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La maldición - por Margarita Alcázar

Dalia recogió del buzón la carta que acababa de dejar el cartero. Sabía que no era nada bueno, pero aún así no podía evitar leerla. Subió a casa y se encontró en la cocina, ya levantado, a Fran, su marido. Sin decir nada, le entregó la carta. Ella era incapaz de abrirla. Fran rompió el sobre. Ojeó rápidamente el folio que contenía. Con voz temblorosa le leyó a su mujer. Dalia se sentó y se tapó la boca con la mano. Los ojos se le llenaron de lágrimas. Desde hacía seis meses no podían hacer frente a los pagos de la hipoteca. El banco les había enviado varios avisos que anunciaban el desahucio, pero siempre pensaron que todavía podían tener un poco más de tiempo, que encontrarían algo mejor.
Pero esa carta les quitó todas las esperanzas en un momento. Ambos se miraron a los ojos. Ninguno sabía qué decir. Fran se acercó a su mujer y la abrazó tiernamente mientras le daba cariñosos besos en el pelo. El sol de la mañana se colaba por la persiana a medio echar e iluminaba la habitación sombría. Las paredes de azulejo reflejaban los rayos de luz que chocaban con los muebles de madera. Esa casa, su hogar, el lugar donde habían depositado todos sus sueños estaba a punto de desaparecer. Las preguntas se acumularon en sus mentes: ¿Qué pasaría con sus hijos? ¿Y con ellos mismos? ¿Dónde iban a ir? Dalia descolgó el teléfono y marcó un número. Al tercer tono una voz femenina, ya quebrada por los años, contestó.
Dalia explicó a su madre, aguantando el llanto, que el banco les había escrito para decirles que iban a perder su casa en dos meses. Le pidió quedarse con ellos cuando ya no tuviesen su hogar. En cambio, su madre le dio una negativa. Realmente no era extraño, ya que ambas habían perdido la confianza y su relación se fue enfriando con el tiempo. Dalia desanimada colgó. Parecía que su suerte no iba a cambiar y sentía impotencia. La sucesión de desdichas era como una maldición, una broma pesada del destino. Abrazó a su marido, su amigo y apoyo en los momentos difíciles. Su olor le reconfortaba.
– Tranquila Dalia, todo saldrá bien. Nos tenemos a nosotros y esta situación no durará para siempre. Nos quitan nuestra casa, pero no nuestra alma. Ahora tenemos que ser fuertes. No podemos fallar a nuestros hijos. Debemos movernos ya, para que esto no nos pueda. Te quiero, y pase lo que pase sé que podremos vivir felices. Así que vamos, pongamos nuestra vida en orden.

Comentarios (7):

mondregas

29/04/2015 a las 13:59

Una historia de nuestros días. Podía quedar mejor si relatases y describieses menos y mostraras más imágenes imágenes

Aner

29/04/2015 a las 13:59

Delicado tema tratado con delicadeza. Una maldición donde las haya. Veo bien combinadas la ternura de la relación familiar y la dureza de la circunstancia que abarca el relato. El mensaje final es bonito pero creo que, tal vez, la historia ganaría en contundencia cerrándola tras la negación por parte de la madre.

Margarita Alcázar

01/05/2015 a las 12:07

Hola mondregas y Aner. Gracias por vuestros comentarios. Me alegro que os haya gustado 🙂 Aner, muchas gracias por tu comentario sobre el final… Aún me cuesta cerrar bien este tipo de historias cortas. Mondregas, intentaré para la próxima vez lo que me dices de mostrar imágenes.
¡Un abrazote!

José M Quintero

01/05/2015 a las 23:58

Hola Margarita.
Primero que todo gracias por comentar mi texto.
El tuyo me gustó mucho, se lee agíl y hace que se te olvide lo de la maldición hasta que lo lees.
Lo que me sorprendiómás fue la negativa de la madre, uno pensaria que en esos momentos duros estaría la familia y es triste ver que no es así.
Excelente historia 🙂

Cesar A. Martin

02/05/2015 a las 23:20

Hola Margarita, un relato muy crudo y actual. Nos llevas de la mano en tu historia, nos explica todo de manera muy ilustrativa y aunque es información que puede rellenar vacíos, conseguirías más fuerza con actos o acciones que hablasen por si mismas. Por otro lado es un texto que destila sentimiento e implicación .
Un saludo.

Margarita Graña

03/05/2015 a las 20:44

Hola Margarita

tu relato es una postal, triste pero a la vez tierna. La pareja se siente en el abismo, pero al mismo tiempo, se siente fuerte para afrontarlo, no hay escenas de exabruptos ni de locura. Es notable como el amor entre ellos los mantiene a flote.
A mi me pasa lo mismo con los finales, sobre todo en los cuentos cortos, me cuesta darles la estocada final y quedan como a media asta. Creo que al tuyo le falta un desenlace a la historia. Me gusta la esperanza que le quiere transmitir el marido, tal vez él podría tener un plan secreto, algo que los salve a los hijos y a la mujer a costa suya y dejarlo entrever. O tal vez algo mas luminoso, una loca idea de irse a recorrer el mundo en una casa rodante y dejarlo todo. O no se, tal vez un final que recuerde el por qué llegaron a esa situación, ahí redondeas la historia con la maldición de haber cometido un error y lo están pagando.
Bueno, se me ocurre tirarte varias ideas porque me gustó mucho el cuento y te felicito, gracias a ti por pasarte por el mío.
Saludos

beba

10/05/2015 a las 23:31

Hola, Margarita:
Has logrado un relato sencillo, muy realista y actual. Y con buenequilibrio has introducido la valoración del amor frente a las dificultades.
Lo has hecho con un buen ritmo, apropiado a la tensión del momento; y con excelente manejo gramatical.
Felicitaciones.

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