!

Manuel Pla Martí

21/03/2016 a las 15:55

Bien, creo encontrarme ante la metáfora de un no creyente abducido por la maravillosa religión de las palabras. Primero cree que es absurdo dedicarle media hora diaria a aprender palabras nuevas y hace justicia eliminando al elemento perturbador. Luego siente el pálpito del diccionario y cae en la trampa: ya no puede vivir sin saborear sus palabras.
Creo que se trata de una bella narración situada en un ambiente de ciencia ficción, pudiera ser cualquier otro y el resultado sería el mismo, que nos muestra el endemoniado poder de enganche de la palabra.
He aprendido, Wikipedia de por medio, nunca lo había oído, qué es el cinturón, o los cinturones, de Van Hallen. Tu narración, Luciano Sívori, me ha resultado pedagógica y tu ciencia ficción es fantástica y desmañada, pero la fábula del lector empedernido, atrapado por la magia de las palabras ha sobrevolado por encima del resto.
Me ha gustado. No leo ciencia ficción, quizá debería, pero tu relato tiene un trasfondo en el que esa ficción es simplemente un medio para mostrar lo que de verdad es importante. Yo lo resumiría diciendo que quien cae herido por la palabra no tiene cura. Se trata de una enfermedad crónica con la que has de saber vivir toda la vida.
Felicidades.

Manuel Pla Martí

21/03/2016 a las 16:15

Acabo de leer los comentarios de mis compañeros y me identifico por completo con lo que escribe María Kersimon, que hace un análisis de forma concienzudo y excelente. Yo he pretendido recrear la lectura que he hecho de tu narración sin detallar la forma, que como se ve acepta mejoras. No se si coincidimos y si hay alguien más que piense como yo, pero como decía Humberto Eco, un relato es una máquina de generar interpretaciones. El lo decía de una novela, pero para el caso es lo mismo.
Saludos

Luciano Sívori

22/03/2016 a las 12:45

¡Gracias Manuel por todos por tus comentarios!
Slds.

Ryan Infield Ralkins

02/04/2016 a las 18:02

Me ha pasado igual que a K. Marce: el cable me descolocó la lectura pero restando eso, me ha parecido un relato magistral. Me gusta como hiciste del diccionario un objeto codiciado, aunque de forma inconciente. Excelente relato. No tengo mas que decir. Me encantó.
Felicitaciones y saludos.

Caritobel

08/04/2016 a las 07:18

Hola Luciano:

Vi un comentario tuyo en el relato de nuestra compañera Denise, y por eso estoy acá; aunque varias veces vi el título de tu historia y parecía interesante, tu comentario fue decisorio para leerte (más precisamente la parte donde decís que te cansas de relatos predecibles, mal escritos y olvidables) ¡Que sincericida! Aunque lo tomé con humor, incluso los errores de los demás nos enseñan. Creo que aquí (en este espacio que se nos ofrece) debemos aprovechar todo. No nos tiene porqué gustar todo, pero si saber utilizarlo a nuestro favor. Esto como simple comentario.

En primera instancia, concuerdo casi en su totalidad con Maria Kersimon. El compañero Marcelo Kisi, me hizo analizar más cuáles fueron tus razones para ser complicado o utilizar de forma errónea ciertas expresiones. Pero aún intentando plasmar esa obsesión por las palabras, como explicas en un comentario, creo que el protagonista/narrador —tan obsesionado como es— no debería haber utilizado mal las palabras.
Como bien ya señalaron, el escenario de ciencia ficción solo es un “decorado” para la verdadera historia. Los fallos, sin embargo en cuanto a la verosimilitud —quensean creíble, nones lo mismo que sean verdaderos—, si son importantes a la hora de incurrir en este estilo. Yo soy un cero a la izquierda con la física, la química, y correlativos, pero otros sí saben, y le quita peso a la historia —no podes decir que es más fantasía que ciencia ficción, porque eso no lo corrige. Le faltan elementos para ser de ese otro género —.

Cierto que me recordó un poco al estilo de “Corazón delator”en el final, y un poco a Poe, en general (justo ando leyendo al escritor por estos días).

Me parece que tu historia tiene un gran potencial, me encanta como le imprimís al personaje sus características, me lo imaginé por completo como un desquiciado. Y los detalles que añadís al describir, también me parecen muy bien logrados.
Si no hubiese sido por el tema del uso de algunas palabras, el texto sería muy bueno; tiene suficiente fluidez.

En particular, soy de gustar de personajes e historias complejas, y de escribir de esa forma — enredandome, por supuesto—. Percibo que quisiste plasmar cierta complejidad, que terminó opacando la dinámica general.

Sí me gustó, pero me gustaría leer otra versión de tu relato, teniendo enncuenta las sugerencias que te dieron, para poder apreciar mejor tu estilo. Yo reescribí mi historia de marzo, teniendo en cuenta las observaciones, y fue una tarea súper productiva.

Estoy segura que te voy a leer este mes, enfocado en la Luna.

Saludos.

Caritobel

08/04/2016 a las 07:22

Perdón los errores de tipeo. A mi tablet le encanta agregar “enes”. Ja,ja,ja,ja.

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