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La Marcha - por Sugar E. Rain
Todos los días, a la hora que el sol pintaba los tejados de naranja brillante, podía escucharse el golpeteo de los tambores de una banda de guerra poco convencional. Pasaban el viejo empedrado que corría desde la catedral, cruzaba por la plaza y se perdía por los enrejados de las afueras.
Bernardo con sus escasos 5 añitos trataba de alcanzar la ventana de su habitación para poder observarlos. El pequeño era como cualquier niño de su edad, curioso por naturaleza, y viviendo en un pueblo en el que nunca pasaba nada, sentía la necesidad de explorar el mundo por sus propios medios; pero existía un pequeño inconveniente, sus piernas, las que no le permitían caminar desde su nacimiento.
Mientras otros niños corrían detrás de la banda, Bernardo tenía que conformarse con escuchar los ruidos a lo lejos, ya que sus padres trabajaban y su abuela no podía bajarlo por la escalera que conectaba a su habitación en el segundo piso.
Pasaba el tiempo pensando en cómo sería cada uno de los integrantes de la banda; al frente, un viejo gato con un vistoso sombrero de broches dorados presidia el inicio de la marcha, haciendo movimientos firmes con su mano, sostenía una trompeta que al dar vueltas en el aire reflejaba los escasos rayos de sol en las casas de alrededor; más atrás, le seguía un oso tocando rítmicamente un par de platillos; y justo al final, siempre les acompañaba un grupo de ratoncitos usando trajes de gimnasia para hacer sus malabarismos. Al menos eso era lo que Bernardo podía imaginar.
Todas las noches se acostaba rezándole a Dios por una sola oportunidad para salir de esas cuatro paredes, ideando diversos planes en su cabeza; un día, hizo un papalote lo más grande que él pudo, soltándolo por la ventana, esperó que al alzar el vuelo lo sacara flotando por los aires; al siguiente día, corrigió el plan inflando todos los globos que sus pulmoncitos le permitieron, creyendo que estos funcionarían mejor. Así, fracasaron una idea tras otra, pero nunca perdió el ánimo.
Un buen día, decidió correr un riesgo mayor, le pidió a su abuela que por favor abriera la puerta de la entrada para poder escucharlos mejor, él se colocó justo arriba de la escalera montado en una avalancha que le obsequiaron sus padres en navidad, esperando ansioso el momento para arrancar. Esto sin saber, que después de ese día, se convertiría en el primer piloto de carreras con discapacidad en el mundo.
Habría que ser más como este niño, para superar nuestros propios límites y llegar a nuestra verdadera esencia.
Porque esa tarde cálida de verano, él solo cerró los ojos y se lanzó a la aventura, justo cuando los tambores comenzaron a sonar.
Comentarios (4):
beba
01/06/2015 a las 14:45
Hola, Sugar:
Me gustó el argumento de la historia: los intentos de un niño discapacitado y solo por acercarse a un desfile. Muy buena la banda que imagina. Casi se puede palpar la ansiedad y la frustración del niño.Muy bien enlazados los tambores.
Manejas bien el vocabulario y la gramática.
El final resulta demasiado abierto, tal vez porque no te alcanzó el margen de 750 palabras. Para este caso puedes ganar espacio recortando explicaciones que no son puntuales: lo del regalo de navidad; lo de los pulmoncitos (basta con que infló muchos globos),la moraleja (deja que la saquen los lectores), y algunos más. De todos modos, si lo publicas en otro espacio, no son incorrecciones.
Un saludo.
Sugar E. Rain
02/06/2015 a las 00:44
Mil gracias por tus comentarios, son muy alentadores, es verdad que el final estuvo un poco flojo, y esto me di cuenta justo después de enviar el escrito.
Por ser mi primera vez, y teniendo un tiempo de tan solo un día para escribir la historia, me perdí un poco en lo de la construcción de la escena, y me quise esforzar por darle un final a la historia por lo que quedo un poco atropellado y con una moraleja innecesaria.
Pero espero poderme preparar mejor para el siguiente ejercicio, saludos y en un momento me pasare a leer tu historia 🙂
Ryan Infield Ralkins
05/06/2015 a las 16:25
Pues la cuestion de la moraleja me parecio bastante buena. El relato entero esta bueno, je je. Ese desfile hasta yo lo pude visualizar y la fuerza de voluntad de ese niño para lograr lo que queria era increible.
Me parece una excelente historia.
Felicidades y saludos.
Te seguire en los proximos talleres.
Luis Ponce
09/06/2015 a las 01:39
Bienvenido al grupo. Generalmente el tiempo queda corto cuando tratas de cerrar la historia que tienes en la cabeza, por eso lo del final un poco apresurado.
Pero tiene detalles interesantes como la descripción del desfile desde la mentalidad del niño disminuido.
La moraleja, a pesar de no salir sobrando, quizás está metida la fuerza entre dos frases.
Pero me gusta y estaré leyendo tus próximos trabajos.
Saludos.