Miró por la ventana. La noche era fría, demasiado. Sintió un escalofrío sólo de pensarlo, pero necesitaba mirar fuera. Las pocas personas que se atrevían a ir por la calle lo hacían tapados hasta los ojos aún así se adivinaba un cielo estrellado precioso y una luna brillante.
La radio estaba encendida, pero no conseguía distinguir la melodía que sonaba. Le gustaba sintonizar emisora de música clásica, sobre todo por la noche, la relajaba.
Decidió prepararse un té verde, había oído que era un buen antioxidante.
Se apartó de la ventana, donde quedó dibujada su frente, y se dirigió a la cocina. Encendió la luz y fue al armario. Calentó agua y dejó caer el té en ella. Se sentó en la mesa de desayuno, que inteligentemente había puesto en un arrebato de bricomanía un sábado cualquiera.
Esta noche tendría que haber sido de otra manera si ella no tuviera aquel genio que no conseguía domar. Lo triste, pensó, era que no sentía nostalgia, ni siquiera soledad. No era de esas personas que decían querer volver atrás en el tiempo y hacer las cosas de otra manera.Todo se hacer por algo aunque no sepamos reconocerlo y los bucles no tienen sentido.
Con solo una palabra, solo una, su vida sería en estos momentos de otra manera. Su casa, pequeña pero acogedora, tendría vida, si a vida se le puede llamar gritos, llantos, riñas, quizá conversación, programas televisivos insustanciales sonando en la televisión y un sinfín de historias.
No, no estaba dispuesta a sufrir eso. le gustaba demasiado su escondite en medio del alboroto de la cuidad. Decididamente decirle "no" a su compañero fue lo mejor. Él tendrá que rehacer su vida con otra persona que lo quiera lo suficiente para sacrificar su espacio y compartir a sus niños.
Así se está bien. Sorbió despacio y se acercó a la ventana.