La historia debía haber sido así:

-Laura, hoy cumples 6 años y como ya sabes escribir, te voy a hacer un regalo muy especial.- Laura miraba con adoración a su padre, para ella era el mejor hombre del mundo y con él se sentía tremendamente feliz. Dio palmadas de alegría con sus pequeñas manos: un regalo!!! Sabía que había aprendido muy pronto a escribir, pero no esperaba un regalo por ello.
Saco un lápiz amarillo del bolsillo de su camisa: y se lo puso delante de los ojos:
– Esté es un lápiz mágico, con él podrás escribir historias que se llegarán a hacer realidad, pero solamente si escribes con el corazón, porque todo lo que hagas en la vida lo tienes que hacer con el corazón. Nunca lo pierdas, él te acompañará cuando las cosas cambien y te hagas mayor, y con él podrás hacer frente a las dificultades que se vayan presentando cuando crezcas; cuando te sientas sola podrás escribir con él y cambiar incluso el mundo.
Laura miro maravillada aquel lápiz, dudaba un poco de la historia que le había contado su padre, pero él jamás le mentiría, así que cogió el lápiz con respeto.

Los años pasaron y Laura creció, con los años aparecieron los problemas y ese lápiz pudo hacer un fiel retrato de su vida, ayudándola a sentirse mejor cuando no encontraba otra salida a lo que sentía: por ejemplo, cuando su padre tuvo que marcharse y no volvió.
Nunca se hizo realidad aquello que escribía, pero si que fue un escape para esos momentos que la superaban, quizá más que crear, el lapicero conseguía que desaparecieran sus pesares.
Y aunque su padre ya no estaba y el lápiz estaba tan pequeño que ya no podía escribir con él, siempre recordó la ilusión que le regalo su padre cuando tenía 6 años.