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Palabras latentes - por Mayca Nasan

El hombrecillo se revolvió entre las sábanas inquieto. Esa noche era incapaz de dormir, atenazado por las dudas y la bestia interior que siempre le habitaba alimentándose de sus miedos. A la mañana siguiente se la iba a jugar, y aún no estaba seguro de atreverse a dar el paso. La clave se hallaba justo al lado, en el sobre que había dejado sobre la mesilla de noche y que para él significaba un viaje sin retorno directo al cielo o al mismísimo infierno, según lo dispusiera el destino. Después ya no habría vuelta atrás.
El sobre estaba vacío, todavía. Bajo éste descansaba una cuartilla escrita con letra pulcra y exquisita delicadeza y que ahora, era el motivo de sus quebrantos: palabras sencillas pero latentes, cargadas de emotividad; puro fuego entre las manos, y que al ser leídas podrían provocar incendios o congelar los cielos.

Leopoldo, así se llama nuestro hombre, cansado de dar vueltas, encendió la luz de la lamparilla e incorporándose torpemente en la cama, tomó la carta y releyó por octava vez:

Estimada María, mi amiga, mi sueño, mi querida:

No te asustes, por favor, ni dejes de leer esta carta. Dame la oportunidad, por una vez, de decirte lo que siempre callo. Permíteme explicar y contarte antes de nada, que no soy un loco, ni un pervertido o nada por el estilo. Quizás al abrir el sobre, muerta de curiosidad, estuvieras expectante y esperases encontrar la cautivadora misiva de algún admirador desconocido. No deseo defraudarte, pero no se trata de eso. Tan solo soy yo, Leopoldo, ese que cada día en el Bar de Lolo de lunes a viernes te sirve el café mañanero antes de comenzar tu jornada laboral.

He necesitado tres años, cuatro meses y doce días para reunir el valor y decirte estas palabras, y aún así, ya ves, tengo que hacerlo de este modo anticuado y quizás algo cobarde porque sé que cara a cara tu mirada, siempre horizontal y tan directa, me abruma hasta el punto de borrarme el habla y hasta el entendimiento. Y no creas que no lo he intentado, han sido muchas las veces, pero nunca he sido capaz. Por otra parte, una carta como ésta, así, a la vieja usanza, en cierto modo me define, y eso me gusta, porque quiero que sepas de mí: soy un tipo simple, sencillo, y quizás un romántico sin remedio de los que apenas quedan ya. Ahora lo vas a ver.

He de confesarte que te quiero. Te quiero todos los días, a todas horas, y en todas partes. Si de algo estoy seguro, es de eso, que te quiero. Te quiero cuando estás cerca, y también desde la distancia. Más, incluso te quiero, cada vez que noto tu ausencia que siento como una losa.
Te quiero cuando sonríes, iluminando aquello que alcanzas. No tienes ni idea de qué manera engancha tu sonrisa. Y es que tú, sin saberlo, creas adicción.

Te quiero arrebatadora, y hasta arrebatada, y cuando irrumpes bella y divina, y te vuelves torbellino. Igualmente te quiero, pálida y ojerosa después de una mala noche o si noto que algo te inquieta. Y si algunas veces estás triste, o intuyo que has llorado, justo entonces es cuando más te quiero y deseo que nada te quiebre.

Aunque tú no lo sepas tampoco, adivino tus estados de ánimo en los detalles más nimios, mientras volteas la cucharilla al remover el azúcar en el café, cuando hojeas distraída el periódico, o al saludar a los demás habituales, y es que son años de intensa observación y devoción.

Te quiero niña buena, y también a veces, niña mala. Fíjate lo que te digo, que incluso torpe y patosa (he de decir que lo eres), me ocurre igual y el resultado no varía: te quiero.

En fin, que a estas alturas ya has de saber que te quiero. Y te quiero como dicen que no se puede querer, a ratos sutil, a ratos loco, y siempre, siempre, siempre, con desesperación, como el sediento que por más que quiere, no puede beber.

Cuando termines esta carta, si lo deseas, atrévete a conocerme de veras o hazme polvo, amor, y después sopla, hasta volverme aire o nada… porque aún así sé que te voy a querer igual.

Y si al final resulta que tú también quieres, te espero mañana al otro lado de la barra.

Tuyo, siempre

Leo

Comentarios (7):

Maitane

30/10/2015 a las 08:37

Que cantidad de emotividad… Te transporta a otra epoca, la de los caballeros a la antigua usanza. Me encanta.

Melisa

30/10/2015 a las 14:52

Qué belleza.

Creaste a Leopoldo y le diste una personalidad perfectamente definida. Me encantó.

Hacía tiempo que no leía un texto cargado de tanta ternura.

Saludos,

Melisa

Mayca Nasan

30/10/2015 a las 18:33

Me gustaría agradecer a mis comentaristas de este mes, y en especial al primero de ellos, por su elaborado comentario y sus apreciaciones, por descubrirme errores que había pasado por alto. En cuanto a la idea que aportas sobre la posibilidad de haber dejado ese sobre vacío justo para el final, me parece muy acertada, y sin duda, hubiese dado lugar a una historia más redonda, y sin duda, sorprendente.

Gracias! Tomo nota

luis ponce

30/10/2015 a las 23:10

La sumisión como figura psicológica, está dada en los individuos mas extraños. Esa sumisión que no le ha permitido pasar de ser un empleado de bar por más de tres años. Esa sumisión que no le ha permitido abrir la boca para expresar sus sentimientos al verla todos los días. Esa sumisión que aceptará la decisión que ella tome como válida será su acabose, sea cual sea la respuesta de María.
Es la imagen del desvalido, del sometido que de ninguna manera será aceptado por María, a no ser que encuentre en ella la figura de la dominadora.
Mas que tierno, me parece un drama psicológico con mucha carga emocional.
Pero, me gusta como está escrito, por lo claro y específico.
Te felicito.

delaberna

31/10/2015 a las 00:03

Me has encantado. Qué ternura, qué pasión y qué delicadeza. Admiro estos relatos, esta capacidad de exponer el alma con cada letra.

Cuántas maneras originales y diferentes de querer a alguien. Increíble.

Es la vida misma en su estado más bello, tanto que no necesita vuelcas de tuerca ni finales sorprendentes, ni artificios.

Mi más sincera enhorabuena y admiración.

PD: mi relato es el 152

Marcelo Kisi

31/10/2015 a las 11:42

Mayca hola!
Primero debo decirte: escribís bellamente. Podés bucear en el alma del ser humano enamorado de maneras profundas y variadas y eso te convierte desde ya en buena poetisa.
Si te puedo hacer un aporte, primero coincidir en parte con Luis Ponce. Creo que hay otra capa en este relato, ligado al drama de un amor que no podrá ser correspondido. Si tuviera alguna chance, probablemente los ojos de ambos ya se habrían encontrado en tres años y pico. Digo que coincido en parte con Luis, porque no estoy seguro de que esa tortuosidad haya sido la intención de la autora.
Esto último tiene un motivo: a nivel del relato, éste termina con la carta, entonces falta un desenlace que lo convierta en cuento y lo saque del género poema, que en sí es muy lindo. Quiero decir: lo rico de este texto hubiera sido saber si al final se anima, cómo le da la carta (junto con el café de la mañana? al cobrarle?), qué hace después (se la queda mirando? se escapa del bar por todo ese día?), cómo reacciona ella y si siquiera se vuelven a ver. No es necesario que sepamos la respuesta de la chica, el animarse o no de él hubiera sido suficiente. Qué tal si descubriéramos al final que la carta ya tiene un año de antigüedad en esa mesita, y que la lee todos los días y lo seguirá haciendo hasta que ella se gradúe, por ejemplo, y deje de venir al bar? Qué hará él entonces?
El relato promete, y creo, porque ya leí algo tuyo antes, que tenés la profundidad para ir más allá.
A mi relato le tocó en suerte ser el 151.
Felicitaciones y adelante!

Mayca Nasan

01/11/2015 a las 15:52

Muchas garacias a todos los que os pasáis por aqui, Maitane, Melisa, Luis Ponce, Delaverna, Marcelo Kisi, agradezco mucho vuestros comentarios, y todos son tenidos en cuenta. Luis, me has dejado asombrada, como bien señala Marcelo, mis intenciones no iban por ahí, pero la perspectiva que tú ofreces es más interesante y posiblemente más cercana a la realidad. En cuanto a lo señalado respecto al final, tienes razón Marcelo, despiés de enviarlo me di cuenta de que me había faltado cerrar la historia. No es excusa pero por lo limitado de las 750 palabras y falta de tiempo, no le di la vuelta que hubiese requerido y que sin duda hubiese mejorado el relato. En cuanto a las demás apreciaciones estoy de acuerdo.
Un saludo a todos, nos seguimos leyendo!

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