<< Volver a la lista de textos
Correspondencia radical - por Lionel Muñoz+18
Web: http://laguaridadellector.wordpress.com
Despertó, como todas las mañanas, a las 7. El cálido rayo de sol matutino que asomaba por la ventana revelaba una habitación limpia y ordenada. Camilo, un soltero de 31 años, vivía en su departamento del sexto piso, en un edificio modesto, de un barrio modesto de Buenos Aires. Trabajaba para una empresa de telecomunicaciones desde su casa: sólo necesitaba una computadora con conexión a Internet, y obviamente, sus amplios conocimientos en la materia. Se había recibido a los 24 y al poco tiempo conseguido su actual empleo. Estuvo un par de años de novio con una excompañera de la facultad, pero eso no terminó muy bien, y desde entonces decidió seguir soltero para dedicarse plenamente a su trabajo. De eso hacía ya casi un año. “O un año” se corrigió Camilo recordándola repentinamente mientras se cepillaba los dientes.
Cumpliendo con su rutina -le gustaba tener el día estructurado y planificado, le otorgaba seguridad y satisfacción el saber que las cosas que pasaban estaban bajo su control-, después de la primer higiene del día, se dispuso a ir al café de la esquina para desayunar su cortado con medialunas mientras lee el Diario, pero al llegar a la puerta de su Monoambiente se encontró con un sobre rojo sin remitente ni destinatario cuyo anverso rezaba en una cursiva prolija: “No lo abras hasta medianoche”. No lo dudó; su naturaleza le impidió desobedecer y, reprimiendo la curiosidad, guardó el sobre en el bolsillo y bajó hasta la planta baja por las escaleras (no por el ascensor). Ni siquiera notó la presencia de la mujer, en exceso abrigada, que ocultó su rostro al verlo bajar. Lo que sí notó fue la incisiva mirada del portero y la ausencia del típico saludo al salir a la calle, mientras se preguntaba quién en el edificio podría haber dejado el sobre.
En los cincuenta metros que separan al edificio del café, atrajo más miradas y le pareció ver que lo señalaban y murmuraban. La incomodidad no tardó en llegar y apresuró el paso. Ya en el café, esquivó la mesa junto a la ventana que acostumbraba ocupar y se dirigió a una del fondo. Pidió un jugo exprimido: necesitaba algo fresco e hidratante. En menos de 15 minutos, un simple sobre había logrado desestabilizarlo más que la muerte de su perro. Se calmó un poco y le pidió el diario al mozo.
–Aquí lo tiene, señor. –dijo el mozo, apoyando el diario suavemente.
–Gracias.
–De nada, no lo lea hasta la medianoche.
–¿Cómo dijo? –preguntó Camilo desconcertado.
–Que lo disfrute. –respondió tranquilamente el mozo.
–Mmm… Gracias. –terminó Camilo, no muy convencido.
El resto del día intentó continuar con su rutina, pero el sobre no salía de su cabeza, le quemaba en el bolsillo, y extrañamente todo quien lo rodeaba parecía saber de su existencia. “Me estoy volviendo loco” pensó después de pedir a 3 personas que le repitan lo dicho por creer escuchar la palabra “sobre” y que nieguen haberlo dicho.
Caía la noche en la urbe, y Camilo volvía de su caminata a zancadas. Sentía que lo perseguían. Donde mirara, rostros sonrientes le devolvían la mirada. Y no paraba de escuchar risitas burlonas, carcajadas cada tanto. Dos cuadras lo alejaban de la relajante ducha que planeaba tomar, cuando un joven algo inquieto lo interceptó:
–¿Me podrías decir la hora?
–¡Todavía no es medianoche! ¡No lo voy a abrir! –gritó, y dándole un empujón salió corriendo.
En la planta baja del edificio y jadeando, dejó caer el sobre cuando corría hacia las escaleras. El portero (el mismo que no le saludó) se agachó a recogerlo y le dio aviso:
–¡Se le cayó el sobre!
Camilo frenó y giró sobre sus pies. Vio como el portero, con cara de desquiciado y sonriendo, intentaba abrir el sobre, cuando en realidad sólo se lo estaba extendiendo.
–¡Es mio! –dijo Camilo. Tomó al portero de la camisa con ambas manos y lo empujó contra la pared, dejándolo aturdido por el golpe en el cráneo. Inmediatamente comenzó a golpearlo desenfrenadamente con el puño derecho en la cara hasta que sus nudillos no dieron más. Entonces lo agarró por la cabeza y se la estrelló contra la pared con todas sus fuerzas. La sangre lo salpicó. Sangre roja, como “el sobre”. Desesperado, lo buscó y se dirigió a su departamento, donde se encerró.
Faltaban tres horas y media para la medianoche, pero sentado en el piso y recostado contra su puerta se decidió a abrirlo.
El sobre estaba vacío.
Comentarios (9):
KMarce
30/10/2015 a las 22:46
Saludos Lionel:
Gracias por pasar por mi relato. Y que alegría me ha dado encontrarte por estos lados, me entusiasmó mucho que te hayas decidido por Literautas. (Tenemos contacto en el blog y te sigo en laguaridadellector).
Te aclaro que escribo mucho. A lo que venimos, primero las mejoras: Te recuerdo que todos los números deben escribirse con letras, a excepción de: Direcciones (221 de Baker Street), fechas (21 de octubre, 1592), Números “díficiles” de escribir (la tierra tiene está a una distancia de 92,960.000 millas del sol)y aquellos imposibles de cambiar (10,000 Leguas de Viaje Submario, un revólver .45)
No sé si es “el diario” o “El Diario”, así que ahí hay que quitar o colocar la mayúscula que corresponde, si es el segundo debe ir encomillado.
Con un solo personaje con nombre, en algunas ocasiones, un “él” sería compresible a quien se refiere la narrativa.
Cuando escribas tu borrador, trata de alejarte de la pantalla y mirálo de lejos, así tendrás en cuenta las separaciones de bloque.
El contenido: Me ha gustado mucho la historia, como nos presentas a un joven con una vida tan sencilla, normal y hasta quizá monótona en donde hay un disparador que lo altera todo.
Sin embargo hay anotaciones que no tienen ninguna importancia para la historia, por ejemplo que hay ascensor, o que tome una ducha. ¿Por qué? Si los restas, no le quitas nada a la historia, y en casos como estos con límites de palabras, menos es más o puedes usar para ahondar algo adicional.
Lo que sí he sentido, es esa sicosis del protagonista, quizá todo producto de un desequilibrio mental no revelado, o alguna tipo de maldición. (una mala vecina, o esa ex novia enojada), así que para mí, está muy bien que no se revele quien o la razón del porqué le han dejado ese sobre rojo.
Su lectura ha sido amena, fácil de leer y no he sentido la extensión que presumo llegaste al máximo permitido.
Te doy la bienvenida, has hecho una muy buena introducción, (hasta se parece al mío con ese ” No abrir hasta…”; y en medio de ese caótico episodio, también me he sonreído con alguna frase. He disfrutado su lectura, ver esa caída en picada y el desequilibrio emocional.
Lionel Muñoz
31/10/2015 a las 21:54
Hola K.Marce, gracias por tu comentario y consejos. Me costó mucho por el límite de palabras, tuve que sacar escenas y eso de la ducha podría haberlo quitado. La intención de lo del ascensor era dar a entender que desde que recibe el sobre comienza a modificar su rutina, desde algo tan simple como bajar por las escaleras en lugar del ascensor. Pero no supe qué mas quitar de la historia para dejar mejor aclarado eso.
Ya voy a mejorar con la práctica.
Saludos
L.M.Mateo
01/11/2015 a las 18:52
Hola Lionel,
concuerdo con Marce en todos sus comentarios. La psicosis del protagonista está muy bien reflejada llegando a su culmen con la paliza que le da al pobre portero.
En el aspecto formal, este mes nos han dejado en el blog cuál debe ser la puntuación en los diálogos. Te recomiendo que le eches un vistazo, ya que no están bien puntuados, y se debe usar el guión largo.
La palabra “higiene” es femenina, por tanto debería ser “primera higiene”. Aunque en tu país se use “primer”, en este caso la RAE no lo acepta como americanismo, y al no ser parte del lenguaje del protagonista (donde prácticamente todo se permite), deberías corregirlo. Esto más bien una sugerencia.
“se dispuso a ir al café de la esquina para desayunar su cortado con medialunas mientras lee el Diario”. Cuidado aquí, que te ha pasado algo muy habitual: el cambio de tiempo verbal. Deberías usar “leía”. También te sugiero añadir una , justo después de “medialunas”.
Como ves son pequeñas tonterías a corregir. La verdad es que he encontrado el texto ameno, e incluso un poco divertido (¿un sobre que desestabiliza más que la muerte de un perro? Mal perro debía ser, jajaja).
Un abrazo.
APMB
03/11/2015 a las 10:16
A parte de lo que han señalado los compañeros, el relato es bastante correcto en la parte inicial pero hacia la mitad se acelera todo demasiado y queda como si faltase una parte. ¿Por qué se desarrollo todo tan rápido y sin aviso previo? Es como si faltase información. La escritura es muy amena.
Manoli VF
04/11/2015 a las 10:53
Hola Lionel: Te felicito por tu relato. Siento no haberlo visto antes; son demasiados relatos a la hora de encontrar tiempo para leerlos. Soy nueva en el taller, y me estoy sorprendiendo por la variedad de estilo y nivel. Tu relato es extraordinario y original. Consigues un relato único que atrapa enseguida al lector. Lo único que noto en TODO el relato es una apresuración a la hora de contarlo. Frases cortas y rapidez que se transmite a la hora de narrar los diversos encuentros del personaje con otros y su supuesta obsesión de que le envían mensajes relacionados con el sobre:
“después de pedir a 3 personas que le repitan lo dicho (…) sentía que lo perseguían (…) Dónde mirara no paraba de escuchar(…) ” Entiendo que todo esto se debe a la imposición del límite de palabras, incluso el hecho de escribir el número 3 para acortar caracteres. Se nota esa prisa, que, por otra parte es también la que azuza al personaje, o sea que por otra parte acelera el relato y también al lector, creo que con “unos pocos caracteres más” tu relato alcanzaría la consistencia ideal.
En todo caso, me resulta curioso e interesante el análisis psicológico al que igual que en el relato de Aldo, sometes al personaje. La condición del ser humano de acatar las normas es siempre cuestionable.
Vamos, que ha sido todo un descubrimiento y un placer leerte.
Te invito a pasarte por mi relato (191) y darme tu opinión.
Un saludo.
Lionel Muñoz
07/11/2015 a las 15:25
Muchas gracias por sus comentarios! Me son de mucha utilidad.
L.M.Mateo, gracias por mostrarme errores que no había visto. Lo de higiene no lo sabía, y por lo del tiempo verbal, al momento de escribirlo a mí me hacía ruido pero no se por qué no me enfoqué para corregrirlo.
APMB y Manoli VF, gracias por leer y dejar su opinión. Es cierto que el relato se acelera y queda como que faltan escenas o información: no supe manejar de la mejor manera el límite de palabras, creo que lo hice bien pero con el tiempo espero hacerlo mejor. Es algo que todavía me cuesta.
Saludos, enseguida me paso a leer sus relatos.
Saldivia
08/11/2015 a las 18:50
Saludos Lionel. Me agrada tu poder descriptivo en el relato, y la creación paulatina de la neurosis en Camilo. A mi juicio, el hecho de saber que el relato debía incluir la frase “el sobre estaba vacío” le resta impacto al final a quienes conocíamos esa condición, no así para un lector ajeno a esta escena de literautas. Gran saludo!
PAULATREIDES
13/11/2015 a las 10:07
Buenas Lionel.
Antes que nada, agradezco tu paso por mi relato.
Y además de lo que ya han comentado los compañeros se ha colado un “mío” sin acentuar al final del relato.
Me ha gustado el texto, como la psicosis devora al personaje así como la reacción exagerada que acaba pagando el portero.
Personalmente eliminaría algunas aclaraciones (casi opiniones personales) que hace el narrador así como algunas expresiones como “por eso”, “obviamente” y alguna que otra.
Nos estás mostrando las reacciones del protagonista a través de sus acciones, y sin embargo ya nos anticipas y nos cuenta que se está desequilibrando “…un simple sobre había logrado desestabilizarlo más que la muerte de su perro.”, yo eliminaría esta información, tenemos que ver como el personaje se va volviendo, poco a poco, el famoso “mostrar, no contar”.
Es curioso la cantidad de locos que se han encontrado con un sobre vacío en el taller de este mes.
Nos leemos.
Lionel Muñoz
14/11/2015 a las 23:12
Gracias por tu comentario PAULATREIDES, me resultó muy útil y lo voy a tener en cuenta, sobre todo lo de intentar no anticipar tanto el final.
Saludos