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La Revolución de los Sobres - por Valentina Woolf
El día se despertó húmedo y frío. Ni rastro de sol al que el otoño recién llegado le había arrancado las últimas esperanzas. Víctor corrió por la Gran Avenida hasta llegar frente a la enorme cristalera del Edificio 8: llegaba tarde al trabajo. Miró su reflejo en los ventanales, se acomodó el abrigo gris y cruzó las puertas correderas, donde un halo de calor y miedo le recibió aquel martes. Como todos los martes. Como todos los días desde que había empezado a trabajar allí.
Saludó a los guardias de la entrada con un tímido “buenos días”. Nadie le contestó. Miraron su tarjeta de identificación y le dejaron pasar. En el gran hall del Edificio se unió a otros trabajadores para esperar al ascensor que le llevaría a la Planta 4. No sabía qué había en las demás plantas. Ni siquiera podía hablar con los trabajadores que no fueran de su Sección. Cualquier mínima duda en su comportamiento y los guardias le arrestarían. Algunos compañeros nunca habían regresado.
Las puertas del ascensor se abrieron. Víctor subió, con la cabeza agachada y la mirada fija en el infinito. Contó seis pares de zapatos negros. Cuatro hombres y dos mujeres. Todos con aquel uniforme gris. Intentando pasar desapercibidos para que los guardias que estaban tras las cámaras de seguridad no les invitaran a tener una conversación cordial en la Sala 3.
“Planta Cuatro”, dijo la voz electrónica. Víctor salió del ascensor, abrió las dobles puertas de la Planta 4 con su tarjeta y caminó entre la fila de escritorios blancos. Sus compañeros ya estaban trabajando, con la mirada fija en las pantallas o leyendo informes. Sus pasos eran silenciosos sobre la alfombra plomiza. Algunos levantaron la vista al verle pasar, pero la mayoría siguió con su tarea sin hacer el menor gesto que delatara que su presencia había sido advertida. Se sentía como el hombre invisible y eso era bueno.
Se sentó en su escritorio y cogió el primero de los informes que se amontonaban a la espera de ser leídos. Otro archivo lleno de sospechas infundadas, de conversaciones oídas en la calle, de confesiones íntimas y de denuncias anónimas. Casi todo lo que leía era fruto de la envidia y de viejos rencores, y él tenía que decidir si aquella persona estaba tramando algún plan para derrocar al Dictador. Jóvenes, ancianos, amas de casa, barrenderos, nadie estaba a salvo. Odiaba su trabajo. Cómo lo odiaba.
“Vecina del 12B: a las 10.48h un mensajero llegó al 12A y entregó un paquete pequeño. Ella le recibió con una sonrisa y charlaron durante unos minutos, pero no pude oir la conversación. El paquete parece sospechoso”. Otra vecina aburrida y sin nada que hacer. El chico del correo venía por el pasillo central, empujando el carro de la correspondencia. “Vecina del 12B: se escucha música y por la ventana del patio la veo dejar el paquete sobre la encimera de la cocina. Se hace un té”. El chico del correo le dejó sobre la mesa un fajo de cartas y tres sobres grandes amarillos. “Vecina del 12B: del paquete saca un sobre blanco. Mira a los lados, cierra las ventanas y baja las persianas de toda la casa. No he vuelto a oirla en todo el día”. Víctor siguió el procedimiento ordinario y comenzó a rellenar una solicitud tipo para el servicio postal para que le facilitaran los datos de aquel envío a la mujer del apartamento 12A. De reojo miró las cartas que le habían dejado sobre la mesa. Uno de los sobres llamó su atención. Desató el fajo y lo separó del montón. Era un sobre blanco. Tenía su nombre escrito en tinta azul y venía sin remitente.
Lo escondió dentro de su chaqueta y miró a los lados para ver si alguien se había dado cuenta. Todo seguía igual. Le temblaban las manos. Se levantó con disimulo y se dirigió al baño de caballeros. En el pasillo se cruzó con una pareja de guardias que hacía su ronda y creyó que los fuertes latidos de su corazón le delatarían. Se encerró en uno de los wateres, sacó el sobre y lo abrió con cuidado. El sobre estaba vacío. Víctor sonrió. Rompió el sobre en mil pedazos y los vio desaparecer con el remolino del agua de la cisterna.
Aquella noche comenzó la que sería conocida en los libros de Historia como La Revolución de los Sobres.
Comentarios (8):
Frida
04/11/2015 a las 21:35
Hola Valentina. Me ha asombrado tu relato, y es que has aprovechado esa malsana manía que actualmente hay en traficar con los datos personales y privados de la gente, donde no hay privacidad porque tu privacidad se vende al mejor postor. Es una buena denuncia para la sociedad en la que vivimos y, a la que dejamos que esto suceda mientras miramos hacia otro lado. Me gustan los relatos que se sitúan en un futuro ficticio, donde el mundo ha cambiado y sólo unos pocos valientes, a los que nadie tiene en consideración, pueden hacer algo para remediarlo. Que crees esa revolución de los sobres, como parte de una denuncia por lo que se vive, no deja de agradarme, es como vivir el comienzo de algo muy grande en plena gestación, es como irse a los anales de la historia, a los recónditos lugares donde nunca llegó un cronista.
Valentina W
10/11/2015 a las 19:38
Muchas gracias, Frida, por tu tiempo y por dejarme tu comentario. Tal vez quedó bastante corto, por el límite de palabras, pero intentaré ampliarlo para convertirlo en un relato más completo.
Isolina R
11/11/2015 a las 21:06
Hola Valentina Woolf:
Estoy leyendo todos los textos del mes y no quería pasar de largo sin decirte que este relato tuyo me ha gustado un montón. Está muy bien. Has recreado de manera excelente la atmósfera opresiva y la desconfianza de la dictadura.
A partir de aquí te señalaré algunas cosillas con las que mejorar el texto:
Convendría completar el título del relato y el nombre que pasó a la Historia con un adjetivo: “Blancos” o “Vacíos”. Lo digo porque también aparecen otros sobres en el texto, pero no “revolucionarios”.
Yo quitaría algunas palabras:
“Víctor corrió por la Gran Avenida hasta la enorme cristalera del Edificio 8: llegaba tarde al trabajo” (“llegar frente a”) para que no se repita el mismo verbo tan cerca, “cruzó las puertas correderas. Un halo de calor” (donde) para que no queden como antecedente “puertas correderas”, que no es un lugar.
La frase “que no fueran de su Sección” yo la cambiaría por “ajenos a su Sección”.
En: “Todos con aquel uniforme gris. Intentando pasar desapercibidos” en lugar del punto habría que poner coma.
En: “Contó seis pares de zapatos negros. Cuatro hombres y dos mujeres” yo cambiaría el punto por dos puntos y en lugar de “hombres” y “mujeres” pondría: “planos” y “de tacón”. No ha contado a las personas, ni siquiera los pies de las personas, sino los zapatos, así que vendría bien seguir con la despersonalización señalando el sexo por la forma de los zapatos.
El adjetivo “plomiza” aplicado a “alfombra” no es muy adecuado, habría que cambiarlo por otro o quitarlo sin más.
En “una solicitud tipo para el servicio postal para que le facilitaran los datos de aquel envío” yo la pondría: “una solicitud tipo para que el servicio postal le facilitara los datos de aquel envío” de manera que no se repita la preposición “para”.
Los extranjerismos deben ir en cursiva. Como el formulario no acepta cursiva, entrecomíllalos.
Te sugiero que procures evitar alguna vez el adverbio de negación “no”. Ej.: “no sabía” = “ignoraba”. También abusas algo de los posesivos “su”, “sus”. En varias ocasiones se pueden cambiar por los artículos “el”, “la”, “los”, “las”. Y dado que el protagonista odia el trabajo por lo que tiene que hacer en él, viene mejor ponerle pocos posesivos (“el escritorio”, “la tarjeta”…)
Tienes la preposición “con” varias veces. En alguna oración puedes eliminarla sin más: “Víctor subió, la cabeza agachada y la mirada fija”.
Rimas: “nadie estaba a salvo. Odiaba su trabajo”, “llamó su atención. Desató el fajo y lo separó del montón”, “Lo escondió dentro de su chaqueta y miró a los lados para ver si alguien se había dado cuenta”.
Las palabras “oír”, “oírla” y “váteres” llevan tilde. La RAE recomienda “váter”, no “wáter”.
Espero que mis sugerencias te sirvan.
Saludos.
Isolina R
Demetrio Vert
13/11/2015 a las 13:09
Hola Valentina. Placer leerte.
Me ha recomendado tu relato Isolina. Yo no puedo leer todos, pero de ahora en adelante te seguire.
Gran relato. Fántastico. Isolina te lo ha dicho casi todo en cuanto a grámatica, sintáxis, y estilo. Ella sabe de eso.
Atiendo más a la estructura del relato, y en este caso al contenido. ¿Por qué?Porque el contenido puede gustar más o menos, depende del lector, pero lo importante aquí es que esté bien escrito en todos los aspectos.
Aparte de que me ha gustado el contenido, la sorpresa es la siguiente. Yo, como miembro de Literautas, sabía que “el sobre estaba vacío”. Por lo tanto no esperaba soprpresa respecto a este hecho. Ponerlo al final no me intrigaba. Sin embargo, en tu texto, y a pesar de loa anterior, la intriga sobre el sobre que ya está vacío persiste, y es, en mi opinión, porque no es el mismo sobre la sorpresa, si no lo que significa. Su consigna. De alguna manera has sabido transmitir esto a lo largo del relato; el lector (y0, en este caso) está esperando inconscientemente un significado, no el sobre vacío. Al final tiene su respuesta. Perfecto.
La forma.
Presentación exacta, con el espacio adecuado; en pocas líneas sabemos que Victor va a trabajar a un lugar dónde tiene miedo.
Nudo, muy bien logrado. avanzando pocoi a poco; dando las pistas con el ritmo adecuado para que el lector vaya conociendo los entresijos de la historia hasta llegar al conflicto, cuando ya sabe el entorno en que se desrrolla esta. Además, ese entremezclar la lectura de los informes por parte de Victor con el avanzar del recadero por el pasillo es genial. Rompe lo que podía haber sido una monótona descripción de la lectura de informes.
Desenlace. Estupendo. Un giro total y verosímil, que no real. La realidad en las historias muchas veces no es verosímil, sin embargo la ficción siempre debe ser verosímil.
Un desnlace rotundo, que te deja con la boca abierta.
En cuanto a cacofonís (rimas) Isloina te ha indicado muchas. A mi me ha sonado demasiado la teminación “ía” en esta frase, “…que le llevaría a la Planta 4. No sabía qué había en las demás plantas. Ni siquiera podía hablar con los trabajadores que no fueran de su Sección. Cualquier mínima duda en su comportamiento y los guardias le arrestarían.
Tal vez “… el ascensor par ir… Ignoraba todo sobre las otras plantas… totalmente prohibido hablar…
Celebro haberte encontrado. Te leeré.
Saludos.
Demetrio Vert
13/11/2015 a las 13:13
Hola de nuevo.
Disculpad las erratas. Debo tenet diablillos informáticos.
Valentina Woolf
15/11/2015 a las 19:52
Isolina R y Demetrio Vert, no sé cómo agradeceros vuestras palabras y vuestros comentarios constructivos. Gracias a vosotros me animaré a repasar el texto y dedicarle tiempo a la edición.
Uno de mis comentaristas fue tan demoledor, que se me quitaron las ganas de seguir participando.
Isolina R
15/11/2015 a las 23:27
Hola, Valentina Woolf:
Creo que este relato es bueno de verdad. Por eso se lo recomendé a Demetrio Vert.
Por cierto, Demetrio, chapeau por tu comentario.
Y, Valentina, ni se te ocurra desanimarte por una sola crítica. Tienes madera. A partir de ahora te seguiré.
Saludos.
Demetrio Vert
16/11/2015 a las 18:15
Hola Valentina.
Como dice Isolina, ni se te ocurra.
Seguimos en contacto.