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El lápiz mágico - por Fernando Caporal

La habitación estaba bañada por un aroma sutil, etéreo, encantador, que invitaba a cerrar los ojos y volar. La vela del hornillo, desde un rincón, iluminaba con suavidad, y el agua mezclada con el aceite emanaba la sutileza del perfume de lavanda y nardo. La lámpara de sal marina, en otro rincón, disolvía delicadamente las sombras de la penumbra. La camilla en el medio de la habitación esperaba por los futuros maestros, y en las sillas alrededor, todos sentados con los ojos cerrados y las manos en posición de rezo, elevaron su pensamiento. La energía del lugar era apacible; daba placer estar ahí. Sentí que nos alcanzó a todos, y mi corazón se llenó de gratitud con la vida.

—Respiremos despacio, aflojemos tensiones, sentimos que nuestros cuerpos no pesan, que pueden flotar

Mariana, a mi derecha, fue la primera. Me paré detrás de ella y comencé a trazar los símbolos Reiki de la iniciación. Junté sus manos sobre la cabeza, los dibujé también en ellas, y luego me paré de frente. Cerré los ojos, y una luz que bajó desde el sol penetró por mi cabeza hasta llegar a los pies y unirse con Gaia, la Madre Tierra, bondadosa y proveedora. Luego continué con los demás. El silencio era acariciado por el sonido tenue, suave y discreto del mar, y las olas yendo y viniendo en medio de la música, nos arrullaron a todos. Al terminar, los invité a abrir los ojos.

—Despacio, volvemos a la habitación, tomamos conciencia de nuestros cuerpos, de nuestras manos, de nuestra respiración; sentimos los pies, la ropa, el aroma del aire, la música, y abrimos lentamente los ojos

Las miradas de los cinco fue apacible y conmovedora. Estaban tan relajados y felices que supe que mi misión estaba cumplida.

Todos pasaron por la camilla como modelo para que los demás pudieran practicar las posiciones de las manos para los tratamientos Reiki. La tarde terminó con una sensación de paz y alegría tales que ninguno de los cinco quiso irse; tal es así que continuamos conversando por un buen rato, hasta que se fueron ya de noche.

Durante la semana, casi todos me hicieron consultas pidiéndome sugerencias para el tratamiento más adecuado de cada caso con que se encontraron; pero uno en especial, hizo que me estremeciera.

—Maestro, ¿cómo debo utilizar los símbolos para quitar el dolor de un alma abatida? —me preguntó por teléfono
—Mariana, tal como lo aprendimos el domingo, puedes hacerlo —le respondí
—Sí, lo sé, pero me refiero a un alma vieja, cansada, que ya no tiene ganas de que le quiten el dolor, porque es parte de ella, porque siente que el dolor es lo único que tiene

Me quedé sin palabras. Mariana me estaba pidiendo ayuda para ayudar a alguien que no quería ser ayudado.

—Reiki es sabio, solo pon tus manos en su corazón, cierra los ojos, y deja que la energía haga lo que deba hacer, no pienses, déjala correr

Mariana me agradeció, y colgamos el teléfono. Esa noche no pude dormir, pensando en sus palabras, no pude imaginar que otra respuesta mejor podría haberle dado para alguien desahuciado, y esperé haber sido consecuente.

Al mes siguiente, en la iniciación del nuevo grupo, Mariana vino a verme.

—Maestro, quisiera ayudarlo, quisiera ser parte de la clase de iniciación

Me llamó la atención, pero imaginé que había tenido una buena experiencia, y la acepté, al punto de que la dejé a ella dar el seminario, y utilizar el lápiz mágico de sus manos para iniciar a los nuevos alumnos. La clase terminó, y luego de que todos se fueron, Mariana me agradeció por haberla dejado conducir la clase, y me dijo que comprendió que su misión estaba cumplida.

—El lápiz mágico no solo escribe símbolos Reiki —me dijo mirándome a los ojos, un instante antes de atravesar la puerta e irse

No comprendí que quiso decirme, pero al volver a la sala, encontré una carta.

“Querido maestro, gracias por haberme abierto las puertas de la luz; esa desahuciada que no quería ser ayudada esa noche, era yo, estaba parada en el borde de la ventana de mi departamento, dispuesta a saltar al vacío; hoy supe que iba a cometer una locura; una de las personas que hoy inicié en su clase, fue el hombre que me llevó, con sus actitudes, al borde de la ventana. El lápiz mágico también escribe nuestro destino.”

Comentarios (3):

Alejandro Bon

29/11/2015 a las 18:32

Fernando, tengo cierta conexión con algunos tipos de meditación, así que me sentí identificado con Mariana y sus ganas de saltar al vacío, luego, encontrar el norte por medio de la introspección. Nada fácil. Lo que me ha llamado la atención es la posición de “el hombre” que haya ido a iniciarse. Entiendo que ella, no sólo había logrado redimirse, sino que además, había conseguido que esa alma perturbadora (el hombre) también haya encontrado la paz, o al menos logrado los primeros pasos hacia ello. En cualquier caso, el maestro, otra vez, aprende del alumno, fruto de su tallo. Te felicito!

beba

07/12/2015 a las 02:49

Hola,Fernando:
Tu historia está llena de la paz y luz que dice transmitir el Reiki. Sé muy poco al respecto, pero desde chiquita me enseñaron el valor del silencio y la reflexión, tal vez con otros signos, pero con la misma intención: sentir la paz. Al respecto tu cuento responde con su ritmo y la precisión de sus descripciones al argumento que propones.
está muy bien escrito, sin nada que moleste en la lectura.
Adelante.

Fernando Caporal

12/12/2015 a las 00:46

Alejandro, Beba, muchas gracias por sus amables comentarios, soy Maestro de Reiki, y si bien no me ha pasado eso, he vivido algunas cosas maravillosas que fueron muy gratificantes, y quise plasmar algo en un relato. Otra vez, muchas gracias por sus amables comentarios y quienes los hicieron anónimos en la etapa previa a la publicación. Estaré pasando por sus relatos y dejaré mis opiniones. 😀

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