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El lápiz mágico - por Isabel

El lápiz mágico

Triste y hambriento en el asiento de madera del tren, Fermín no tenía ni idea de la estación a la que se dirigía. Sólo sabía que iba a la ciudad, a casa de su tío Federico al que no conocía y la única familia que le quedaba. Le acompañaba su vecina Dolores pues Fermín sólo tenía seis años, acababa de perder a sus padres y no tenía dinero. La guerra había terminado, pero faltaba por vivir sus consecuencias.
A Fermín poco le importaba su futuro en aquellos momentos en los que todavía no había podido digerir todas las desgracias que le habían pasado en tan poco tiempo.
Cuando el tren llegó a su destino Dolores le dio dos besos breves en las mejillas, le peinó con sus manos y se despidió de él con la certeza de que abandonaba a una criatura de seis años en un escenario de hambre y miseria.
– ¿ Ves aquella cuesta ? Súbela y ve hasta el final. Allí vive tu tío. ­-Dolores le miraba de forma compasiva mientras le hablaba.
Fermín vio como su vecina desaparecía entre la multitud. Nunca se había sentido tan sólo. Reprimió las lágrimas que estaban a punto de asomar y se fue en busca de su tío.
Tras golpear la puerta de forma tímida, un hombre alto y robusto apareció. Miró al niño con sorpresa y le preguntó:
-¿ Qué quieres jovenzuelo ?

– Soy Fermín, su sobrino. Mamá y papá …. — con la cabeza agachada y un nudo en la garganta el niño intentó explicarse.

El hombre cerró los ojos un instante e hizo una mueca amarga al comprender lo sucedido y de inmediato le preguntó:

– ¿Tienes hambre verdad?

Fermín asintió con la cabeza.

Federico comprendió la profunda tristeza que sentía su sobrino. Aquel niño no tenía ganas de jugar ni de reír. No tenía ningún juguete que ofrecerle, pero sí conservaba una vieja peonza. Sin embargo Fermín hizo caso omiso. No quería salir de su cuarto y lloraba con frecuencia.
Algunas tardes lo llevaba a pasear, pero en el ambiente se respiraba todavía el aroma de la guerra reciente.
Una de esas tardes en las que Fermín caminaba junto a su tío por una calle de suelo empedrado, descubrieron que ya habían abierto una de las papelerías. Se podían ver los estragos de la guerra en la fachada del local. Federico miró a Fermín y viendo que el niño no decía nada decidió entrar. Las estanterías donde antes descansaban los libros estaban fracturadas en trozos por el suelo, los libros apilados en las esquinas y muchos de ellos habían sido reducidos a cenizas. Fueron hacía la trastienda desde la cual provenían voces y risas . Corrieron una desgastada cortina y fue una sorpresa para Fermín encontrar allí a unos doce niños que saltaban y reían. Con ellos, tres adultos les dirigían en las actividades que hacían. Todos ellos tenían en la mano un lápiz, sin embargo ninguno tenía papel para poder utilizarlo. Los niños vieron entrar a Fermín y uno de ellos se dirigió hacia él.
-Hola, como te llamas?

-Fermin

-Yo Rafael. Es para ti. Es mágico –dijo mientras le daba con alegría el lapiz

-Mágico? La voz de Fermín mostraba incredulidad.
Rafael asintió con la cabeza, -Sí ya lo verás. El niño volvió al grupo y siguió jugando.
Fermín miro a su tío con inseguridad pero éste le animó a unirse al grupo.
Se colocó al lado de Rafael y comenzó a seguir las instrucciones de los adultos.
-Y ahora con nuestro lápiz mágico dibujamos en el aire una sonrisa -. Mientras todos los niños imitaban y alzaban sus brazos. -Y ahora nos reímos todos juntos.

Las carcajadas de aquellos niños consiguieron emocionar a Federico que sentía lástima por ellos pues todos ellos se habían quedado huérfanos. Cómo les había cambiado la vida tras la maldita guerra.
-Y ahora dibujamos un perro y todos lo limitamos, guau, guau- los niños reían al ver a sus profesores imitando al animal.
-Ahora dibujamos unos brazos bien fuertes .- los niños volvieron a alzar los brazos al aire. -Y ahora nos abrazamos.

Fermín volvió con su tío mientras corria entusiasmado. -Tío, es verdad, el lápiz es mágico. – Podré venir mañana?
-Claro que si, siempre que quieras. Dijo federico con la satisfacción de ver por primera vez a su sobrino sonreír.

Comentarios (5):

Miki T. Roobinson

29/11/2015 a las 22:06

¡Joder! (perdona la expresión), pero esta historia me llegó al alma, por un momento incluso creí que iba a llorar. Eso es lo que yo llamo talento para escribir, lograr con unas cuantas frases, llegar a los sentimientos del lector es algo genial y este relato lo logró, sin duda alguna. Mis respetos

L.M.Mateo

29/11/2015 a las 23:11

Hola Isabel,

fui una de tus comentaristas. Espero no haber sido demasiado dura, y que te fuese de utilidad.
La verdad es que disfruté mucho desgranando tu relato.
Te invito a pasar por el mío, el número 91.
Un saludo.

Cryssta

04/12/2015 a las 20:17

Hola Isabel, aunque he visto cosas que pueden mejorarse, tu relato me ha gustado mucho.

Paso a decirte lo que creo que se puede mejorar:

– si no he contado mal nombras a Fermín en doce ocasiones, estaría bien que fueran menos
– repásate la entrada del blog que habla sobre la forma de poner guiones en los diálogos
– no hay que dejar espacio entre la interrogación y la palabra cuando haces preguntas
– dices “acababa de perder a sus padres y no tenía dinero”, suena un poco raro decirlo así pues un niño de seis años no suele tener dinero y en caso de tenerlo tampoco hubiese sabido gestionarlo para vivir
– “solo” se escribe sin tilde
– tendrías que cambiar la frase “Tras golpear la puerta de forma tímida, un hombre alto y robusto apareció”, es un cambio de escenario muy rápido, además el tío solo apareceria así si estuviera justo detrás de la puerta cuando llamó, podrías poner algo así como “Al llegar a la casa llamó a la puerta de forma tímida y a los pocos segundos un hombre alto y robusto abrió”
– sería mejor poner “Tienes hambre, ¿verdad?
– dices “No tenía ningún juguete que ofrecerle, pero sí conservaba una vieja peonza” una peonza se utiliza como juguete con lo cual sí tenía uno
– no queda claro si los libros reducidos a cenizas están apilados también en las esquinas o en otro sitio
– dices “Fueron hacia la trastienda desde la cual provenían voces y risas” con ese “desde la cual” parece que hay más de una trastienda
– “Con ellos, tres adultos les dirigían en…” habría que sustituirlo por “Con ellos había tres adultos que les dirigían en…”
– tendrías que poner “¡Hola!¿cómo te llamas?”
– en algunas preguntas pones solo la interrogación del final y en español se pone también la del principio
– en “Fermín miró a su tío con inseguridad pero éste le animó a unirse al grupo” no has puesto la tilde en “miró” y yo cambiaría el “pero” por una “y”
– Cuando los adultos están dando las instrucciones pones cuatro veces “Y ahora”
– el “Mientras” sobra
– en “sentía lástima por ellos pues todos ellos se había quedado huérfanos”, el segundo “ellos” sobra
– la frase “Fermín volvió con su tío mientras corría entusiasmado” tienes que cambiarla, el tío está en la misma estancia por lo que Fermín no tiene espacio físico para “correr”

Espero haberte ayudado con mis comentarios, seguro que con las mejoras que le hagas te quedará un relato precioso.

Un abrazo

Ryan Infield Ralkins

04/12/2015 a las 20:45

Concuerdo con Cryssta en absolutamente todo. Me quitó algunas de las cosas que habia notado, je je.
La historia es profunda, un poco triste pero muy bien narrada. Tan solo pulir esas cositas y quedará perfecto.
Me gustó mucho.
Felicitaciones y saludos.

Leonardo Ossa

06/12/2015 a las 00:59

Hola Isabel, me gusta la magia que le atribuyes al lápiz, pues los niños de la historia toman el juego muy en serio y obtienen un resultado concreto; la alegría. El cuento no se encierra en el planteamiento de un elemento con efectos sobrenaturales, lo que le otorga credibilidad a la historia. Para quienes hemos vivido en países con dificultades de orden público, la historia nos toca fibras de sensibilidad.
Saludos.

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