Mi nombre es Jason Roe. Hay un par de cosas que deberías saber.

El año es 2073. La humanidad ha logrado muchos avances, pero el más notable podría ser la invención del MetaClock, una especie de reloj que lleva una cuenta regresiva de tu vida. Es decir, te dice cuánto tiempo te queda por vivir. Yo tengo uno en la pared, y recién compré la versión de pulsera: el MetaWatch.

Nadie sabe cómo funcionan los MetaClock. La compañía que los produce, MetaCorps, mantiene muy bien guardado su secreto. Lo que sí es cierto, es que nunca fallan. Jamás. Han estado en el mercado por casi 9 años, y cada vez aciertan. Incluso toman en cuenta los factores externos, así que no usan sólo la genética para predecir la muerte.

Cuando un MetaClock marca el momento final, todo su sistema enloquece. Los engranajes y las manecillas empiezan a girar sin control, haciendo un ruido bastante fuerte. Suena como si estuvieran tocando unos tambores. De allí el dicho “Hasta la muerte viene con pito y tambor”.

Esta mañana, mi MetaWatch marcaba aún 70 años. Ahora sólo me quedan 7 minutos.

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Jason se desperezó. Miró el reloj. 7:00 AM. Miró el MetaClock. 70 años, 14 días. Nada mal. Se arregló y salió de su apartamento. Se dirigió a Dale’s a tomar un café. Entró y se sentó en su mesa favorita. Pidió lo de siempre.

Mientras la mesera se alejaba, miró por la ventana. Todo parecía normal, hasta que de pronto, en la esquina opuesta, apareció una joven corriendo. Llevaba una maleta negra en los brazos. Corría en dirección a Dale’s. Tres hombres la seguían rápidamente. Un cuarto hombre venía detrás, llevando una maleta idéntica.

La muchacha entró al restaurante abruptamente.

—¿Necesitas ayuda? ¿Te están persiguiendo?

La chica miró a Jason.

—M…me quieren m…matar —dijo entre jadeos —. P…por favor, ayúdame.
Los hombres entraron a Dale’s. El de la maleta señaló a la chica.

—No armes una escena. Entrégame la maleta.

Jason se levantó.

—¿Hay algún problema?

—No contigo. Quédate fuera de esto.

La muchacha vio en Jason su única esperanza, y se colocó detrás de él.

—Llamaré a la policía —dijo Jason sacando su teléfono.

Uno de los hombres sacó un arma.

—Guarda el teléfono y la policía no tendrá una escena de homicidio que limpiar.

Jason miró su MetaWatch. Los números no se decidían. 6 meses. 39 minutos. La cosa era algo serio. Pero una cosa era segura: no moriría aún. Tomó el brazo de la muchacha, y sin darle tiempo de reaccionar a nadie, salió disparado hacia la puerta. El hombre de la maleta trató de detenerlos, pero el impulsó de Jason hizo que se desequilibrara y dejara caer la maleta. Un aparato metálico brillante cayó al suelo.

—¡No! —gritó, mientras lo recogía —¡Deténganlos!

Ya era tarde para eso. Jason y la chica corrían, desapareciendo entre la multitud.

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Entraron a un estacionamiento bastante vacío. Jason miró su reloj. 24 minutos.

—¿Cómo te llamas? ¿Por qué te persiguen?

—Me llamo Cyan. Ellos son de MetaCorps. Me siguen porque robé esta maleta.

—¿Qué hay en la maleta?

—Es la mitad de una pieza elemental del dispositivo que están diseñando…

—¿Y por qué es tan importante? —interrumpió Jason.

—Planean usar un dispositivo llamado MetaCaller para controlar a la gente. Sólo pueden controlar a los que usan MetaWatches de segunda generación en adelante. Aún así, es más de un tercio de la población adulta de la ciudad —Cyan miró su reloj —. Se están acercando. Sólo me quedan 17 minutos. Debemos seguir.

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El reloj de Jason marcaba 11 minutos. Los matones y el hombre de MetaCorps los habían casi alcanzado ya. Cyan aferraba la maleta. Los tenían acorralados en el techo de un edificio de 3 pisos.
—Es en vano. Entréguenme la maleta y todo acaba aquí.

—Nunca —dijo Cyan.

—Lo haremos del modo sucio entonces.

Los cuatro hombres sacaron sus armas. Cyan miró a Jason.

—¿Confías en mí? —preguntó, entregándole la maleta. Jason asintió.
El reloj de Cyan marcaba 2 minutos.

—Aguanta.

Tomó un poco de impulso y se lanzó contra Jason, empujándolo por el borde. En ese instante, uno de los matones disparó y alcanzó a darle en la espalda. Ambos cayeron sobre un puesto de frutas que había en la acera.

—¡Cyan! ¿Estás bien? —gritó Jason

—No te preocupes por mí. Ve a esta dirección —susurró Cyan, entregándole un papel arrugado. 23 segundos —Llévales la maleta… Diles que yo te envié…

Los tambores comenzaron a sonar …