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Cruda realidad - por Verso suelto
No había por dónde coger el asunto, ninguna pista que seguir del cadáver mal vestido y en zapatillas, sin documentación ni dinero. Solo un gurruño de papel empapado, que tras el análisis de rigor no arrojó demasiada luz:
“…un sobre… la dirección y el remite parecen escritos por la misma persona. Se ha podido reproducir completamente el texto del anverso: Jaime. En el remite tan solo son legibles dos letras, “ar”.
El inspector Gutiérrez, una especie de tutor, que me asignaron recién salido de la academia, dijo.
– El sobre estaba vacío. No hay más que hablar, olvídate y cierra el caso. Siempre hay zonas de sombra, pero mi olfato me dice que aquí no hay nada: un chalado que se quitó de en medio. No pierdas más tiempo.
Pero yo no podía escucharle. Según mi madre yo estaba predestinado para esto. Cada vez que encontraba las gafas o las llaves que se había dejado por ahí, después de someterla a un interrogatorio concienzudo, me decía:
– ¡Ay Tito!, tú de mayor serás detective como Sherlock Holmes…
Era mi primer caso y estaba ansioso por investigar. ¡Que sabía Gutiérrez de las técnicas modernas! ¡Y claro que había zonas de sombra!: el sobre y, sobre todo, la hora de la muerte – las muestras analizadas estaban contaminadas con un gas producto de la descomposición de coliflores -. El óbito pudo producirse hasta seis horas antes del atropello.
El análisis dactilar sacó a la luz a Jaime Sandoval, de treinta y cinco años, sin antecedentes.
El hombre se tiró desde un paso de peatones elevado; o lo tiro algún neandertal que pasaba por allí. Eran las 11h 23m y llovía a cántaros. La pasarela tenía un pretil imposible de salvar no siendo a propósito, así que seguramente Sandoval no estaba haciendo prácticas de funambulismo.
Lo atropelló un camión cargado de verduras, el conductor declaró que se había espachurrado contra el parabrisas. Circulaba a ciento veinte por hora según las cámaras de tráfico, aunque él dijo que a unos setenta. No le vio hasta que no lo tuvo encima. El cuerpo salió despedido y para evitar atropellarlo de nuevo, dio un golpe de volante que le hizo volcar.
Varias toneladas de coliflores se desparramaron envolviendo al cadáver: una imagen patética, en el blanco y negro tristón de la lluviosa mañana de noviembre.
Se organizó un atasco que duró dos horas, y un diario vespertino publicó varias fotos.
Jaime vivía con una hermana quien declaró que en sus últimas semanas se le veía muy excitado, solo salía para acompañarla a los recados y no hablaba con nadie. La mañana de autos Jaime se escapó sin que ella se diera cuenta, alrededor de las 11h. También explicó que Jaime pasaba temporadas internado en un centro siquiátrico pues presentaba brotes de algo que no supo precisar: “hacía cosas raras”, me dijo… La verdad es que la hermana no parecía demasiado afectada.
En la clínica supe que Sandoval tenía un trastorno paranoide con fijación por un hermano fallecido hacía tiempo.
La investigación posterior no reveló nada nuevo ni en el entorno de la hermana ni en el de los padres: la madre había muerto hacía muchos años y se desconocía el paradero del padre, un sinvergüenza.
…
Pasados unos días sonó el teléfono:
– “A este muerto ya lo mataron hace veinte años”, dijo una voz, nada más descolgar.
– Oiga, ¿pero quién habla?
– Soy Andradas de la 23, ¿no está Gutiérrez?, ¿no es la comisaría 14?
– Sí, es la 14, pero Gutiérrez no está, yo llevo ese caso. Soy Blázquez, Justo Blázquez.
– ¡Ah! Pues encantado. Mira, he visto una foto, la de ese atropellado en vuestra zona, y el difunto me suena de antiguo, tiene un gran parecido con Mario Sandoval, un drogadicto al que atropellaron al huir después de un atraco, un caso que llevé yo.
– …
Eso era todo, punto final, todos los caminos cerrados.
¿Quizá Jaime, desde la identidad de su hermano, se enviaba cartas?
¿Qué se diría?, ¿Qué le diría Mario desde “el otro lado?
Mientras firmaba el informe, miré a Gutiérrez:
– Esto es un cierre provisional – le dije – algún día se aclarará completamente este asunto.
Gutiérrez rio con ganas en su escritorio. Y yo le devolví una sonrisa a aquel chusquero listo para el desguace, mientras recordaba la de veces que le había mirado por encima del hombro. A partir de entonces le fui cogiendo cariño.
Comentarios (5):
Dante
29/10/2015 a las 20:51
Hola Verso suelto! He sido uno de tus comentaristas anónimos, y paso por aquí para felicitarte nuevamente por haberte animado a escribir un relato policial con un límite tan exiguo como el de 750 palabras. No es para nada fácil, por cierto, escribir un policial en un espacio tan corto, y eso por sí sólo es digno de mención y mérito. Eso hace original al texto.
Por otra parte, me pareció muy bien trabajado el disparador del mes. En efecto, el/la autor/a pudo incluirlo como un simple dicho o elemento al pasar, pero en cambio, lo trató como un elemento importante para la trama y con él consiguió dosificar la información y sembrar y mantener la inquietud en el lector, para que se pregunte qué va a pasar después (algo crucial en los relatos policiales).
Por lo demás, ya he señalado los demás aspectos positivos y a mejorar, por lo que no vale la pena extenderme más. Sólo me queda decirte que vuelvo a felicitarte por el relato y que ya he recomendado (en el, llamémosle, foro general) la lectura de tu texto.
Saludos.
Verso suelto
31/10/2015 a las 11:51
Muchas gracias Dante por tus comentarios(este y el anónimo). Es muy de agradecer el interés que reflejan en ayudar a novatos como yo en este dificil camino. Tendré muy en cuenta todos y cada uno de ellos.
Lo del espacio tan exiguo en efecto ha sido una dificultad, sobre todo, teniendo en cuenta que el relato es una especie de extracto de un relato mas largo que escribí este verano (2000 palabras). Tenía poco tiempo para escribir uno nuevo y tenía esa historia escrita cuyo disparador era muy similar (un hombre con gabardina y sombrero echa un sobre en un buzón). A partir de ahí me puse atrabajar y ha sido complicado pues cada cambio que hacía dejaba coja la historia por otro lado. Creo que no volveré a hacer una cosa así.
Gracias una vez más.
Aprovecho para agradecer a mis otros dos comentaristas anónimos, de todos he aprendido.
Dario Sven
31/10/2015 a las 22:55
Hola Verso, gracias por tu comentario sobre mi relato, tu amino es de agradecer, he leído el tuyo y me ha gustado mucho, me apasionan mucho este tipo de historias policiacas, y tiene muchísimo mérito desarrollarlas en tan poco espacio. quizás podías darle un buen giro si la hermana fuera la asesina, ya que parece ser la única sobreviviente de una familia llena de muertes extrañas, también el padre desaparecido podría cobrar más protagonismo…. solamente es mi opinión personal y espero que te sirva de apoyo.
SBMontero
04/11/2015 a las 13:38
Don Verso suelto, el texto es redondo, sin pretensiones, ni revoltijos –se le ha ido alguna coma, no de menos, de más–, pero da gusto leerlo y releerlo. Ojalá lo hubiera escrito yo… no digo más.
Un saludo.
Dante
26/11/2015 a las 01:25
Hola Verso suelto. Si querés podés pasar por mi relato. Allí te agradecí en general (posts. N° 24 y 45) y en particular (N° 37) por tu comentario.