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Hotel Destino - por Daniel Lopez HusillosR.
El humo del café se había esfumado hacía un rato, pero ella seguía moviendo la cuchara, con la mente lejos de aquella cafetería. Apoyada en la barra, el azul de sus ojos brillaba por encima de la fría luz del local. Al otro lado, el camarero ordenaba la vajilla mientras miraba absorto cómo los dedos de Claudia no paraban.
—Señorita —le dijo observando su rostro terso y triste—. Tiene usted el café mareado.
—¿Cómo? —Preguntó ella regresando del infinito.
—Que digo que su café ya debe estar frío.
Ella le miró frunciendo el ceño y sonrió sentándose sobre el taburete, volviendo a mirarse en el espejo que tenía en frente. Llevaba allí un día y la lluvia incesante de la ciudad le estaba calando hasta las ideas.
—¿Ha venido usted de negocios? —De nuevo el camarero se dirigió a ella, esta vez acercándose con el trapo en las manos mientras ella le volvía a mirar pensativa.
—Puede decirse que sí.
—Entonces las cosas no han debido de ir muy bien. —Señalándole la mano izquierda en la que tenía el salero—. Vamos a hacer una cosa. Yo saco dos vasos de orujo si usted regresa de donde esté, ¿trato hecho?
—Está bien —dijo Claudia dejando el taburete de lado y recomponiéndose la camisa negra y los pantalones vaqueros—. Tienes toda la razón. No creo que sean horas de pensar en cosas importantes. ¿Cómo te llamas?
—Luis, señorita.
—Muy bien Luis. Te prohibo que me trates de usted y no me vuelvas a decir “señorita”, ¿bien?
—Si señorita. —Los dos lanzaron una carcajada juvenil.
La cafetería estaba vacía. El hotel parecía vacío. Ella estaba vacía. Sus palabras eran lo único que quebraban el silencio de aquella noche. La ausencia de color del orujo acompañaba un aliento ardiente y explosivo, ideal para barrer los problemas que habían surgido en su primer día lejos del calor de su madre.
El tercer trago en el más absoluto silencio, hacía que el eco del vidrio les envolviera en una especie de estado de embriaguez maravilloso. Luis la miraba mientras llenaba de nuevo los vasos.
—¿Y cuanto tiempo te vas a quedar por aquí de negocios? —Le preguntó.
—Si todo va bien… —Se detuvo a pensar mientras meneaba el vaso medio vacío—. No lo sé. —Su tono de voz sonó desesperado. Sus gestos sonaron desesperados.
—Bueno. No te preocupes, aquí estaré yo todas las noches para servirte café con sal —se miraron y sonrieron— y orujo casero de receta secreta. —Mostrándole la botella de cristal sin etiquetas de ningún tipo.
—Gracias —dijo ella con gesto amable—. Me has animado el día.
—Yo llegué a la ciudad sin dinero y sin saber el tiempo que duraría aquí y llevo ya cinco años trabajando en este hotel.
—¿Y no te da vértigo mirar atrás?
—Mucho. Sobre todo cuando pienso que un día puedo quedarme en la calle y no tengo dónde regresar. Eso me da miedo, pero vivo el día a día aquí dentro. Es como si este hotel nos refugiara de cualquier mal exterior.
Era cierto. Desde que cruzó la puerta para registrarse aquella mañana, sintió que las pinturas de caballería medieval que había en el hall le arropaban con la dulzura de una madre. El trato que había recibido había sido familiar, la habitación le hacía sentir como en su cuarto, sentada sobre la repisa de la ventana, mirando más allá de las nubes. Pero ella se empeñaba en golpear sus pensamientos, recordar el último beso a su madre, el último abrazo a su padre. Recordarle a él y darle vueltas el corazón.
—Creo que con seis chupitos tenemos suficiente por hoy, ¿no crees? —Le dijo Luis sujetando los vasos al ver cómo sus párpados pesaban más que otras veces.
—Puede que si… Será lo mejor para los dos. Mañana va a ser un día muy duro. Muchas gracias por la compañía.
—De nada —respondió—. Mañana si quieres, te invito de nuevo a olvidar los problemas.
Claudia se despidió agradecida saliendo de la cafetería y, cuando pulsó el botón del ascensor para ir a dormir, oyó una voz que le llamaba desde la recepción.
—Señorita —dijo una joven de uniforme acercándose a ella con un teléfono en la mano—. ¿Es usted Claudia?
—Si. —Extrañada, acorralándose contra la pared.
—Tiene una llamada. —Le dio el teléfono y se marchó de nuevo al mostrador.
—¿Quién es? —Preguntó con la respiración entrecortada.
—Claudia, ha llegado la hora —dijo una voz rasgada al otro lado.
Comentarios (4):
Earendil
17/02/2016 a las 23:06
¡Hola Daniel Lopez Husillos!
Bonito primer capítulo de tu Hotel Destino.
Extraño nombre para un hotel, he pensado al principio, pero después de descubierta la última frase, abre muchas posibilidades.
Buen manejo de los diálogos, bien señalados y que hacen una lectura muy fluida.
Solo he visto dos faltas de ortografía:
* “—Si señorita.” El sí, debería llevar tilde.
* “—¿Y cuanto tiempo te vas…”, cuánto con acento.
En cuanto al contenido, al principio la historia me ha parecido un poco sosa. Toda esa conversación melancólica, con tantos recuerdos sobre sus padres, y la contestación del camarero sobre su propia estancia en la ciudad, descolocan bastante para un giro tan inesperado en la última frase. Tal vez me hubiese gustado un tono más misterioso o policíaco que me hubiese picado más la curiosidad.
Desde luego el final crea bastante incógnita, pero le ha faltado un poco de chispa al principio.
Espero que mis comentarios te hayan servido de ayuda. Agradecería tu opinión a mi escrito, estoy en el 76.
Un saludo.
Lucas Trevisiol
18/02/2016 a las 10:46
Hola Daniel, tu relato me gusta mucho. Los diálogos que tanto cuestan escribir los formulaste muy bien. En cuanto a correcciones nuestro compañero de arriba te lo ha dicho todo.
En cuanto a contenido, quizás es demasiado diálogo hacia la mitad del texto, es decir no está nada mal pero me hubiera gustado que describas situaciones que causen mas intriga (no debería ser problema, escribís bien).
Agradecería tu opinión sobre el mío (51).
Un abrazo.
aimar
18/02/2016 a las 17:13
Hola, Daniel.
Primero he de admitir que al principio pensé que este sería el primer capítulo de una historia de amor, pero al final todo eso cambió.
Me gustó porque ahora me muero por saber de quién es esa voz rasgada, qué hora ha llegado y si la chica y el camarero volverán a encontrarse. Sin embargo creo que el contraste entre principio y final sí fue algo brusco y quedaría mejor si el misterio empezara desde la mitad, quizás algunas pequeñas frases intrigantes.
En cuanto a las correcciones el primer compañero ya te las indicó.
Yo agregaría otra y te cito.
“Muy bien Luis”, “Si señorita”. No estás utilizando la coma que debe separar al vocativo: Muy bien,Luis;Sí,señorita.
Eso sería de mi parte. Buen trabajo.
Saludos.
Alonso Garcia-Risso
23/02/2016 a las 23:48
Saludos Daniel: Si nos atenemos a las indicaciones que hemos recibido para elaborar el primer capítulo de nuestra novela, debemos atender con especial cuidado con el enganche que debe generar en el lector.
Este enganche se producirá eficazmente cuando el lector que, recrea la obra, tome contacto con la o las expectativas que se forme.
A mi juicio en tu historia eso se consigue en la última línea de tu trabajo: “—Claudia, ha llegado la hora”
La frase tiene una fuerte semejanza con una sentencia o amenaza que, impacta nuestra imaginación y nos hacemos a la idea de conocer lo que viene a continuación.
Tal vez, tratándose de una novela esta escena, con ese potencial de convocatoria (enganche), debió asentarse en el inicio y buscar para el desenlace una apertura a los siguientes capítulos más apropiados a detalles, datos, personajes.
Claro está, mi comentario se basa en mis gustos y naturalmente puedo estar errado…
Sería interesante, en un futuro cercano saber a donde nos lleva esa llamada ‘misteriosa’. Sigue adelante y felicitaciones.